top of page
Afrodita-Lili

Afrodita-Lili

IMG_20201114_111643_937.jpg

Venus-Idlu

Screenshot_2020-09-05-21-24-39-385_com.i

Atenea-Lilu

Capítulo 65 Primera cita

  • Foto del escritor: denovelasvalacosa
    denovelasvalacosa
  • 9 ene 2023
  • 22 Min. de lectura

El crujido de la cama alertó a Venus, quien rio a carcajadas al escuchar un —shit— al otro lado de la pared. Conocía aquella voz y también aquellas palabras. <<El rompecatres ataca de nuevo>> pensó con una sonrisa divertida en los labios.

Zabdiel se estremeció y giró sobre su cuerpo para quedar pegado a su trasero, lo que despertó en la chilena la necesidad imperiosa de moverlo para acortar aún más la escasa distancia, haciendo que el boricua se tensase enseguida para luego rodearla con su brazo y apretarla con fuerza contra su pecho.

—Buenos días, hermosa —le susurró con cariño al oído.

—Buenos días, bonito —le dijo ella con los labios pegados a la mano que rodeaba su pecho—. ¿Quieres levantarte ya?

—Tenía otra cosa en mente —volvió a susurrar, pero esta vez más cerca de su cuello, lo que erizó la piel de la Diosa y elevó su vello.

Sin poder evitarlo, movió un poco el trasero y sintió la creciente erección que se posaba tras él. Sonrió complacida y volvió a repetir el movimiento un par de veces más hasta escuchar un gemido ahogado en el mordisco que le acababan de propinar en el hombro.

—No seas mala, mami.

—No sé ser de otra manera si te tengo tan cerca.

La calentura subió hasta el rostro de ambos y aunque ninguno pudo verlo, los dos tenían las mejillas sonrojadas, pero la vergüenza por aquellas palabras les duró una décima de segundo y antes de que pudieran decir nada más, se envolvieron en movimientos circulares y mordiscos en el hombro, cuello, mandíbula...

—Aaaah —un gemido les hizo parar en seco— Joder, Richard —volvieron a escuchar y entonces se echaron a reír a carcajadas.

—Me dan envidia —el boricua se alejó un poco y la chilena giró hasta quedar boca arriba, completamente desnuda.

—¿Por qué? —preguntó mirando sus ojos castaños.

—Porque tú no gimes así mi nombre.

—¿Quieres que grite tu nombre a los cuatro vientos? Puedo hacerlo, sólo me he estado cohibiendo para no molestar a nadie. —Acarició su mejilla al ver como la duda invadía su mirada.

—¿De verdad? —el brillo volvió a sus ojos.

—¿Crees que no me satisfaces, Zab? —La chilena frunció el ceño y apretó los labios. Jamás habría imaginado que se pudiera sentir tan inseguro.

—No... si sé que disfrutas, lo veo en tu rostro, pero... —se mordió el labio indeciso.

—Pero te gusta hacerme gritar. —Borró su expresión anterior y la remplazó por una sonrisa divertida.

Él sonrió tímidamente. Le costaba mucho bajar la guardia y sentirse vulnerable frente a ella, pero desde que habían hablado hacía una semana, sentía que podía ser más sincero, más abierto y dejar de fingir que en su cabeza todo estaba bien.

—Las primeras veces, cuando lo hacíamos en mi departamento, gemías mucho más alto y aunque nunca decías mi nombre...

—No sabía hasta que punto tus paredes aislaban el ruido y no quería que tus vecinos...

—A la verga mis vecinos, — la atajó— a la verga el anonimato y a la verga al que le moleste escucharnos, Vee. —El ímpetu con que dijo aquellas palabras la llenaron de un sinfín de emociones. Por un lado le pareció divertido y por otro entendió que quería decir—. Quiero que todo el mundo lo sepa. Quiero gritar a los cuatro vientos que estamos juntos, que te amo y que no me importa lo que el resto del planeta piense. Quiero presentarte a mis padres, que le enseñes a mi madre los ricos pasteles que haces, que emborraches a mi familia con tus sonrisas y tu despampanante forma de ser. Quiero dormir cada día a tu lado sin que tengas que dejar a tu hijo en casa de algún amigo y quiero que podamos formar una familia juntos.

Aquellas palabras, cargadas de emoción y sentimiento, hicieron que la Diosa se estremeciera. Al principio de miedo, pero rápidamente la sensación desapareció, dando paso a otra aún más fuerte.

—Te amo —le dijo y le agarró la nuca para atraerlo hacia ella y besar sus labios, haciendo que éste tuviera que apoyar la mano en su costado evitando caer estrepitosamente sobre ella. En el proceso atrapó algunos mechones, así que cuando Vee trató de profundizar el beso colgándose de su cuello y alzando el torso, éste dio un tirón y automáticamente la chilena emitió un gemido cargado de dolor. Ambos se echaron a reír en cuanto la liberó, con sus frentes unidas, sus narices se rozándose y unas sonrisas tiernas que acudieron a sus labios.

—Tengo una idea —dijo de repente el cantante— Tengamos nuestra primera cita.

—Zab, pero nosotros ya hemos tenido citas antes...

—No como pareja —volvió a interrumpirla— antes salíamos como amigos con derecho. Ahora quiero que lo hagamos siendo oficialmente una pareja.

—¿Me estás proponiendo ser tu novia? —alzó las cejas varias veces, divertida.

—Pensaba que eso había quedado claro hace una semana —entrecerró los ojos.

—Sí, pero me gusta escuchártelo decir.

—¿Quieres que te lo pregunte? —sonrió nuevamente y se alejó un poco de su cara— Porque te lo puedo preguntar y hacerlo oficial. —La chilena asintió divertida—. Venus, mi amor, ¿me concederías el honor de ser mi pareja para el resto de mi vida?

—Parece que me estás pidiendo que me case contigo —se rio.

El puertorriqueño se estiró hacia atrás y de la mesilla de noche agarró lo primero que pudo, después volteó nuevamente y miró a Venus, que se había incorporado un poco y se apoyaba sobre sus codos tratando de ver que hacía.

—Venus Muñoz —dijo mirando con intensidad sus ojos— ¿me concederías el grandísimo honor de pasar el tiempo que te queda conmigo? —Extendió su sonrisa y le plantó el reloj que había llevado puesto la noche anterior ante su cara.

—Estás loco.

—No me has respondido. —Ni apartó la mano ni borró su sonrisa.

—No. No puedo prometerte eso... —la cara del joven empalideció—. Pero puedo prometerte que estaré a tu lado hasta que tu tiempo se acabe. —frunció el ceño y ella se rio— dicen que las mujeres viven más que los hombres y aunque sea algo mayor que tú, sé que te sobreviviré y me parecería muy cruel por tu parte pedirme que no busque a nadie más cuando tenga noventa años y esté llena de deseo... —bromeó.

Zabdiel soltó el aire que había estado conteniendo y se rio a carcajadas antes de darle un fuerte beso.

—Con eso me vale —sus labios seguían unidos mientras hablaba y sonrió mientras se apartaba un poquito—. No te voy a pedir que te cases conmigo con un reloj, eso llegará algún día y lo haré de la manera más romántica posible, pero sí quiero que lleves esto para que jamás olvides que mi tiempo es tuyo.


Al otro lado de la pared, entre jadeos y caricias, Dana observaba la figura que tenía delante. Jamás, en sus treinta y dos años, habría pensado sentir algo así por alguien a quien apenas acababa de conocer. Estaba unida a él y no sólo por sus cuerpos, también por su alma. Había algo en esa forma de mirarla, en esa sonrisa traviesa y en esas caricias que le decían que no quería que acabase jamás.

Dana, quien había tenido a cuanto hombre se le había antojado, estaba completamente loca por uno de quien apenas sabía nada. Sí, era cierto que desde que había llegado a Miami para acompañar a su mejor amiga, había mantenido largas y profundas conversaciones con él. Que al principio sólo sentía atracción sexual y después un gran cariño. Pero ahora todo eso se había unificado y había dejado a la Diosa en jaque.

Tuvo miedo. En aquel instante y por primera vez se sintió insegura. ¿Sentiría el lo mismo o seguía pensando en su compañera de piso? ¿O en su mejor amiga? No, eso había pasado. Él mismo le había confesado que aunque comenzó a sentir cosas por Venus, rápidamente se dio cuenta de que no era amor, sino una profunda amistad.

—¿Todo bien, mami? —preguntó Richard al notar como se tensaba su cuerpo.

Ella volvió a mirarlo y este acarició su mejilla con ternura mientras paraba en seco sus movimientos.

—Sí, disculpa —le dijo queriendo voltear la cara para que no viese que se le anegaban los ojos de lágrimas.

—Eh... —se apartó un poco, saliendo de su interior y se tumbó a un costado para poder mirarla con precisión. Algo había cambiado en su semblante y en la rigidez de su cuerpo—. ¿Qué pasa?

—Nada, lo siento —volvió a disculparse y a girar la cara hacia el lado opuesto. Sus ojos verdes ya brillaban, amenazando que en cualquier momento las lágrimas recorrerían sus mejillas.

—Mírame, por favor. —Le suplicó.

Dana giró lentamente el rostro y le miró. Estaba tendida boca arriba, completamente desnuda y a su merced. Tal y como ella se sentía. Desnuda y a su merced, aunque no sólo físicamente.

—¿Qué es lo que sucede, mami?

—No... no lo sé —trató de ahogar su inseguridad en una sonrisa forzada, pero no pudo.

—Eh, no llores —le pidió mientras pasaba el pulgar por su mejilla— ¿te he hecho daño?

—¡No! —se apresuró a responder mientras sorbía la nariz—. Es sólo que... no sé que me pasa. Siento... —No podía seguir hablando.

—Dana —le dijo él mientras miraba fijamente sus ojos, tratando así de que comprendiera con exactitud sus siguientes palabras— yo también. —Ella frunció el ceño y a él se le escapó una media sonrisa— Yo también siento cosas por ti. Cosas muy fuertes que hacía muchísimo tiempo no sentía. Es más, creo que no podría comparar esto con nada que haya vivido antes.

—¿Qué quieres decir? —las lágrimas caían incontrolables, pero no temblaba por el sollozo.

—Que me gustas, me gustas mucho y me encantaría seguir conociéndote. Esto —dijo, refiriéndose a lo que acababan de hacer— me ha hecho sentir algo que... no sabría explicar.

—Rich... —quería responderle, pero ¿Cómo?

No tuvo que pensar demasiado pues enseguida el dominicano se acercó a sus labios y dejó un beso tierno sobre ellos.

—No hace falta que digamos más. Sólo déjate llevar por lo que pasa e iremos viendo como continúan las cosas.

Dana asintió con la cabeza y acto seguido se sumió nuevamente en sus brazos y sus besos apasionados. Hasta que escucharon crujir una vez más la cama y entonces se echaron a reír.

—Necesitamos una cama de acero macizo —se burló la valenciana.

—No puedo permitirme romper ni una más —rio él justo antes de besarla de nuevo y hacerle gemir su nombre tan alto que estaba seguro que Venus y Zabdiel les habrían escuchado.



Se miró repetidas veces al espejo antes de que su nuevo teléfono vibrara. Sabía que era él, ya que tan solo quince personas tenían su nuevo número y estaba segura de que todos estaban ocupados en aquel momento. Ocupados o durmiendo, claro.

<<Ya estoy abajo, bella, te espero, no tardes. No aguanto las ganas de verte>>

Había pasado una semana desde que vio a Christopher en la bahía. Su vida después de ese momento se volvió un autentico caos.

Batista había salido del país y aunque sabía que Atenea tenía información de porque lo había hecho, no le preguntó. Si su amiga quería contarle que había pasado con su novio, lo haría ella misma.

También Blake había desaparecido. Por suerte para la Diosa, no había dado señales de existencia por el club y tampoco había ido a buscarla a casa, algo que la alteraba sobremanera. Decidió que eso estaba bien, pero igualmente le daba miedo encontrárselo algún día por la calle, pues no sabía como podrían reaccionar ninguno de los dos.

Cada vez que se permitía pensar en lo que había hecho se le revolvía el estómago y se sentía sucia y estúpida, pero entonces recordaba que de aquel mal trago sólo salió algo bueno. Tuvo la valentía de decirle a Christopher que sí, que lo amaba y que quería superar el miedo que tenía a que la volviera a lastimar.

Los últimos días los había pasado en el club. Buscando un nuevo bailarín y centrándose en dejar claro al resto del equipo que no se tolerarían comportamientos como los que había tenido su ex en aquel lugar.

Yo sé que en sitios como este se estila drogarse. También que en otros tantos los bailarines son libres de llegar hasta donde consideren oportuno, pero nosotras no abrimos Lilith para la prostitución y el consumo indiscriminado de drogas. Este sitio es un lugar seguro y legal y el que no esté de acuerdo puede marcharse. No vamos a someteros a controles de drogas ni vamos a pasarnos las noches vigilando las cámaras. Confiamos en vosotros. Espero que no rompáis esa confianza.

El recuerdo de aquella conversación hizo que el vello se le erizase por los nervios que sentía mientras la elaboraba, pero enseguida apartó el recuerdo de su mente y se encaminó hacia la salida.

Freya ladró a su lado moviendo el rabo, esperando que ella también estuviera invitada, pero Afrodita simplemente se agachó para acariciar su cabecita y le lanzó un juguete para que saliera corriendo a buscarlo. No le gustaba dejar a su perra sola, al menos no desde que le dijo que ella era el único ser vivo en el que podía confiar. Y aunque sabía que la pequeña bola de pelo no había entendido ni una palabra, le sabía mal traicionar así su confianza, pues era obvio que tras recoger el juguete iría en su búsqueda y no la encontraría.

Dejando el mal sabor de boca en la alfombrilla de la entrada de su departamento, caminó con seguridad hacia la salida.

Chris le había escrito en un par de ocasiones a lo largo de la semana, exponiendo las ganas que tenía de verla y lo mucho que desearía estar a su lado, pero él también se encontraba ocupado sobremanera. Había pasado los días de grabación en grabación y había salido tan temprano a trabajar que, a la hora de llegar a casa, sólo quería pasear a Ollie y volver a la cama para descansar. Aunque siempre le dejó claro que anhelaba sentirla a su lado, aún y cuando habían pasado meses desde la última vez que durmieron juntos.


Llegó a la calle y ahí estaba él, vestido con esos pantalones rojos que tanto le gustaban y una camiseta negra de manga corta que le quedaba considerablemente grande. Sonrió ampliamente al ver como él la observaba de arriba a abajo y después se acercó para plantar un beso en su mejilla, lo que descolocó al ecuatoriano, pero que a su vez le hizo desear con más ganas el beso final tras la primera cita de verdad.

—Sube, te tengo preparada una sorpresa.

—Chris —dijo con una sonrisa divertida— no necesito grandes cosas...

—Nadie dijo que la sorpresa fuera a ser algo grandioso. —Alzó una ceja y una sonrisa burlona se apoderó de sus labios.

Cuando Afrodita se sentó en el asiento del copiloto, sintió como si fuera la primera vez que lo hacía. Estaba nerviosa y a su vez se moría de ansias por ver que había preparado.

Había insistido en que ya que había sido su idea, ella debía prepararlo todo, pero él se negó rotundamente hasta que al final llegaron a un acuerdo. Christopher organizaría la primera parte del día y después de comer sería el turno de Afrodita.


El cantante paró el coche en el parking del Bayside Marketplace, junto a su casa y dejó a la Diosa con el ceño fruncido, sin entender muy bien. Se quedó plantada en el asiento esperando a que él dijese alguna tontería o hiciese algo extraño, pero el cantante se limitó a bajar del coche y antes de que le diera tiempo a reaccionar, ya le había abierto la puerta y había estirado la mano para ayudarla a salir. Le hizo sonreír.

—¿Dónde vamos?

—Es una sorpresa.

Entrelazaron sus dedos y ambos sintieron la electricidad en sus manos. Era la primera vez que caminaban así y les pareció tan natural y agradable que ninguno tuvo la necesidad de mirarse. Llegaron a la bahía, al lugar en el que solían sentarse. Le miró confusa. ¿Su primera cita iba a ser donde siempre solían ir?

—Este lugar —le dijo con la mirada al frente— siempre fue mi lugar favorito. Antes de que tu llegaras, solía sentarme ahí, —señaló con la cabeza— en esas mismas rocas en las que tú lo haces; y pensaba en si realmente mi vida era tan buena como yo la había imaginado. —Se volvió hacia ella y agarró su otra mano— No lo era. Quiero decir. Era increíble, pero no era todo lo que yo esperaba. —Suspiró casi con pena— Entonces, un día de esos en los que no me sentía bien, vine para relajarme y escuchar música. —Se le formó una leve sonrisa en los labios— No pude hacerlo —rio suave y clavó sus ojos en los de Lovi— en mi lugar había una chica. Yo no la había visto nunca, no sabía de quien se trataba, así que me limité a contemplarla y me reconocí en ella. Su espalda estaba inclinada hacia atrás y posaba las manos en el suelo para apoyarse, como tantas veces yo había hecho. Una cola alta acariciaba con la punta sus hombros y se movía de un lado al otro, al igual que su cabeza, que parecía ir al compas de la canción que yo escuchaba. Seguí observándola como ella hacía con el mar y la danza de las olas. Le sonreí sin que me viera y me sentí un poco tonto, pero unas mariposas se habían desatado en mi estómago. Tenía dos opciones, acercarme o irme, porque si me quedaba ahí parado por más rato, mirándola, empezaría a ser raro. Me marché. —El ceño de su acompañante se frunció fugazmente y acto seguido suavizó de nuevo la mirada para seguir escuchando— Deduje que debía dejar que tuviera su momento de paz. —Agachó la mirada y observó con una sonrisa sus manos entrelazadas. Soltó una de ellas y la llevó a su bolsillo mientras seguía con la historia— Las piernas me picaban, como si mi cuerpo no estuviera de acuerdo con mi decisión; así que poco después regresé, pero ya no estaba. —Volvió a alzar la mirada y se dio cuenta de que Afrodita no estaba entendiendo porque le contaba aquella historia, aunque le miraba con ojos tiernos y la boca entreabierta—. Encontré esto.

Sacó algo de su bolsillo y la Diosa abrió los ojos con sorpresa. Alternó su mirada entre él y aquel objeto un par de veces y se le empañaron un poco los ojos.

—Perdí esto en mi segundo día en Miami —le dijo mientras tendía la mano que tenía libre para recoger el dije de una A que solía llevar en una de sus pulseras.

—No sabía si sería de ella pero lo guardé junto a su recuerdo. —le sonrió tiernamente— cuando llegué el otro día a casa, tras nuestra conversación, ese momento volvió a mi memoria y lo entendí. Ella eras tú. Así que lo busqué como un loco hasta que esta mañana he recordado dónde lo había puesto.

—Chris...

—No creo que haya mejor lugar para nuestra primera cita que el lugar en el que te conocí sin conocerte.



La pantalla mostraba una y otra vez los mismos nombres y Selene ya se estaba desesperando. Necesitaba ver que el vuelo de Miami llegaba o se volvería loca. Estaba ansiosa, las manos le picaban y le sudaban sin cesar, aunque se las secase una y otra vez contra el pantalón. No debía faltar mucho.

Miró el reloj con impaciencia, habían pasado cinco minutos desde la última ve que lo había hecho. Sacó de su bolsillo un papel, para comprobar que había llegado a la hora correcta. Sí, bueno, dos horas antes, como se solía recomendar. Y ya había facturado, pero el maldito avión que la llevaría al fin a los brazos de su novio no aparecía y se quería jalar de los pelos.

El teléfono vibró y observó atenta cómo un mensaje de Erick, dándole los buenos días, entraba. La noche anterior habían hablado por horas, hasta bien entrada la madrugada, así que no le extrañaba que se acabase de levantar.

Se observó por un instante en la pantalla oscura de su celular y admiró que incluso en aquel reflejo se le veía cansada y ojerosa, pero ¿Cómo no iba a estarlo si llevaba una semana preparando aquella sorpresa?

La única que sabía que llegaba era Atenea, puesto que hacía un par de días había llamado para hablar con Batista y contemplar la posibilidad de que la recogiera en el aeropuerto. Se llevó una gran desilusión cuando la rubia le contó lo que había sucedido. También ella era la única, junto a la ex del cubano, que sabía donde se encontraba. Ni siquiera Kerly estaba al tanto de su viaje de última hora.

Repasó nuevamente la pantalla y ahí estaba. Vuelo destino Miami a las 13:45 puerta 15. Agarró con fuerza su maleta de mano y tiró de ella con premura. Sabía que aún tenía tiempo, pero no podía evitarlo, sentía que cuanto antes estuviera ahí, antes saldría el avión, pero eso no funcionaba así.



A Atenea se le habían pegado las sábanas y despertó únicamente cuando la vibración del móvil lo hizo caer, creando un ruido estrepitoso que generó eco en cada rincón de su cuarto.

Se frotó los ojos con pesar y se estiró para agarrar el aparato. Lo observó sin mirar por un momento y cuando al fin hubo enfocado, el mensaje que apareció la hizo saltar de la cama.

—Mierda —exclamó al golpearse el dedo meñique con la mesilla.

Tras asearse en el baño al que llegó cojeando, se vistió con lo primero que encontró y desapareció de su departamento tan rápido que a Freya no le dio tiempo ni a levantar la cabeza de su cómodo colchón.

Al llegar a la calle paró un taxi, aun a sabiendas que eso le saldría por un ojo de la cara y se dirigió al aeropuerto. Selene ya había llegado y ella aún ni había pensado en como darle la noticia a todo el mundo.

Mientras observaba los edificios y después las palmeras que bordeaban la autopista, ideó un plan. Obviamente el primero en enterarse debía ser Erick, pero a pesar de todo el tiempo que habían pasado juntos, no sentía tener la confianza suficiente como para invitarle a tomar un café con ningún tipo de excusa. Hasta que algo se iluminó en su cabecita y decidida agarró el teléfono y tecleó un mensaje.

<<Erick, necesito hablar contigo sobre Chris y Lovi, estoy un poco preocupada por ellos ¿Podemos vernos en mi casa en, aproximadamente, una hora? A.>>

Después de tanto tiempo bromeando con Batista, firmando sus mensajes como si no supieran quien se los enviaba, le salió natural plantar su inicial al final.

El mensaje de vuelta llegó cuando sacaba de su cartera la tarjeta para pagar.

<<¿Por qué estás preocupada? Okay, mami, nos vemos en una hora en tu casa. E.>>

<<No sé, no quiero que ninguno salga lastimado de vuelta. Creo que me sentiría mejor si hablo con alguien y que mejor que tú ¿No?>>

No leyó la respuesta pues para cuando esta llegó, ya estaba abrazando a la argentina que luchaba por mantener la calma y no llorar. Aún le costaba entender que ciertamente había llegado a Miami y en aquella ocasión, para quedarse.

—Sube al coche, anda, que nos van a cobrar una fortuna. —Le pidió la rubia con una sonrisa.

Selene cargó sus maletas en el taxi que había llevado hasta ahí a su amiga y se sentó detrás, junto a ella.

—¿Sabes algo de Batista? —preguntó tras unos minutos, cuando el silencio le pareció demasiado incómodo y se percató de la mirada afligida de la Diosa.

—No. Bueno, me escribió anoche pero no le respondí.

—¿Sigues dolida? —esa pregunta casi la ofendió.

—¿Crees que no tengo motivos? —Selene se encogió de hombros.

—No digo que no los tengas. Obviamente yo le habría matado de enterarme como tú de todo, pero te explicó sus razones y... bueno... me dijiste que había sido sincero.

—Lo fue —la respuesta escueta que le dio hizo fruncir el ceño de la argentina.

—¿Entonces?

—No puedo olvidar como la cagó de la noche a la mañana sólo porque esté haciendo las cosas bien ahora. No puedo... además... no sé hasta que punto está en peligro y no quiero meterme ahí.

Volteó el rostro hacia la ventana y dio por concluida la conversación en ese momento. Al menos hasta que Selene preguntó por Erick.

—Ah —sonrió un poquito, aunque rápidamente el gesto se le volvió amargo— Vendrá a mi casa más tarde. Yo me llevaré a Freya a dar un paseo para que puedan estar tranquilos. Sólo avísame cuando pueda regresar.

Los ojos azules le brillaron con tal intensidad que por un segundó el destello cegó a la rubia. Después se alegró cuando su sonrisa se hizo tremendamente tierna y amplia.

—¿Crees que le gustará la sorpresa?

—Si no le gusta le mando a cuba de vuelta de una patada en el culo que no tiene —se rio.

—Yo te ayudo.



Los ojos de Christopher Vélez se iluminaron tanto que Afrodita creyó ver fuegos artificiales en ellos.

Habían pasado una mañana preciosa, recorriendo todos aquellos lugares de los que el cantante guardaba recuerdos increíbles con ella. Volvieron a los toboganes de Aventura Mall e hicieron un pic nic en el césped que se encontraba junto a la explanada en la que solían patinar.

Habían recorrido varios kilometros en auto y estaban algo cansados, pero aun así no sentían que el tiempo pasase y eso les parecía perfecto.

—Es mi turno —le susurró mientras se incorporaba.

Se encontraban tumbados sobre la manta que habían colocado en el suelo y se acariciaban el cuerpo sobre sus ropas mutuamente, con mimo, sin ninguna otra intención mas que la de demostrarse lo mucho que se querían.

No había habido beso, ni siquiera cuando él le dijo todo aquello y le entregó su dije, a pesar de las ganas que ambos tenían y la intensidad con la que se miraban los labios. Era como si ambos hubieran llegado a un acuerdo de que esperar era bueno. Creaban expectativa y se tentaban continuamente con roces entre ambas narices o cuando juntaban sus frentes con los ojos cerrados. Querían estar cerca, pegarse, sentirse, pero todavía no había llegado el momento cumbre, el momento del beso que lo cambiaría todo.

—No te puedo prometer que no tendré miedo, —habló la Diosa con calma mientras acariciaba su mejilla— porque lo tendré. No te puedo prometer que todo será rápido, porque no podré correr. Pero quiero intentarlo. —Una sonrisa floreció en los labios del cantante, que besó la mano que se posaba sobre su rostro—. Quiero dejar de ser una cobarde, de buscar terceros para llenar lo que se queda vacío porque no estás conmigo. Quiero amarte y que me ames. Quiero que mi sueño se cumpla.

—¿Tu sueño? —preguntó frunciendo suavemente el ceño, lo que le hizo sonreir.

—Sí. Es una larga historia y supongo que algún día te la contaré, pero ahora sólo quiero que te levantes de ahí —dijo mientras se ponía en pie y estiraba su mano para que él hiciera lo mismo— y me ayudes a recoger todo esto. Hay algo que debemos hacer.

—¿Me has preparado tú también una sorpresa tan romántica como la mía? Mira que no necesito grandes cosas, eh —se burló un poco.

—Me robaste mi idea, yo quería llevarte a Aventura Mall, así que me toca improvisar.

—¿De verdad?

—Las grandes mentes piensan igual, Chris. —Su sonrisa era imborrable. Llevaba ahí toda la mañana y aunque le dolía la cara, no pensaba perderla.

Cargaron la cesta y la manta en el auto y entonces él hizo algo que ella no se esperaba en absoluto. Le tendió las llaves del coche.

—¿Qué haces?

—Es tu parte de la sorpresa. Conduces tú.

Afrodita pensó que no podía sonreír más ampliamente y que no podía sorprenderle más, pero lo había conseguido. Con ese gesto, lo único que ella sintió es que ciertamente le cedía el control y confiaba en ella, algo que nadie había hecho hasta ese momento. Ni siquiera ella misma.

Agarró con fuerza el volante y con mucho miedo, pues no quería que nada le pasase al coche y perder esa confianza que había depositado en ella, arrancó.

Las manos le temblaban y le sudaban. Las apretaba tanto que los nudillos se le quedaron blancos y él, para tranquilizarla, lo único que pudo hacer fue colocar su mano sobre la pierna derecha de la chica.

—Anoche tuve un sueño —comenzó a hablar para relajarse. Él volteó para mirarla, expectante—No es la primera vez que sueño con algo parecido, también me pasó antes de venir a Miami o de irme a Irlanda.

—¿Qué soñaste? —Lovi respiró profundo.

—Estaba en la playa. Al principio todo era normal. Me encontraba con las chicas y tomábamos el Sol mientras Freya se rebozaba en la arena —Chris sonrió ante la imagen que se estaba formando en su cabeza—. Pero de la nada, la gente comenzó a correr y yo les seguí. Ni mis amigas ni mi perra estaban ahí, sólo yo.

—¿Por qué corrían?

—Una gran ola venía hacia nosotros. Era enorme y amenazaba con acabar con todo a su paso. Incluidos nosotros. —El cantante apretó su mano como acto reflejo sobre la pierna de Lovi y ella giró fugazmente la cabeza para regalarle una sonrisa tranquilizadora—. No pasó nada. Algunos cristales se rompieron pero yo me había escondido tras una estructura que... realmente no recuerdo haber visto en mi vida, pero bueno, ahí estaba. —Suspiró nuevamente y bajó la mano derecha para agarrar la de él que seguía tensa—. Eso sólo significa una cosa. Un cambio se acerca y espero que sea tan bueno como el anterior.

Una mirada tierna atravesó los ojos del cantante y éste le sonrió con dulzura al entender que se refería a su viaje a Miami y al haberle conocido. Entrelazó sus dedos con los de ella y se llevó la mano a la boca para rozarlos con sus labios. Lovi se soltó poco después, cambió la marcha y estiró la mano para acariciarle la mejilla.

—¿Queda mucho?

—¿Te soy sincera? —Él asintió.

—No tengo ni idea de donde ir —Christopher se echó a reír con una carcajada tan sonora y divertida que se le contagió—. Ya te he dicho que me has robado la idea de ir al Aventura Mall.

—¿Y porqué querías ir ahí? —Afrodita carraspeó.

—Antes de que fuéramos tú y yo, un chico al que había conocido por casualidad me llevó allí y cuando le mencioné que me gustaría tirarme por el tobogán, me miró como si estuviera loca y me quitó la idea de la cabeza.

—Qué idiota —exclamó con una arruga entre las cejas.

—Sí. Pero entonces me llevaste tú, ¿te acuerdas? —el copiloto asintió—. Nos tiramos tantas veces que los niños nos miraban tan mal como los padres.

—Sí —se rio— lo recuerdo bien.

—Una señora nos tomó una foto frente al gran Love que había junto al restaurante de arriba y me lo pasé tan bien que atesoro el recuerdo de esa tarde como si fuera algo mágico. —Confesó.

—Yo también. ¿Recuerdas lo que nos dijo?

—Que hacíamos muy buena pareja.

—Yo opinaba exactamente lo mismo.

—Y yo —rio tímida.

Se miraron por un instante y ella apartó rápidamente la mirada para volverla a la carretera. Seguía sin saber donde ir.

El teléfono de Christopher vibró y aunque no quería hacerlo, lo sacó de su bolsillo y miró la pantalla.

<<Vengan a casa de Afrodita, es importante.>>

—Erick me acaba de escribir que vayamos a tu casa, que es importante.

Lovi se alarmó. Tanto él como Atenea sabían sobre esa cita y lo ansiosos que ambos estaban por tenerla. No le habría pedido que volvieran si no pasara algo malo.

—¿Estará bien Atenea? —se preguntó con nerviosismo.

—Espero que sí. Gira en la siguiente esquina y te indico para llegar.



Todo estaba listo. Dispuesto para la llegada del grupo.

Selene había pasado la mañana entera con Erick y ahora que se acercaba la noche pensó que sería una buena idea reunir a todos para el reencuentro.

Había planeado aquello con Atenea desde un principio, por eso ella les dejó la casa, para que no tuvieran que hacer muchos viajes.

Las bebidas se encontraban sobre la isla y el picoteo estaba sobre la mesa de café. La música ya sonaba cuando los primeros invitados tocaron el timbre.

—¿Selene? —se sorprendió Richard al ver que ella abría la puerta.

Atenea había sido la encargada de convocar a los demás con un mensaje tan críptico como el que había mandado Erick, dejando a todos en vilo con que podía estar pasando.

Dana pensó que algo malo le ocurría a Afrodita, así que tardó alrededor de dos minutos en vestirse y lanzarle la ropa al dominicano para que hiciera lo mismo. Llevaban todo el día en la cama y aunque les habría gustado disfrutar de aquel momento hasta el día siguiente, ninguno de los dos estaba dispuesto a pasar aquel mensaje por alto.

Él también había recibido uno, pues no sabían que estaban juntos.

—¿Qué diablos haces aquí? —preguntó Dana con los ojos bien abiertos.

—Pasen antes de que Venus les escuche. Es una sorpresa.

La pareja entró y la abrazaron sonrientes. Después le dieron un fuerte abrazo a Erick, que seguía sin creerse que el amor de su vida ya no se separaría de él.

Los siguientes en llegar fueron Venus y Zabdiel, que estaban regresando del supermercado cuando leyeron aquel mensaje. Iban cargados con bolsas de la compra y estaban algo preocupados, aunque no tanto como Dana, pues sabían a la perfección que Christopher estaba con su amiga.

—Coño, mami, ¿pero tú que haces aquí? —La sonrisa de Zabdiel fue tan amplia que parecía que le rozaba con las orejas.

Venus fue quien se lanzó a sus brazos sin decir nada. Dejando las bolsas en medio del pasillo.

Los últimos fueron Chris y Afrodita, que habían tardado algo más en llegar y para cuando hicieron su aparición ya todos se encontraban celebrando, bebiendo, comiendo y bailando.

Escucharon la música desde la entrada y entonces ahí la española se permitió respirar.

—Tranquila —le susurró él al oído mientras apretaba su mano— parece que tu amiga sabía que no habías preparado nada para nuestra cita y lo hizo ella por ti. —Se burló—. ¿O es que esta es tu sorpresa?

—¡Qué idiota eres! —Se echó a reír y giró la llave en la cerradura para poder entrar.

Se llevó las manos a la boca al ver a Selene en medio de su sala con una sonrisa radiante.

No dijo nada, simplemente apartó a Erick de un empujón poco delicado y la abrazó.

—Eh! —se quejó el cubano.

—¿Qué haces aquí? ¿Hasta cuando te quedas?

—Para siempre —respondió ella entre risas por lo rápido que su amiga hablaba.


La noche se cernió sobre los edificios y sólo una pequeña línea naranja conseguía apreciarse en el horizonte.

Todos bailaban, felices, al compas de una canción de Ozuna.

Venus le daba la espalda a Zabdiel y se mordía el labio por sentir en su trasero el roce de éste con cada giro de cadera.

Dana y Richard llevaban un rato besándose mientras se movían de un lado para el otro y Erick y Selene estaban sonriéndose e intercambiando miradas tiernas y calientes al mismo tiempo.

—Todos están felices —le dijo Lovi a Chris sin apartar los ojos de sus pupilas.

—¿Y tú? —Ella sonrió.

—Podría ser un poco más feliz.

—¿Cómo?

Bajó la mirada hacia sus labios que se habían quedado entreabiertos y sonrió con el suyo entre los dientes.

—Aún hay algo que no hemos hecho y es muy importante en una primera cita.

Él también se mordió el labio antes de preguntarle de qué se trataba.

Ella pensó en responder, pero prefirió demostrárselo, así que lentamente se acercó más a su rostro, se puso de puntitas aunque en realidad mucho no le hacía falta y le besó.

Un aplauso masivo les hizo reír, pero no dejaron de besarse.


—¿Viste? Todo salió perfecto —le comentó Selene a la rubia, que se había quedado apoyada en el marco de la puerta de su cuarto, observando el panorama.

—Sí —su afirmación sonaba triste.

—¿Le extrañás? —Atenea asintió con la cabeza— Entonces andá a buscarlo.

—No puedo, Sel, él...

—Él es un tarado, pero un tarado que te ama y que ahora más que nunca te necesita. Sabés dónde está, andá a buscarlo y por una vez dejate llevar.

—Pero...

—No hay peros. Mirame a mí. Dejé mi país y a mi familia por venir a buscar a este palito de coco —dijo mientras abrazaba a Erick que acababa de llegar a su lado.

—¿Qué pasa?

—Nada, que... —dio una fuerte bocanada de aire— me vuelvo a España.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
Capítulo 64 Verdades que duelen

Las mujeres se le iban acercando mientras pasaba por el centro de la pista, pero no les prestó atención. El rubio sólo tenía una cosa en...

 
 
 
Capítulo 63 Hora de ser sinceros

Un carraspeo interrumpió aquel beso que se había hecho eterno. Sus labios habían quedado enrojecidos entre succiones y pellizcos. Se...

 
 
 
Capítulo 62 Tensión.

Atenea se despertó con una sonrisa en los labios. Había soñado con el que podría ser su futuro o más bien su presente en muy pocos días....

 
 
 

4 Comments


Lou <3
Lou <3
Jan 09, 2023

Xq es el último??🥺🥺🥺🥺

Like
denovelasvalacosa
denovelasvalacosa
Jan 09, 2023
Replying to

Xq en algún momento tiene que acabar para dar paso a los otros 3 jajaja

Like

Lou <3
Lou <3
Jan 09, 2023

AMÉ ESTE CAP

Like

Lou <3
Lou <3
Jan 09, 2023

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA JDSDBNAKBLDSBDNLSDB

Like
Screenshot_2020-05-26-20-39-46-731_com.i

Joel Pimentel

Screenshot_2020-05-26-20-40-02-969_com.i

Erick Brian Colón

Screenshot_2020-05-26-20-39-54-352_com.i

Christopher Vélez

Screenshot_2020-05-26-20-40-19-526_com.i

Richard Camacho

Screenshot_2020-05-27-08-13-07-288_com.a

Zabdiel de Jesús

bottom of page