Capítulo 62 Tensión.
- denovelasvalacosa
- 24 nov 2022
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Atenea se despertó con una sonrisa en los labios. Había soñado con el que podría ser su futuro o más bien su presente en muy pocos días.
Batista había preparado un rico desayuno, de esos que llenaban la barriga y el corazón. Junior había colocado la mesa y había dejado un dibujo, junto al plato que sería para ella, donde se les podía ver a ambos jugando en un parque. También estaba su padre, aunque más pequeño de lo que era en realidad.
La Diosa se acercó a los hombres de su vida, dejó un beso en la cabeza del pequeño, uno en el hombro desnudo de su pareja y agarró una taza de café humeante que olía de maravilla. Se calentó las manos y observó como ambos se movían por la cocina mientras dejaban todo listo para desayunar.
Se sentaron a la mesa y la miraron a la espera de que ella se uniese para devorar aquel delicioso manjar.
Llevaron a Junior al colegio y después volvieron a casa entre caricias furtivas mientras el cubano manejaba. No llegaron a la cama. Se deshicieron de la ropa en la entrada del departamento y terminaron haciendo el amor en el pasillo, de pie, pegados a la pared.
Sintió un escalofrío, mientras salía de su cuarto, al recordar la sensación del frío en la espalda y del calor en la entrepierna.
—¿Afrodita?
Llamó a la puerta de su amiga con la esperanza de encontrarla ahí y así poder hablar con ella sobre la propuesta que le habían hecho la noche anterior y sus recientes ganas de aceptarla, pero nadie contestó.
Abrió con cuidado, por si ésta aún seguía dormida, pero la cama estaba hecha y no había nadie en el cuarto.
Volvió a su dormitorio para buscar su teléfono y le envió un mensaje que no obtuvo respuesta.
—Estará dándole al mambo la muy golfa. —Comentó en voz alta.
<<Buenos días, hermosa, estoy deseando despertar contigo cada mañana. Asere, mami, ya dime que sí quieres vivir conmigo y deja de hacerme sufrir.>>
El patinete echó a rodar mientras la Diosa se reía a carcajadas tirada en el suelo. Era la cuarta vez que se caía de culo tratando de girar la tabla. Christopher, muerto de risa y para nada preocupado por el estado de su trasero, se acercó para ofrecerle la mano, olvidando que su fiel compañera se alejaba de ellos sin nadie que la frenara.
—¡Chris, la tabla! —Se alarmó al ver como se acercaba cada vez más a las rocas.
—¡Mierda! —Siguió riendo, pero corrió para frenarla—. Si pierdo esta tabla vas a tener que comprarme otra en compensación. —Le advirtió.
—Sí, claro... yo me caigo, tú te ríes, te olvidas de ella y ¿tengo que comprártela yo? No, amigo, esto no funciona así. —Se fue acercando hacia donde él se encontraba, ya con el skate en la mano.
—Es que te caes de formas muy cómicas. Es tu culpa que no pueda evitar reírme.
—Encima es mi culpa... lo que me faltaba por escuchar, Christopher Vélez.
Se le congeló la sangre al escuchar su nombre completo salir de los labios de Afrodita. Sus ojos se clavaron en los de ella, haciendo que la risa se convirtiera en tan solo un recuerdo. Ambos olvidaron donde estaban y que decenas de personas paseaban a su alrededor. Por un momento fue como si el tiempo se hubiera parado para ambos.
Los labios del cantante se entreabrieron y los humedeció con su lengua al notarlos repentinamente secos. Ella tragó con dificultad pues notaba rasposa la garganta.
—Eh... —Fue Lovi quien rompió el silencio—. Creo que se ha hecho tarde... —Apartó la mirada.
Él miró el reloj que llevaba en la muñeca a toda velocidad para comprobar que tan sólo habían pasado veinte minutos desde que habían comenzado con las clases.
—En realidad... —Comenzó a hablar, pero algo le dijo que debía dejar que se fuera—. Sí. Quizá debiéramos dejar las clases para otro día.
—¿De verdad?
Por un segundo, la bipolaridad de la Diosa se hizo presente. Quería alejarse de él para no tentarse, pero no esperaba que le fuese a dar la razón. Era totalmente consciente que no había pasado mucho tiempo desde que había llegado. ¿Es que acaso él se había sentido incómodo con ese momento de intimidad?
—Bueno... —se rascó la nuca— yo tengo que ir a ensayar y... pero si quieres podemos seguir practicando un ratito más.
—No, está bien, no quiero demorarte más de lo debido. —Dijo mientras se quitaba el casco.
—Lof —ésta volvió a mirarlo— yo no me quiero ir.
Los latidos del corazón de la española se aceleraron en un doscientos por cien y sintió que le faltaba el aire ante aquella afirmación. Ella tampoco quería irse, no quería alejarse de él. Es más, sus labios clamaban por besarlo y sus manos por acariciar su rostro.
—Pues pásame la tabla, que no tengo toda la vida para aprender a hacer esas piruetas que tu haces.
Christopher comenzó a reír de nuevo. Su corazón desbocado había vuelto a latir con regularidad al escuchar esas palabras.
—Se llaman trucos, no piruetas —la corrigió entre carcajada y carcajada.
—Oye, no te burles de mí o te destrozo esa bonita sonrisa que tienes con el puño. —Se rio ella también mientras adoptaba una pose de boxeo bastante cómica.
—Pero que agresividad, mujer. Toma, toma —le tendió el skate—. No queremos que las fans se pierdan de esta belleza.
Appa saltó sobre Zabdiel, despertando al boricua con muy poco tacto. Se quejó, pero pronto agarró a su mascota y la atrajo hacia él para darle algo de amor. Quiso seguir durmiendo junto a su gato, pero éste no estaba por la labor de quedarse tumbado junto, así que le dejó marchar y se acomodó boca arriba en la cama, mirando al techo. Las palabras de Erick acudieron rápidamente a su memoria y las repitió una y otra vez hasta hacerlo un mantra.
—No hay mayor necio que el que se niega a ese amor.
Por un momento sintió en su brazo derecho la caricia de una pequeña mano. No miró, cerró los ojos en su lugar para poder sentirla con más fuerza. A la mano, le siguieron unos pequeños besos que descendían del hombro al bíceps y tras ellos una caricia en el abdomen que le hizo contraer todos los músculos.
Abrió los ojos de golpe, esperando encontrarla junto a él, pero obviamente estaba sólo. Tal y como se había ido a dormir la noche anterior.
Salió de la cama con notable desilusión y fue directo al baño para darse una ducha de agua fría. Quería despejar su mente. No sólo del recuerdo de sus caricias, sino de la idea de correr a buscarla para confesarle que no podía pasar un segundo más sin ella.
<<Hazlo, idiota, corre a buscarla y dile todo lo que sientes. Olvida el miedo>> le decía su corazón.
<<No, no lo hagas, te va a hacer daño de nuevo>> respondía su cabeza.
Venus, por su parte, se encontraba en una tesitura parecida. Apenas había podido dormir con el recuerdo de su mirada. Esa fugaz que se dieron al escuchar las palabras de Erick.
Tampoco paró de darle vueltas al momento en el que salió corriendo del auto para abrirle la puerta al llegar a su edificio. Cómo le tendió la mano para ayudarla a salir, como si realmente necesitase de él para hacerlo. Ese último abrazo al despedirse en el que se dijeron tantas cosas y dejaron tantas otras por decir. Esa caricia en su espalda mientras besaba la parte superior de su cabeza.
Recordó durante toda la noche las ganas que tuvo de besarlo, de abrazarlo con más fuerza y las lágrimas que contuvo.
Estaba terriblemente enamorada de aquel hombre y sabía que le quería en su vida, pero no como amigo. No podía tenerlo de aquel modo. Ella le quería completo, todo él, todo su ser. Su cuerpo, su corazón, su alma. Tal y como él, sin saberlo quizá, era dueño de la suya.
No escuchaba ruido en el salón, así que imaginó que Dana ya no estaba en casa. Finalmente, volver temprano no le había servido de nada, pues al no haber dormido, no tuvo fuerzas ni para prepararle el desayuno a su hijo.
<<No puedes seguir así>> Pensó mientras se incorporaba. <<Necesitas concentrarte en tu vida y dejarle ir. Él tomó la decisión y tú debes aceptarla>> Pero que duro le resultaba todo aquello.
Aunque se hiciera la fuerte frente a todo el mundo, la procesión la llevaba por dentro. Una pena que apenas la dejaba descansar. Una añoranza que le desgarraba el corazón. No había sentido un dolor tan fuerte jamás en su vida. Y eso que había pasado por mucho.
Se dirigió hacia el baño, dispuesta a darse una ducha de agua fría para despejar la mente cuando alguien llamó a la puerta.
Se miró en el espejo, se arregló un poco el pelo, como si algo le dijera que debía hacerlo y se llevó una gran desilusión cuando a través de la mirilla se percató de que quien se encontraba al otro lado de la puerta no era quien esperaba.
—Buenos días, bebé.
—Buen día, Erick —le dijo mientras dejaba un beso en su mejilla y le hacía pasar.
—¿Qué te pasa?
—¿A mí? Nada —Afirmó sin volver la mirada atrás.
—No intentes engañarme, Vee, las ojeras te llegan al piso y tienes una cara terrible.
—Gracias. Si llego a saber que me vas a decir tantas cosas bonitas no te abro la puerta, hueon.
—Perdón, mami, no lo digo con mala intención, es sólo que te conozco y puedo ver que no estás bien. ¿Tiene que ver con Zab?
—¿Qué? —preguntó con voz aguda.
—Tiene que ver con Zab. —El cubano afirmó mientras se sentaba en el sofá junto a ella—. Ayer les vi despidiéndose. No es como que esté ciego.
—Fue una despedida sin...
—No me digas que fue una despedida sin importancia. —La interrumpió—. Venus, lo que les dije ayer, lo dije por ustedes también. Son dos idiotas enamorados que no se dan la oportunidad de ser felices.
—Yo le dije lo que sentía y él me dijo que no quería estar conmigo ¿Qué más puedo hacer yo?
—Insistir.
—No voy a insistir.
—¿Y qué tal contarle la verdad? Quizá si le dices porque le alejaste de ti en una primera instancia...
—No estoy preparada para eso... —Agachó la mirada.
—Vee —Agarró su mano— no sabes lo cansado que estoy de ver como todos mis amigos se lastiman sin sentido. Ustedes piensan que nadie más se da cuenta de sus sentimientos, pero desde fuera se ve todo con muchísima claridad. Estás enamorada de Zabdiel y Zabdiel lo está de ti. A Richard le gusta Dana hasta el punto de volverlo loco y aunque a ella no la conozco mucho, estoy seguro de que le pasa lo mismo. Christopher está que se pega con las paredes por no poder tener a Afrodita y ella se ha metido en una relación que no lleva a ninguna parte, porque veo como le mira y el amor hace que le brillen los ojitos. Atenea no confía un carajo en Batista, pero le ama y por eso sufre. Él, sin embargo, está locamente enamorado de ella y sé que no le haría daño jamás. Al menos no de manera intencional.
—¿Y tú cómo estás tan seguro de todo esto?
—Porque les observo. Porque les conozco y porque yo también les quiero lo suficiente como para preocuparme por su salud emocional. Ya dejen de hacer el idiota todos y ábranse al amor. Es lo más hermoso del mundo. Y sino mírame a mí con Selene. Fue amor a primera vista y ninguno de los dos negó en ningún momento lo que le pasaba. Por eso somos felices.
—¿A pesar de la distancia?
—Aún en la distancia. Por supuesto que es difícil, pero es mejor así que sin tenernos.
El cielo se nubló y una manta de oscuridad cubrió las cabezas de Afrodita y Christopher, aunque, divirtiéndose como lo hacían, apenas se habían dado cuenta de ello. No fue hasta que sintieron las primeras gotas contra su piel que decidieron mirar hacia arriba.
—Nos va a caer un buen chaparrón —afirmó la española.
—¿Quieres que te lleve a casa?
Lovi dudó por un segundo. Quería decirle que no, que prefería seguir con él bajo la lluvia que volver a casa. Quería proponerle bailar bajo el agua, chapotear en los charcos y besarse hasta que se quedasen sin respiración, pero sabía que no podía hacer eso, así que aceptó la oferta y se quitó el casco para indicar que estaba de acuerdo con terminar las clases.
Christopher, que había sugerido la idea de acercarla, en realidad esperaba como respuesta un no. O una contraoferta en la que pasaran más tiempo juntos. Pero al ver como se deshacía de los protectores, dio por supuesto que su cita acababa ahí.
Con desgana, aunque trató de disimularla, agarró su tabla y comenzó a caminar en dirección a su edificio, seguido de la Diosa, que tuvo que correr un poco para alcanzar su paso.
—¿Tienes prisa? —le preguntó entre jadeos cuando llegó a su altura y alargó las piernas en cada zancada para no quedarse atrás de nuevo.
—No —se disculpó mientras disminuía la velocidad—. Es sólo que no quiero que te mojes.
—¿Te preocupa que me moje? Si me encanta la lluvia. —Chris volteó el rostro hacia ella para encontrarla con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Estás loca?
—Puede ser. O puede que sea una romántica.
—¿Qué tiene de romántico enfermarse? —Lovi se echó a reír.
—No, hombre, enfermarse no te vas a enfermar con el calor que hace. Al contrario, el agua refresca.
—¿Entonces prefieres caminar hacia tu casa?
—¡No! —respondió rápidamente entre risas, lo que también hizo que el ecuatoriano riera.
—Sabía que en el fondo no eras tan romántica.
Al llegar a casa, a salvo de la lluvia, Afrodita se encontró con Atenea en la cocina, quien preparaba una rica ensalada y unos filetes de pollo a la plancha.
La rubia observó a su amiga, que tan sólo se sentó en la banca de la isla y resopló con una sonrisa en los labios, como si estuviera recordando algo de lo más bonito.
—¿A ti qué te pasa? —le dijo mientras espolvoreaba sal sobre el tomate.
—¿Sabes ese momento de tensión en el que quieres besar a alguien pero te contienes?
—Sí.
—Me parece uno de los momentos más hermosos en una relación.
—¿Estás bien? ¿Cómo va a ser eso un momento hermoso? Hermoso es el revolcón que te das después del beso, no la contención. Además ¿Porqué ibas a contenerte con Blake? —Lovi no dijo nada— Oh, espera ¿No estabas con Blake?
La morena negó levemente con la cabeza mientras fruncía los labios, sabiendo que su comportamiento no estaba siendo el más adecuado.
—No me digas más, has estado con Chris.
—Hemos ido a patinar. Hacía muchísimo tiempo que no nos veíamos y lo he pasado como nunca. Nos hemos reído, hemos conversado y...
—¿Y? —Se desesperó la rubia mientras servía los platos.
—Y hemos tenido momentos de tensión. Pero de la buena, de la bonita, de la que hace que me odie un poquito más cada segundo que pasa.
—¿Y por qué te odias? No seas tonta.
—Por no estar con él. Por ponerle trabas a lo nuestro constantemente.
—Pues deja de hacerlo.
—No puedo, hay más personas implicadas y a él también le quiero.
—Pero no estás enamorada.
—No... —Agachó la mirada por un segundo y acto seguido le pidió cambiar de tema— Cuéntame ¿Qué tal anoche en el club?
—La verdad es que muy tranquilo. Extraño, porque solemos estar a reventar, pero ayer se ve que la gente no estaba por la labor de salir de casa.
—Bueno, algún día bajo podemos permitirnos.
—Sí, eso sí... Y... —Atenea se quedó callada por un momento, pensando en como decirle lo de Batista.
—¿Y...?
—Batista me pidió que me fuese a vivir con él, pero le...
—¡¡¡Ah!!! —Gritó Lovi de alegría antes de que pudiera seguir— ¿Te vas a vivir con Bati? Me muero, me muero, ¡¡aaaaah!! no me lo puedo creer, tía, ¡cómo me alegro por ti! —La estrujó entre sus brazos.
—¿De verdad?
—¡Claro, idiota! Okay —se relajó un poco para seguir hablando y volvió a sentarse en la banca— sé que en el pasado he sido un poco posesiva contigo...
—¿Un poco?
—Bueno, un mucho, pero porque esos chicos no te convenían. Batista está más que enamorado de ti. Lo veo en sus ojitos verdes cada vez que te mira. Él te quiere con locura y lo haría todo por ti.
—Lo sé, pero aún no estoy muy convencida.
—Espera —Se puso en pie de golpe— ¿Le has dicho que no?
—No... bueno sí, pero...
—Ni pero ni pera, llámalo ahora mismo y dile que estás loca y que te mueres de ganas de irte a vivir con él y que si hace falta yo misma te haré la maleta para que eso suceda.
—Espera, loca, espera. Sí. Esta mañana tomé la decisión de irme a vivir con él, pero no se lo quería decir hasta hablar contigo.
—Pues ya has hablado y estoy feliz por ti, ahora llámale.
—No, no, espera. Voy a hacerle sufrir un poco. Creo que se lo diré esta noche, pero ahora mismo déjale que piense que tiene que hacer méritos.
Afrodita se echó a reír. Su amiga no había cambiado en lo absoluto. Seguía siendo cruel y manipuladora, aunque en este caso le pareció divertido. Bryant era el mejor partido para Ati y ambas lo sabían, a pesar de su turbio pasado, le había demostrado que podía confiar en él, así que estaba demasiado contenta por la noticia como para contradecirla y decirle que estaba siendo un bicho malo.
Vee pasó las siguientes horas preguntándose que hacer. Erick tenía razón. Estaba locamente enamorada de Zabdiel y quería pensar que él también lo estaba de ella.
Quizá, por primera vez en su vida, debía dejar el orgullo a un lado e insistir. Quizá, por primera vez en su vida, debía abrir su corazón al cien por cien y dejarlo expuesto para que hiciese lo que le diera la gana con él.
Esa idea le aterrorizaba. Dejar que alguien pudiera agarrar su corazón maltrecho para terminar de estrujarlo y romperlo era algo que le daba pavor. <<Pero Zab no es así>> pensó.
Tomó su teléfono, que se encontraba en el dormitorio y mientras caminaba por la casa, marcaba y eliminaba su número en la pantalla.
Sabía que tenía que hablar con él. Contarle que le alejó por miedo, porque se había quedado embarazada y no sabía de quien. Debía hablarle sobre el aborto tras la discusión y el dolor que le causó no tenerlo a su lado en aquel momento, pero que por supuesto sabía que eso había sido única y exclusivamente culpa suya. Quizá también debiera comentarle porque tenía tanto miedo al compromiso. Como su ex decidió abandonar el mundo el día de su cumpleaños, como el padre de Tebbi le había hecho la vida imposible y como la sucesión de hombres que había pasado por su vida le habían demostrado que el amor no existía. Al menos hasta que le conoció a él y descubrió lo equivocada que estaba. Que no todos los hombres son malos, que no todos te quieren mal y que hay gente en la vida por la que vale la pena luchar.
No le llamó. Sin embargo, entró de nuevo en el dormitorio, cambió su pijama por ropa de calle, recogió su larga melena en una cola de caballo y con las llaves en la mano, salió de casa sin pensar muy bien en lo que estaba haciendo.
Bajó en ascensor y aceleró el paso hacia la salida. Entonces se paró de golpe. ¿Qué estaba haciendo? No sabía si Zabdiel estaría en casa o no. Quizá debiera llamarle primero para confirmarlo.
Tomó su teléfono del bolsillo y marcó una vez más el número del boricua. Esta vez dejó que diera tono. Uno, dos, tres tonos y una voz masculina y jadeante respondió.
—Zab ¿Estás bien? —Se escuchaba mucho ruido de fondo.
—Sí. ¿Dónde estás? —Preguntó el cantante.
—En mi edificio. ¿Dónde estás tú?
—En tu edificio.
La figura de Zabdiel se hizo presente frente a ella al otro lado de la puerta. Estaba empapado, acababa de empezar a llover con mucha fuerza. Corrió hacia la entrada y le abrió, sin embargo, no se apartó para dejarle pasar. Se había quedado maravillada por como le brillaba el rostro bajo el agua. Por las gotas que empapaban su pelo, y por como su mirada la penetraba.
Ninguno dijo nada. Se quedaron en silencio y completamente quietos por unos minutos, hasta que Zabdiel, con una sonrisa de medio lado dio un pequeño paso adelante que ella siguió instintivamente. Pasó la mano por su cintura y malévolamente tiró de ella hasta pegarla bien a su cuerpo, empapando su ropa y su piel. Acarició el rostro de Venus, ya mojado por la lluvia y pasó su pulgar por el labio inferior de ésta, que abrió la boca con anticipación.
—Necesitaba verte —le susurró desde las alturas.
—Yo también iba a buscarte —su voz sonó ronca.
—¿Para qué querías verme? —se encorvó un poco para acercarse más a su rostro.
—Necesito que hablemos. —Ella se puso de puntillas para ayudarlo.
—Yo no quiero hablar. Ahora no.
El cuerpo de ambos tembló al contacto de sus labios. Cuando la distancia entre ambos desapareció y lo único que sentían eran sus caricias furtivas, Vee dio un salto, ayudada por las manos de Zabdiel y se colgó de él cual koala, sin importar que estuviesen en medio de la entrada, bajo la lluvia y frente a la cámara de vigilancia.
Se necesitaban. Ambos habían necesitado ese beso tanto como respirar. Habían prolongado la agonía sin sentido y al fin habían terminado con tanto dolor. En ese preciso instante lo único que los dos sentían era amor. Amor del bueno. Ese amor al que sin duda, si te llama, le abres la puerta.
AL FINNNNNN GRACIAS ERICK X TUS PALABRAS, TE AMOOOO💗💗💗
La tensión sexual q hay entre Lovi y Chris!❤🔥 DIOS YA COMANSE LA BOCAAAAAA