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Afrodita-Lili

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Venus-Idlu

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Atenea-Lilu

Capítulo 63 Hora de ser sinceros

  • Foto del escritor: denovelasvalacosa
    denovelasvalacosa
  • 8 dic 2022
  • 15 Min. de lectura

Un carraspeo interrumpió aquel beso que se había hecho eterno. Sus labios habían quedado enrojecidos entre succiones y pellizcos. Se apartaron un poco de la entrada, para dejar pasar y se echaron a reír al escuchar la voz de aquella vecina que se quejaba por la indecencia de los jovencitos.

Venus pasó la mano por el pelo azul que goteaba sobre su nariz y lo echó hacia atrás, como si fuera lo suficientemente largo como para no volver a su sitio. Las gotas salpicaron toda su cara, lo que les hizo reír aún más.

—Puedes bajarme —Zabdiel no le hizo caso—. Zab... —rio cariñosa— deberíamos subir y hablar.

—No quiero que este momento acabe —Apoyó su frente sobre la de ella y respiró profundo con los ojos cerrados. El miedo le invadió el cuerpo.

—Yo tampoco, pero nos vamos a resfriar y no puedo permitirme ese lujo. Vamos a mi casa y nos ponemos algo seco.

—O no nos ponemos nada —comentó juguetón, aún sin abrir los ojos.

—Eso también me parece bien.

La besó con más fuerza todavía y clavó sus dedos en el trasero de la Diosa mientras ésta ahogaba un gemido de placer anticipado.

Entraron con bastante dificultad en el edificio y caminaron, bueno, Zabdiel lo hizo, ella seguía en sus brazos, en dirección al ascensor, presionando el botón eventualmente, con impaciencia.

Para cuando las puertas se abrieron a ambos les quemaba la ropa y les dolía el cuerpo por no tenerse piel a piel.

La espalda de Venus chocó contra la pared, haciendo que se estremeciera con el frío que emanaba. Al fin sus labios descansaron cuando el boricua inició un descenso por su barbilla hacia el hueco del cuello.

—No te haces una idea de lo mucho que he extrañado esto —susurró vehemente la Diosa.

No obtuvo respuesta, él estaba demasiado ocupado lamiendo cada gota de agua que empapaba los escasos pedazos de piel desnuda.

Un gruñido se escapó de entre sus dientes cuando Venus le agarró del pelo y tiró de él para poder mirarle a la cara.

—Eres hermoso.

Una sonrisa genuina acudió a los labios de ambos y por un segundo se olvidaron de las ganas que se tenían y se quedaron quietos, mirándose a los ojos, profundizando en sus almas. Hasta que llegaron a la planta que les correspondía y las puertas se abrieron.

—Zab, me puedes bajar ya —le pidió una vez más. Y una vez más fue ignorada.

El cantante, esta vez sin besarla, simplemente concentrado en observarla mientras reía, caminó con ella hasta la puerta de su domicilio y no fue hasta que llegaron ahí que la dejó en el suelo. Sobre todo porque ella insistió en que no podía sacar las llaves del bolsillo con la pierna doblada como la tenía.


Una vez dentro, caminaron hacia el dormitorio. Vee agarró una toalla del baño y se la tendió a su acompañante. Este la cogió, pero la dejó sobre la cama justo antes de acercarse a ella por la espalda. La abrazó y besó la parte alta de su cabeza, justo sobre la cola de caballo. Ella giró sobre sus talones, quedando de nuevo frente a frente con él. Se observaron con la boca entreabierta. Pasearon la vista entre sus ojos y sus labios, a la espera de que el otro diera el paso. Esta vez fue Vee quien le besó.

Tiró del cuello de su camiseta para atraerlo y se puso de puntillas para acortar el camino. Zabdiel se veía muy alto junto a ella y eso era lo que más le gustaba. Se sentía protegida. Aunque bien sabemos todos que, justo Venus, no necesitaba a nadie que la protegiera.

Las manos del boricua instintivamente fueron a parar a su espalda y bajaron despacito hasta dar con el borde de la camiseta.

—Te ayudaré a desvestirte —le susurró en los dientes. Ella sólo asintió.

La primera prenda cayó al suelo, seguida de la parte de arriba que le cubría a él.

Aprovecharon la distancia para observarse minuciosamente y recorrerse con la punta de los dedos.

La mano de Vee bajó desde su cuello, pasó por el pectoral y siguió por su abdomen hasta toparse con el botón del pantalón, que con gran habilidad, desabrochó rápidamente. Él se estremeció y cerró los ojos esperando por más.

—No pares ahora —le pidió cuando dejó de sentirla.

—No pensaba hacerlo.

Deslizó la mano bajo la goma de su ropa interior y clavó sus uñas en la nalga izquierda del muchacho, lo que le hizo gruñir con deseo.

—Coño, mami.

Vee rio con diversión al sentir el golpe que su miembro le había propinado en la barriga y éste, rio con ella.

El golpe que originó la puerta de la entrada al cerrarse, sobresaltó a ambos y rompió la intimidad que se había generado hasta ese momento.

—¡Mamá! —el grito de Esteban cruzando el pasillo ayudó a enfriar tanto el ambiente como sus cuerpos.

—¡Espera, hijo, me estoy cambiando!

Zabdiel agarró la toalla que había dejado sobre la cama, secó su cuerpo y volvió a abrocharse los pantalones, mientras Vee se ponía en un vestido y dejaba a un lado toda su ropa mojada.

No le pasó desapercibida la mirada del cantante mientras se desnudaba y volvía a vestirse.

—Esto no queda así—amenazó mientras volvía a abrazarla.

—Busca en mis cajones, —aguantó la risa—, seguro que tengo alguna polera que te pueda servir.

—¿Voy a recuperar mi ropa? No lo puedo creer.

—De eso nada, la quiero de vuelta.



Blake paró frente al edificio de su novia y esperó con paciencia a que Afrodita bajase. Estaba nervioso. Sabía que la Diosa se alejaba de él y no podía permitirse ese lujo, así que había reservado en un buen restaurante, esperando así impresionarla y recuperar su atención de nuevo. Ya lo había hecho la noche anterior con el viaje en helicóptero, así que esperaba que no fuese difícil hacerla volver a él tras aquella velada.

Lovi le encontró apoyado sobre la puerta del Mustang negro y se relamió los labios al observarle de arriba a abajo. Iba vestido como todo un James Dean. Vaqueros, camiseta blanca ajustada al pecho y una chaqueta abierta que dejaba ver como se le marcaban los pectorales. Se había peinado hacia atrás y dejaba a la vista sus preciosos ojos azules.

—Pero que guapo vas ¿No?

—Lo mejor para la mejor —sonrió de medio lado, con esa pícara mueca que le parecía tan atractiva a todo el mundo y ella se rio.

—Que idiota eres.

Se acercó a él y éste rodeó su cintura con los brazos. La atrajo hacia su cuerpo de un tirón salvaje y besó sus labios con determinación y fiereza.

—Pero soy tu idiota —le dijo con la frente apoyada sobre la de ella.

Tu idiota... ese posesivo había movilizado demasiadas cosas dentro del estómago de Afrodita. Por un lado, la calidez con la que había pronunciado esas palabras hizo que se sintiera querida y segura. Por otro lado, no era de él de quien las quería escuchar.

<<Lo estoy haciendo todo mal>> pensó.

—¡Eh! ¿Estás bien? —apartó el pelo de su rostro y llevó su barbilla hacia arriba para que le mirase.

—Sí, perdona, es que... Ha sido un día largo.

—¿Ah, sí? ¿Qué has hecho tras dejarme solito en la cama esta mañana?

—eeeh —se quedó pensativa. No sabía si debía contarle con quien había estado—. Quedé con un amigo para patinar y después estuve de charleta con Atenea. Al parecer se va a vivir con Bati. Hemos empezado a recoger sus cosas.

—¿Sé va de tu casa?

—Sí.

—Y ¿No estarás buscando nuevo compañero de piso, por casualidad, verdad? —Lovi respiró profundo.

—La verdad es que creo que me va a venir bien estar un tiempo sola.

Blake se llevó una desilusión con aquella respuesta, pero trató de disimularlo lo mejor posible. Aunque no estaba acostumbrado a que le rechazasen, por parte de ella ya lo había vivido con anterioridad y si se salió con la suya consiguiendo que fuesen pareja... le haría cambiar de opinión con respecto a la convivencia también.

—Vamos, se nos va a hacer tarde.

—¿Y dónde vamos? —preguntó ansiosa con una gran sonrisa mientras caminaba en dirección a la puerta del copiloto.

—Es una sorpresa. Pero estoy seguro de que te va a encantar.

—Tus sorpresas siempre consiguen ese resultado —le dijo antes de guiñarle un ojo y subir al coche.



Vee se acurrucó en el sillón junto a su hijo y Zabdiel. Dana decidió que debía dejarlos solos al ver que el cantante se encontraba en la casa. Se alegraba de aquella situación. Por fin su compañera de piso volvía a sonreír, lo que sólo podía significar una cosa. Esos dos habían arreglado sus diferencias.

Tebbi eligió una película familiar que tenía como portada a dos de los minions y pulsó play en cuanto se acomodó en su lugar.

No le sorprendió ver a Zabdiel, es más, se sentía cómodo con la situación. Le gustaban los amigos de su madre y aunque prefería a Richard, porque siempre que lo veía estaba con su hija o con alguna de sus mascotas, Zabdiel también le parecía buena compañía.

Al cabo de un rato, cuando las palomitas se hubieron acabado, apoyó la cabeza sobre el regazo de su madre y ésta acarició su pelo lacio hasta que se quedó completa y profundamente dormido.

—Creo que debería llevarle a la cama.

—No, no te muevas o se despertará. Yo le llevo —se ofreció el boricua.

Se levantó de su lugar, agarró con cuidado al pequeño y le metió en el dormitorio. Antes de salir, recogió del suelo toda la ropa que habían dejado húmeda y la tendió en diferentes superficies del baño que había en el dormitorio, esperando que se secasen antes de tirarlas al cubo de la ropa sucia, o en su caso, llevársela a casa.

—Duerme como un angelito —le dijo mientras cerraba la puerta.

—Y despierto es un terremoto.

—Debió salir a su mamá. —Ambos se rieron.

Vee se levantó del sofá y se dirigió a la cocina para calentar la comida. El niño ya había cenado, pero ellos prefirieron esperar. Habían pasado el día entero juntos, cancelando, el boricua, las horas de ensayo de guion que tenía con los chicos. Utilizó de excusa que se encontraba mal y aunque ellos insistieron en ir a su departamento, él pidió que le dejasen dormir al menos ese día.

Zabdiel se acercó a la Diosa con tranquilidad y volvió a abrazarla por la espalda mientras ella emplataba lo que se encontraba en la olla.

—¿Por dónde nos habíamos quedado?

—Zab... —Dijo ella aguantando una risitia— tenemos que cenar. Debo salir para el club en un par de horas.

—Está bien, aguafiestas —se apartó de su lado y puso la mesa.

Una vez sentados, Vee abrió la boca y la cerró un par de veces antes de animarse a hablar. Estaba lista. Tras haber pasado todo el día juntos, sabía que era el momento de decirle lo que debió decirle hacía mucho tiempo.

—Zab —comenzó y este alzó la vista del plato— cuando nos peleamos...

—No quiero hablar de eso, Vee —la interrumpió.

—Necesito que me escuches, por favor. —Él asintió sin ganas. No quería discutir—. Cuando nos peleamos... yo te alejé porque tenía miedo. —Hizo una pausa— Tenía miedo de que te molestases conmigo al saber que estaba embarazada. —El boricua se atragantó con la comida y empezó a toser con vehemencia.

—¿Estabas embarazada?

—Sí. Me quedé embarazada mientras mantenía una relación contigo y con Richard al mismo tiempo. Afrodita también estaba involucrada y tenía pánico de perderlos. No sabía quien era el padre y bueno, ya nunca lo sabremos, porque el día que tú y yo nos peleamos, tuve un aborto espontaneo.

>>Lo supe en el momento acariciaste mi barriga. Podía sentir como me desgarraba por dentro y no quería que me vieras así, así que por eso mismo te eché de mi casa. —Las lagrimas acudieron a sus ojos—. Lo siento. Sé que fue muy egoísta por mi parte. Te lo oculté a ti, a Richard y a mi propia amiga. —Zabdiel se pasó las manos por la cara intentando pensar con claridad y limpiándose las lágrimas.

—¿Estás bien? —le preguntó al cabo de unos segundos.

—Sí. Erick estuvo ahí para ayudarme. Atenea también.

—¿Erick lo sabe?

—No sabía a quien llamar. Estaba sangrando, no podía moverme y mi hijo se estaba asustando.

—Deberías haberme llamado a mí —sonó molesto.

—No podía —ella también se molestó un poco, pero volvió a suavizar su voz— no entiendes el miedo que me daba todo en ese momento.

—Yo... No sé que decir.

—Lo entiendo, pero, deja que te explique todo. Déjame contarte quien es Venus y entonces, espero, entenderás porque me comporto como una hueona.



Atenea bajó del escenario para que los bailarines subieran. Desde que había comenzado la noche, estaba de muy buen humor. Al fin iba a dejar sus miedos atrás, su incertidumbre, y le iba a decir al amor de su vida que estaba lista para irse a vivir con él. Pero antes le haría sufrir un poco.

Le observó desde la barra. Él estaba hermoso, sexy y vestido tan sólo con unos pantalones vaqueros bastante ajustados, que dejaban poco a la imaginación.

Se había apoyado en la pared y había cruzado los brazos observando cómo los chicos llevaban a cabo su coreografía. Era una de las nuevas, así que estaba en estado de concentración esperando a que ninguno cometiera un error. Se veía demasiado atractivo.

—Hola —dijo alguien junto a ella, sacándola de su ensimismamiento.

—Hola, ¿te puedo ayudar en algo?

—Sí, perdona, es la primera vez que venimos y nos han hablado muy bien de los shows privados. Una amiga vino hace unas semanas con sus cuñadas y estaba más que encantada con uno de los chicos.

—Claro. Dime ¿De quién se trata?

—Me dijo que era un chico rubio. No recuerdo que nombre tenía.

—¿Mammon o Amon?

—El jovencito que está ahí bailando. —Señaló con la cabeza hacia el escenario.

—Mammon. ¿Y qué es lo que querías saber?

—¿Qué tengo que hacer para que me haga uno de esos shows a mí y a mis amigas?

—Pues déjame que mire la agenda, que hable con él y te digo su disponibilidad para hoy. ¿En qué mesa estás?

—En esa de la esquina. —Señaló una en la que podía verse a tres señoras que vociferaban mientras los chicos se deshacían de sus prendas.

—Está bien. Te mantendré informada.


Afrodita terminó de recoger los vasos de una de las mesas cercanas a la barra y vio a su amiga apuntando algo en la tablet. La interrogó y arrugó la nariz al saber que su novio se iría a la sala VIP con aquellas mujeres, que serían maduritas, pero todas eran bastante guapas.

La inseguridad se apoderó un poco de ella, hasta que le miró subido al escenario y vio lo bien que lo pasaba bailando. Después, el miedo mermó cuando el chico, como si intuyera que algo iba mal, le guiñó un ojo y le regaló una sonrisa. No tenía que preocuparse. Además, era lo que le tocaba soportar por tener una relación con un bailarín exótico. ¿No?

Dejó las copas que había recogido sobre la barra y esperó a que Vee se acercara a ella para preguntarle porque tenía esa cara de preocupación.

—No tengo cara de nada, hueona.

—No, claro... y yo todavía me chupo el dedo gordo.

—Será, po. —La española frunció los ojos con suspicacia y su amiga simplemente suspiró y aceptó la derrota—. Vamos afuera, es hora del descanso. Ahí te cuento.

—Vale. Deja que le digo a Atenea y nos vemos en la entrada.

Afrodita se acercó a la rubia justo cuando terminó el show y le dijo que saldría diez minutos a tomar el aire. No porque tuviera que pedir permiso, sino porque en caso de que pasase cualquier cosa, sabría donde encontrarla.

Vee estaba caminando de un lado al otro, nerviosa, pensando en si había cometido un error al abrirle su corazón a Zabdiel, pues él, al terminar de escuchar su historia, simplemente le dio un abrazo que duró una eternidad, un beso en la frente y se marchó al ver la hora.

—Le he contado a Zab toda mi historia, incluida la parte en la que quedé embarazada y perdí al bebé.

Lo dijo rápido, como cuando te quitas una tirita, en cuanto Lovi cruzó la puerta hacia la calle.

—¿Y él que te dijo?

—Me abrazó. Quedamos así por un rato largo y después el hueon me dio un beso en la frente y se marchó al escuchar mi alarma.

—¿Se fue sin decir nada?

—Bueno, se despidió, pero...

—Pero esperabas otra reacción. —Entendió y sacudió la cabeza en negación—. Quizá sólo necesita procesar la información. Estoy segura de que pronto... —Quedó en silencio y sonrió al ver que sus palabras se hacían realidad incluso antes de terminar de pronunciarlas.

—¿Qué miras? —Venus volteó para ver lo que había callado a su amiga y entonces le vio.

Zabdiel caminaba hacia ellas con los ojos un tanto rojos y cara de circunstancias.

—Zab... ¿Qué haces acá?

—Yo os dejo solos. Le diré a Fab que vas a tardar un poco más de lo esperado.

Ambos asintieron con sonrisas casi imperceptibles.

—¿Qué haces acá? —Repitió la morena.

—Coño, mami, soy un tarado, no debí marcharme así de tu casa. No sin decirte que eres la mujer más fuerte que he conocido. No sin decirte que ojalá yo fuera la mitad de fuerte que tú. Debí quedarme ahí contigo hasta el último minuto.

—Sí.

—Pero igualmente no he dejado de pensar en tus palabras, tus emociones, tus sentimientos y en los míos. Yo te amo. Te amo como nunca en mi vida he amado a nadie. Estoy loco por ti, por tus locuras, por tu energía y por toda esta belleza que desprendes con sólo existir.

—Zab...

—No. Déjame hablar, por favor. No debí marcharme y nunca más lo haré. Por favor, perdona a este idiota enamorado que no sabe como reaccionar.

—¿Has estado en la calle hasta ahora? —Preguntó enternecida y preocupada. Eran las tres de la mañana.

—Fui a casa. Traté de componer, de producir, de escribir. Pero lo único que podía hacer era escuchar tu voz en mi cabeza, contándome con entereza todo por lo que has pasado y... comencé a llorar como un carajito.

—Zabdiel... —Llevó su mano hasta la cálida mejilla del muchacho y él cerró los ojos e inclinó la cabeza para sentirla un poco más.

—Te amo y te prometo que jamás te dejaré tirada. No te haré sufrir de esa manera. Nunca más tendrás que sufrir así por nadie.

—Los dos sabemos que eso no es cierto, porque no hay relación perfecta, pero estoy dispuesta a correr el riesgo si tú lo estás.



Batista aprovechó el baile de Belfegor y Amon a escasos centímetros de las mujeres, para tomarse un respiro, dejar de controlar todo y acercarse a la oficina. No porque tuviera que hacer nada, sino porque necesitaba un momento alejado del tumulto.

Quería pensar, aunque ya lo había hecho durante todo el día, que tenía de malo haberle propuesto a Atenea que se fuera a vivir con él, pues ella, desde ese momento, le había dado de lado. No sólo no le había dicho que sí, como él esperaba, sino que además estaba distante y fría. Más fría de lo normal. Pero no podía desdecirse. No podía ir hasta ella y pedirle que olvidara su propuesta, porque eso no iba a pasar; pero entonces, ¿Qué podía hacer para no perderla? Él sólo quería tenerla más cerca. Lo quería todo con ella, aunque sabía que estaba siendo bastante egoísta. Comenzó a culparse. Sí él la quisiera de verdad —se repetía mentalmente— la alejaría de su vida y la pondría a salvo.

Se quedó pensativo, sentado en la silla, observando, sin realmente ver, el monitor que mostraba las imágenes en directo del local.

La buscó sin proponérselo y, con una sonrisa, se quedó impresionado por la agilidad que tenía para moverse por la sala con una bandeja en la mano. El corazón se le aceleró cuando vio como Daniel pasaba junto a ella y rozaba con su brazo la espalda de la Diosa.

Sabía que en un pasado esos dos habían tenido algo fugaz y eso le hervía la sangre. No por celos, que un poco también, sino porque se sentía estúpido. <<Supe que sería la mujer de mi vida desde el primer instante en que la vi. Sentí a esas traidoras mariposas convertirse en huracanes, pero no podía acercarme a ella, no de esa manera. Estaba casado y...>>

Una imagen interrumpió sus pensamientos.

El sistema de cámaras iba saltado la imagen principal de un lugar a otro cada ciertos minutos y lo que Batista estaba viendo en esos momentos le puso furioso. Cerró los puños con fuerza y apretó la mandíbula tan fuerte que temió que se le fuesen a romper los dientes.

Observó bien lo que estaba ocurriendo. Cómo él se hacía una raya en su culo, cómo ella le lamía el miembro sin vergüenza, cómo él le sonreía pícaro.

Se quedó ahí parado, con la respiración agitada y el corazón a dos mil por hora. ¿Qué iba a hacer? Sabía que sacarlo del cuello arrastras, paseándolo desnudo frente a todo el mundo y dejándolo en la calle medio muerto tras una paliza no era la solución, pero se recreó un poco en su mente antes de descartar la idea por completo.

Comenzó a caminar como toro enjaulado, de un lado al otro del pequeño cubículo hasta que consiguió relajar sus pulsaciones, aunque en su cabeza aún se sopesaba la idea de arruinarle la cara a puñetazos. <<¿Qué le voy a decir a ella? ¿Cómo...>> Otra vez una imagen interrumpió sus pensamientos al ver que ya se despedían. Había pasado por lo menos una hora, lo que dura un maldito baile privado y ella... ¿Qué era eso que le daba?


Bryant salió de la oficina como alma que lleva al diablo y aunque trató de relajarse para no partirle los dientes, no pudo evitar agarrarle del cuello en el preciso instante en que le vio en el vestuario, con esa sonrisa engreída que le caracterizaba y todo el cuerpo sudado.

—¡¿Qué haces?! —le gritó el muchacho.

—¡¿Qué hago?! Mejor agradece lo que no estoy haciendo y aléjate de ella.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—¡Qué te alejes de ella! —tenía los ojos encendidos de furia.

—Ni que fuese tu novia —sonrió altanero al ver la rabia en sus ojos— Hasta donde yo sé, la tuya es la rubia.

—Cállate maldito niñato y hazme caso, por que sino...

—¿Sino qué? —le encaró a pesar de que aún seguía agarrado por el cuello y le costaba respirar— te recuerdo que todo esto fue idea tuya.

—Cierra la boca y hazme caso. Aléjate de Afrodita, porque te juro que si le haces sufrir... —Blake comenzó a reír irónico.

—Fuiste tú quien me pidió que me acercara a ella para que no sospecharan de mí: Lovi es muy ilusa, si te la ganas, jamás sospechará de ti. Esas fueron tus palabras.

—Te pedí que te acercases, no que la enamorases. Ahora, aléjate de ella. —Le apretó el cuello un poco más fuerte.

—No puedo. —Habló con dificultad— Entiende que tener a la dueña de mi parte me viene muy bien para el negocio. Si lo sabrás tú.

—No digas tonterías, Blake, tú y yo no somos iguales.

—¿Estás seguro?

—Yo estoy enamorado de Atenea y para ti Afrodita sólo es un as bajo la manga.

Un golpe seco se escuchó fuera y distrajo la atención del cubano. Alguien había escuchado su conversación, así que soltó al joven y caminó rápido hacia la puerta, pero ahí sólo había una bandeja cubierta de vasos rotos.

—Mierda, mierda y más mierda —se reprochó todo lo que había dicho nada más intuir quien había estado escuchando a escondidas.

—No hagas conjeturas, no tienes ni idea de lo que yo siento por Lili. —avisó el bailarín mientras pasaba tras su jefe, frotando su cuello y golpeando su hombro con el cuerpo.

Batista ya no le escuchaba, sólo pensaba en como iba a explicar todo aquello.

Saltó los cristales rotos con agilidad y se encaminó a toda prisa hasta la oficina.

—Espera, Ati, lo puedo explicar.


 
 
 

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3 Comments


Lou <3
Lou <3
Dec 08, 2022

Podemos hablar de Vee y Zab?😍❤️

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denovelasvalacosa
denovelasvalacosa
Dec 09, 2022
Replying to

Por supuesto jajajaaj

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Lou <3
Lou <3
Dec 08, 2022

OMG! :0

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Joel Pimentel

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Erick Brian Colón

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Christopher Vélez

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Richard Camacho

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Zabdiel de Jesús

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