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Afrodita-Lili

Afrodita-Lili

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Venus-Idlu

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Atenea-Lilu

Capítulo 61 Si el amor llama a tu puerta...

  • Foto del escritor: denovelasvalacosa
    denovelasvalacosa
  • 22 nov 2022
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 24 nov 2022

Blacke había notado que a Lovi le pasaba algo. Desde hacía un tiempo se encontraba ausente cuando estaban juntos, era menos cariñosa en la cama y apenas le escribía o le pedía pasar la noche juntos, así que trazó un plan o más bien, planificó una cita que, pensó, devolvería a la Diosa a sus brazos y la alejaría de aquello o de aquel que estuviera en su cabeza.

Acudió a Atenea para que organizase los horarios de la semana de tal manera que ellos pudieran pasar una noche juntos sin tener que aparecer por el Lilith y aunque la española ya tenía demasiado encima, accedió, pues ella había notado a su amiga también bastante alicaida.

—¿Qué vas a prepararle?

—Supongo que ella te lo contará. Quiero que sea sorpresa y me da miedo que se te escape algo.

—¿Perdón?

—Vamos, Lilu, hace casi dos meses que Lili y yo estamos juntos y sé que se cuentan todo.

—Dos meses y la sigues llamando Lili en vez de Afrodita.

—Me gusta, es algo que sólo hago yo. —Atenea asintió—. Entonces, ¿Me vas a ayudar?

—Sí, sí, sólo dime que tengo que hacer y te la dejaré lista.

—Perfecto.


La velada comenzó con un paseo en coche por la costa. Hacía poco que el joven se había hecho con un auto nuevo, así que no le sorprendió en absoluto cuando él llamó a su puerta y le pidió que bajase para dar un paseo aprovechando que ambos estaban libres. Al principio ella se negó con la excusa de que tenía que sacar a Freya y que prefería descansar, pero al final, tras su insistencia decidió que lo mejor sería concederle el capricho.

Para cuando aparcaron en el helipuerto, la cara de Afrodita pasó a ser un poema en el que no entendía nada.

—¿Quieres cenar en París? —bromeó el chico.

—Creo que con un helicóptero no llegamos, pero oye, todo es intentarlo —se rio ella.

Al fin le había sacado una sonrisa y eso le hacía sentir orgulloso.

—Vamos, nos esperan.

—¿Estás de broma? Dime por favor que esto es una broma.

—¿No te gusta volar? —Los ojos de Lili se iluminaron y una sonrisa inmensa acudió a su rostro.

—Claro que sí. Me encanta, pero esto debe ser carísimo.

—No te mereces menos.

—Pero Blacke... te pagamos bien, pero no tanto como para que derroches el dinero en esto.

—Cada uno se gasta su dinero en lo que considere oportuno y no hay nada más oportuno que hacerte feliz.


Tras aquel maravilloso viaje por el aire, pararon en un restaurante peruano llamado Ceviches by Divino donde el chico probó por primera vez la comida del país de donde procedía su novia.

El lugar no era el más romántico del mundo, al menos no tanto como haber visto Miami desde las alturas, pero la comida estaba deliciosa y eso era algo que no podían negar ninguno de los dos.

Bebieron Pisco sour y charlaron de tantas cosas que a la Diosa se le olvidó porque se había alejado del muchacho. Aunque no tardaría mucho en recordarlo.

Entre trago y trago, tanto Afrodita como Blacke tuvieron que pasar por el baño en varias ocasiones. Ocasiones que ella aprovechaba para revisar su teléfono y saber si todo iba bien.

En una de esas paradas en boxes, una notificación llamó su atención. Christopher había subido una nueva historia a su instagram. No dudó un segundo antes de abrirla. Estaba patinando. Extrañaba demasiado patinar con él y decidió dejarle un mensaje, al fin y al cabo, aunque llevasen un mes sin verse por los distintos compromisos que ambos tenían, habían decidido ser amigos ¿No?

<<Hola, hola, caracola... Hace rato que me debes unas clases de skate. Ya estaba mejorando ¿Te parece si nos vemos pronto?>>

<<Hola, bella, pues me encantaría salir a patinar contigo, pero empezamos a grabar en un par de días y no sé cuanto tiempo tendremos.>>

<<Okay, no pasa nada, lo entiendo.>>

<<Aunque... ¿Mañana estás ocupada? Quizá podríamos ir a nuestro lugar una horita>>

<<¿Nuestro lugar?>> Esa frase le sacó una sonrisa.

<<La bahía. Tú me entiendes>>

<<Yo te entiendo, no te preocupes. Hecho, mañana nos vemos en la bahía. Mándame un mensaje cuando estés listo y me acerco>>

<<No te preocupes, te paso a buscar por tu casa>>

<<No, no, yo me acerco. No creo que esté en casa>> Y automáticamente se arrepintió de escribir aquello.

<<Ah, claro. Bueno, nos vemos ahí entonces. Besos. Disfruta de tu noche>>

Le dolió. Aquella frase le dolió en el alma.



Atenea bajó del escenario y se dirigió hacia el vestuario sólo para retocarse el maquillaje y secarse el sudor que le generaban los focos de la sala. Batista, que había estado ocupado las últimas semanas con su hijo, decidió seguirla para ver si aquella noche conseguía que le prestase un poquito de atención. Cierto es, que aunque el cubano había pasado gran parte del tiempo con Junior, la Diosa tampoco había estado tan disponible como solía estar pues se estaba encargando de la búsqueda de nuevo personal. La cartera de clientes había crecido y por ende necesitaban más bailarines y camareros que ayudasen al resto de la plantilla.

—Hola, preciosa —le dijo mientras se pegaba a ella por la espalda.

—Cariño, estoy totalmente empapada —le sonrió a través del espejo y se movió un poco para que se alejase.

—No me importa, extrañaba sentirte así entre mis brazos.

—¿Sudada?

—Bueno... preferiría que fuese, sudada y desnuda y que ambas cosas fueran gracias a mí, pero no me voy a quejar por tenerte así.

—Que tonto eres, venga, déjame que tengo que secarme un poco antes de salir de nuevo.

—No salgas, no te vayas todavía.

—Bati, estamos trabajando...

—Bueno, pero somos los jefes... —se mordió el labio inferior y agarró su mano—. Ven, sígueme.

Tiró de ella hacia los baños y sin darle tiempo a reaccionar la encerró en el primer cubículo que se encontraron.

—Para... —le pidió con pocas ganas entre risas y estremecimientos cuando el de ojos claros le besó el cuello.

—¿Segura que quieres que pare? —sus manos se deslizaron por debajo de su vestido.

—No, pero tengo que volver al escenario...

—Vente a vivir conmigo.

Atenea, que trataba de escapar de entre sus brazos aunque sin ningún esfuerzo real, se quedó de piedra al escuchar esas palabras y le miró a los ojos para ver si hablaba en serio o sólo estaba bromeando.

—¿Qué has dicho?

—Que te vengas a vivir conmigo.

—Tú estás loco —se rio con ternura.

—Por ti, sí. Asere, mami, no me digas que no tienes ganas de que te haga el amor cada noche y que te abrace mientras duermes.

—No. Ya sabes que no me gusta que me abracen mientras duermo.

—Mentira. Eso dices tú, pero luego si no te abrazo te molestas. —Se echó a reír el chico.

—Que tonto eres. Deja de decir tonterías y vamos a trabajar.

—Ati, de verdad, tú sabes cuando miento. ¿Crees que estoy bromeando?

—Pues si no lo haces, es que simplemente estás loco. No hace tanto que te divorciaste, Junior vuelve a estar en tu vida y yo...

—Tú eres parte de mi vida ahora.

—Pero está Afrodita también, no puedo dejarla sola con el alquiler... No, cariño, lo siento, no puedo.

—Mmm... —Meditó— haré que cambies de opinión.



Venus aprovechó lo poco concurrido que estaba el local en ese momento para entrar en la oficina y revisar que las cámaras de vigilancia estuvieran activas y funcionando correctamente. Sonrió pícara cuando en el monitor apareció la imagen de Batista saliendo del vestuario acomodándose el botón del pantalón y con una sonrisa triunfante. Sabía, aunque no pudiera verlo, que Atenea estaría ahí dentro y que, por lo que tardaba en salir, debía estar acomodándose el pelo y el maquillaje.

Salió nuevamente de la oficina y se dirigió hacia la barra, sirvió un vaso de agua y con un gesto perverso se acercó a ver a su amiga, que seguía plantada frente al espejo.

—Toma, creo que necesitas hidratarte un poco. —Atenea la miró a través del espejo y le regaló una sonrisa divertida.

Para nadie era un secreto lo que pasaba en aquel vestuario entre las dueñas y los que trabajaban en el Lilith. Por eso mismo era el único espacio libre de cámaras.

—Me ha pedido que me vaya a vivir con él. —Confesó mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

—¿De verdad? —Vee se emocionó también.

—Le he dicho que no. No puedo dejar a Lovi sola.

—Pero serás hueona... no es como que Afrodita vaya a quedarse sola y desvalida. Nos tiene a nosotras, a Blacke...

—El alquiler...

—Las cosas nos van bien, puede permitirse pagar el alquiler perfectamente hasta que encuentre a alguien.

—Pero no sé como le va a sentar la noticia.

—Ati, ella te quiere y quiere lo mejor para ti y que seas feliz. Batista te hace feliz y de eso es de lo que te tienes que preocupar. Lovi va a estar bien, no es como que no se vayan a ver nunca más, trabajan juntas... Además, ella pasa casi más tiempo en casa de su novio que en la tuya.

—Sí... hablando de lo cual... hay algo que me revuelve el estómago con él.

—¿Qué es un bebé? Yo también pienso que debería buscarse a alguien un poquito más mayor...

—No, eso no, aunque también. No sé que es, pero mi instinto me dice que deberíamos vigilarle un poco.

—Y tu instinto nunca falla. Okay, mantendré los ojos bien abiertos. Y tú te vas a vivir con ese monumento que tienes por novio. ¿Sí?

—¿Y tú vas a arreglar las cosas con Zabdiel?

—Eso no viene a cuento. Zab y yo somos amigos y así se va a quedar por ahora. Y preferiría no sacar el tema.

—Está bien, perdona.

—Tranquila. Oye, estaba pensando que como no está muy lleno podría irme a casa temprano y así llevo yo mañana al Tebbi al colegio. ¿Te parece si se queda solo Fabi?

—Si a él le parece bien, sin problema.



Zabdiel y Erick volvían a casa del estudio cuando el boricua se percató de que alguien conocido caminaba por la acera en plena noche. No era muy tarde y la zona estaba transcurrida, pero algo hizo que le pidiera a su compañero que frenase.

Bajó rápidamente del auto para alcanzarla y al llegar a ella se desilusionó al ver que no era quien él esperaba.

Erick, desde el coche, contrariado, esperó a que su amigo volviera y aunque sabía perfectamente con quien había confundido a aquella mujer, prefirió no mencionarlo cuando este volvió a abrir la puerta.

—¿Bebé? —la voz de aquella mujer sobresaltó a ambos— ¿Zab, qué hacen acá?

—Vee —Erick sonrió alegre al verla cruzar la acera—. ¿No deberías estar trabajando?

—No hay mucha gente y salí temprano. ¿Qué hacen ustedes por acá? —repitió la pregunta.

—Venimos del estudio.

—¿A las dos de la mañana?

—Sí, a veces terminamos tarde con lo que estamos haciendo. Oye, sube, te acercamos a casa —le pidió al verla parada en mitad de la calle.

—No hace falta, vivo a dos calles.

—No son horas de ir sola por la calle —abrió por primera vez la boca Zabdiel—. Si no subes te acompaño caminando.

—Si que son pesados, hueon. Está bien, subo, pero vamos a tardar más en coche que caminando.

Vee subió al auto con una sonrisa, pues en el fondo sabía que sus amigos se preocupaban por ella y eran demasiado tiernos. Se arregló el cinturón y miró por el espejo retrovisor hasta encontrar los ojos verdes del conductor que se achinaron al sonreírle.

—¿Cómo está Selene?

—Un poco estresada con todos los tramites y la universidad, pero ya no falta mucho para que pueda volver. Estoy deseando que llegue.

—No me extraña. ¿Habéis pensado que pasa si no le conceden la VISA?

—No, porque eso no va a pasar.

—Claro que no, pero sólo decía... —Vio temor en los ojos de su amigo, así que decidió rectificar— Da igual, es imposible que le digan que no. ¿Han hablado de dónde va a vivir? Creo que la habitación de Atenea va a quedar libre pronto.

—¿Cómo es eso? —preguntó Zabdiel— ¿Vuelve a España?

—No, no, Batista le preguntó si quería vivir con él y creo que al final le dirá que sí.

—¿Al final?

—Tiene un poco de miedo.

—La entiendo. —Murmuró el boricua.

—Pues yo no. Si el amor llama a tu puerta debes estar dispuesto a acogerlo con los brazos abiertos. No hay mayor necio que el que se niega a ese amor, sobre todo los que lo hacen por no sufrir porque al final sufren el doble.

Erick no cayó en la cuenta del efecto que tendrían sus palabras al pronunciarlas y tampoco se dio cuenta de como Zabdiel y Venus buscaron instintivamente sus miradas a través del espejo para después agacharlas irremediablemente.



Christopher saltó de la cama en cuanto el despertador comenzó a sonar. Estaba cansado y quería seguir durmiendo. Es más, si los planes de aquella mañana hubieran sido con otra persona, no habría dudado en cancelarlos, pero no podía. Esa cita era inamovible.

Se dio una ducha rápida, le puso comida a Ollie y recogió un poco la casa. Después sacó a pasear a su mascota, le mandó un mensaje a su amiga para confirmar que todo seguía en pie y se puso un poco nervioso al ver que no había respuesta.

Volvió a su departamento, prendió la televisión tratando de no pensar en que le habían dejado plantado y tan pronto encontró un canal que emitía algo interesante, su teléfono sonó.

<<Hola Chris, me he quedado dormida, pero ya estoy casi lista, nos vemos en media hora en la bahía. ¿Me llevo un casco? creo que olvidé todo lo que había aprendido. jajaja>>

El cantante rio con ternura ante aquel final y le envió un audio en el que le sugería que quizá también necesitase coderas y rodilleras. Después, con total tranquilidad, agarró su tabla, se acomodó la gorra, tomó las llaves del departamento y salió en dirección a la bahía.

Era temprano, ella había dicho media hora, así que decidió pedir un croissant en la cafetería de su edificio y un chocolate caliente para acompañar antes de ponerse en marcha.

Al llegar, Afrodita aún no estaba ahí, así que, todavía con hambre, decidió parar en un puesto de zumos y pedir uno para él y otro para su amiga, sabiendo perfectamente que el tropical sería de su agrado.

Caminó con ambos en una mano y la tabla bajo el otro brazo hasta llegar a las rocas donde solían sentarse y esperó paciente hasta que una mano se posó en su hombro.

—¿A quién estás esperando?

Una sonrisa asomó en su rostro al escuchar su voz sin tan siquiera darse la vuelta. Giró un poco la cabeza, con fingida desgana y respondió.

—¿Quién te dijo que estoy esperando a alguien?

—Los dos vasos que llevas en la mano.

—Soy un chico con sed e indeciso. ¿No puede uno pedir dos zumos sin ser juzgado?

—Por poder puedes, pero no creo te lo vayas a quedar. —Se sentó a su lado y este le tendió el batido tropical.

—Sólo porque soy un tipo generoso. —Le dijo mientras le sonreía.

—Gracias. La verdad es que no he desayunado y necesitaba algo que llevarme al cuerpo antes de empezar con las lecciones.

Ambos se quedaron mirando el mar por unos minutos mientras terminaban con sus bebidas. Sus miradas se cruzaron en un par de ocasiones, pero rápidamente fueron desviadas con nerviosismo. Hacía demasiado tiempo que no estaban los dos solos y en un lugar tan personal como lo era para ellos las rocas de la bahía.

—Estaba delicioso, gracias —por fin Afrodita rompió el hielo.

—¿Comenzamos?

—Claro, para eso hemos venido ¿No?

 
 
 

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4 Comments


Lou <3
Lou <3
Nov 24, 2022

La Bahía 🥺🥺❤‍🩹

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denovelasvalacosa
denovelasvalacosa
Dec 08, 2022
Replying to

La bahía... 😍

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Lou <3
Lou <3
Nov 24, 2022

Ya extrañaba esto❤️❤️

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Lou <3
Lou <3
Nov 24, 2022

Eso q dijo Erick💘

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