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Afrodita-Lili

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Venus-Idlu

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Atenea-Lilu

Capítulo 59 Agua que no has de beber...

  • Foto del escritor: denovelasvalacosa
    denovelasvalacosa
  • 27 jun 2022
  • 13 Min. de lectura

Actualizado: 26 jul 2022

El grupo se encontró en el estudio para probar con diferentes melodías y ver así que le iba más al nuevo disco. Desempolvaron viejas canciones que llevaban guardadas un tiempo y decidieron cuales grabarían primero. Encontrar la base del nuevo disco no iba a ser fácil y mucho menos ahora que además tenían otras cosas en la cabeza.

—Tenemos que hablar de 4 Ever.

—¿Vamos a sacar una nueva línea de ropa? —preguntó Zabdiel más allá que acá.

—¿Qué? ¡No! La serie. Chicos ¿Se centran?

—Sí, disculpa papi, no pasé una buena noche.


El boricua y Venus se habían quedado solos y sus miradas se habían relajado un poco, pero eso no significaba que el ambiente no siguiera caldeado.

—Te ayudaré a limpiar todo esto y después me iré.

—¿Te acabo de decir que te quiero y tú te vas a ir?

El boricua suspiró con dramatismo. Le dolía lo que estaba pasando. Quería decirle que él seguía enamorado de ella, pero tenía miedo de lo que fuese a pasar cuando la borrachera se le fuese. Él la quería, pero era demasiado volátil como para tomar en serio sus palabras en aquel estado.

—Te ayudo, vamos. —Ignoró sus palabras y comenzó a recoger los pedacitos de lima que había sobre la barra de la isla.


Tras la reunión, Christopher llevó a Zabdiel a casa y pasaron el camino completamente callados. Ninguno había tenido el final que esperaba aunque ambos habían obtenido la respuesta que esperaban. Al fin y al cabo, los borrachos siempre dicen la verdad. El problema era la cobardía que impedía a algunos aceptar esa realidad.


Lovi, tras dejar a Christopher atrás, se metió directamente en una de las salas VIP que no se estaba usando y se tumbó en el sillón, boca arriba para pensar en lo que había hecho.

Le había confesado su amor y se había ido. Una vez más los fantasmas de su cabeza habían hablado por ella, habían actuado por ella y habían sacado su parte más cruel. Aquella en la que se hacía sufrir a ella misma.

—Cariño, ¿Qué haces aquí? —preguntó Blacke al abrir la puerta y encontrarla tumbada.

—Vine a descansar. ¿Tienes un show privado ahora?

—¿Eh? No, no, es que... te vi entrar y quise preguntarte si me estabas esperando para irnos juntos. —Se notaba nervioso, pero para ella pasó desapercibido.

—Pensaba irme con Atenea, pero me parece mejor plan el tuyo. ¿Nos vamos juntos?

—Pero es muy temprano, todavía, ¿No quieres esperarme en tu casa?

—¡No! —respondió tan rápido que el niño se sorprendió y tuvo que explicarse para borrarle la confusión del rostro—. Es que Freya no nos dejará dormir bien. Mejor vamos a la tuya.

—¿Te dejo las llaves y me esperas ahí? Todavía me quedan cinco horas y media —Hizo como si no se hubiera dado cuenta de que le mentía. Tampoco le importaba demasiado con tal de tenerla en su cama.


Christopher se despidió de su amigo y entró en su estudio recibiendo el saludo de su mamá y de Ollie, que acababa de llegar del parque y estaba con las patas embarradas.

—Ahora lo baño, hijito. Ahora dime ¿Qué te tiene con esa carita?

—Nada, mamá, estoy bien.

—Te he parido, hijo, a mi no me puedes mentir. ¿Qué te pasa?

—No tengo ganas de hablar de ello, mamá.

—Está bien, entonces canaliza lo que sientes de otra manera. Escribe, canta, compón...

Y como buen hijo de mamá, el ecuatoriano escuchó lo que le decían y mientras la señora Yenny bañaba a Ollie, él se sentó en su terraza y mientras observaba los edificios que quedaban justo en frente, comenzó a escribir, pero nada de lo que plasmaba tenía sentido, así que cantó a capela una canción que había leído aquella misma mañana en el estudio.


Venus estaba en el metromover de camino a casa de Richard, donde había quedado para recoger a su hijo. Él insistió en llevarlo hasta su departamento, pero ella sabía que entonces no tendría fuerzas para hablar con el dominicano y contarle todo lo que le pasaba. Prefería que se enterase por ella y no por su amigo.

Richard bajó, como siempre que se veían. Salió con una sonrisa del auto que fácilmente le contagió a la chilena, que aún se sentía decaída tras la discusión de aquella mañana.


Zabdiel cedió ante la insistencia de la ebria Venus. Por un momento pensó que lo había hecho de nuevo, que había usado su Don para hacerle cambiar de opinión, pero rápido se dio cuenta que nada sobrenatural había influido en ello, el cantante simplemente había bajado la guardia mientras la observaba al ordenar y se había dejado llevar por las ganas de estar a su lado.

Pasaron un par de horas abrazados en el sofá, como una pareja cualquiera, viendo una película absurda que habían encontrado en Netflix. Después ella comenzó a quedarse dormida y él la cargó cual Koala para llevarla hasta su cuarto.

—No te vayas. Pasa la noche conmigo —le pidió con un hilo de voz mientras se quedaba dormida.

—No te gusta dormir con gente.

—No me gusta dormir sin ti.

No hizo falta más para que él se acurrucara a su lado y se dejara llevar por Morfeo. Esa mujer le tenía loco y a veces le era imposible obviar lo obvio. Estaba enamorado y ella había admitido sentir lo mismo. ¿Qué sentido tenía negarlo entonces?

A la mañana siguiente no pensó lo mismo. Despertó con el recuerdo de aquella vez que le echó de casa, el día que le dijo que no quería saber nada de él y le entró el pánico. ¿Y si volvía a pasar? No estaba dispuesto a soportar otra humillación así, otra pelea como aquella. No quería que le volviera a romper el corazón.

Se sentó en la cama, acomodó sus zapatillas y se encaminó hacia la puerta mientras ella remoloneaba y le buscaba con la mano sobre el colchón.

—¿Te vas? —preguntó aún con los ojos cerrados y sin saber muy bien si seguía en el cuarto o ya no.

—Sí. Tengo una reunión dentro de unas horas.

—Pensé que... —Se incorporó y abrió los ojos sólo para ver cómo él tenía la mano en el pomo de la puerta y era incapaz de mirarle a la cara—. ¿Estás huyendo?

—¿Qué? No...

—Estás huyendo. No seré Atenea, pero sé cuando alguien me miente —se pasó la mano por la cara para espabilar.

—Tengo una reunión y tú ya has cambiado tu tono al de pelea. No tengo ganas de pelear.

—No era mi intención despertar y pelear, pero estás huyendo como un cobarde. Al menos yo siempre he dado la cara.

—¿Y qué quieres que te diga?

—¿Por qué te vas en realidad?

—No estoy listo para esto.

—¿Para qué?

—Para esto. —Se señaló y acto seguido la señaló a ella—. No estoy listo para que me vuelvas a lastimar.

—Anoche te dije que te amo.

—No es suficiente —Volvió a mirar a la puerta y giró el pomo para salir del cuarto.

—Está bien. Pero yo no voy a rogarte. No voy a ir tras de ti. Reharé mi vida como he hecho siempre y saldré de esta con la dignidad intacta.

—¿Qué quiere decir eso?


Zabdiel entró por la puerta y se sentó en el ordenador, pensó que la música le ayudaría y tenía un par de proyectos que le esperaban. Agarró a Appa y lo acomodó sobre sus piernas, pero el muy traidor se escapó de él y se tumbó en la cama, sin hacerle una pizca de caso.

—Gato traidor, hoy que te necesito, me ignoras.

No podía concentrarse. Hiciese lo que hiciese nada le salía bien, así que agarró su guitarra y comenzó a rasgar algunas notas para ver como sonaba, hasta que una melodía le vino a la cabeza, una melodía que quedaría perfecta con la letra de una canción que había visto entre las que habían escogido aquella mañana.

Llamó a Erick y le pidió que acudiese a su departamento, pero el cubano estaba ocupado; se había enzarzado en una discusión, o un debate, como a él le gustaba llamarlo, con Selene y no quería dejar la conversación inconclusa. Entonces llamó a Richard, pero él confesó tener planes con la chilena, lo que le hizo chirriar los dientes al cantante.

—Eso quiere decir que te amo, pero más me amo a mí y no voy a andar llorando por las esquinas porque seas tan cobarde como he sido yo hasta ahora. Lo nuestro se termina acá y espero que tras esto que estás decidiendo no te arrepientas, porque voy a seguir con mi vida y no pienso tolerar ningún reclamo por ello.

Iba a seguir con su vida, y tanto que iba a seguir. No habían pasado ni dos horas y ya estaba haciendo planes con Richard.


Afrodita se despertó con el peso muerto de su novio encima. No quiso deshacerse del abrazo, al contrario, quería sentirlo cerca, sentir que al fin alguien sentía por ella lo que ella sentía por Chris. Quizá así se olvidaría de él. Quizá la teoría de los clavos sí funcionase en su caso.

Lo único que necesitaba la Diosa era sentirse querida, pues estaba olvidando como quererse a sí misma.

Blacke, con una sonrisa picarona y aún con los ojos cerrados, la abrazó con más fuerza y dejó un beso sobre su hombro.

—Si te sigues moviendo así voy a tener que despertarme.

—Si te despiertas vas a tener que besarme.

—Si te beso voy a tener que desnudarte. —Ella se rio

—Ya estoy desnuda, tonto.

No hizo falta más para que el joven clavase sus colmillos en su piel y comenzase a acariciar la parte sensible de su entrepierna, haciendo que la Diosa gimiera tan alto, olvidando que no vivía sólo, que los compañeros comenzaron a despertar.

—Te quiero.

—¿Cómo has dicho?

—No... yo...

—¿Me has dicho que me quieres?

La sonrisa temerosa de Chris apareció ante sus ojos, aunque los tuviera cerrados y todo el placer que estaba sintiendo se desvaneció. Se desvaneció porque no era él quien la tocaba. Porque no eran sus manos tatuadas, no era su piel llena de tinta, no era su respiración la que sentía en la nuca, no era él quien estaba tras su cuerpo, luchando por introducirse en ella.

—Para.

—¿Qué? —El rubio se quedó de piedra—. ¿Por qué?

—Me tengo que ir.

—¿Cómo que te tienes que ir? ¿Estás bien, Lili?

—Sí, sí, es sólo que me acabo de acordar que tengo cosas que hacer. Hay que comprar más vasos. —Se incorporó mientras buscaba su ropa. La que había dejado doblada sobre el escritorio al llegar a su casa.

—Anoche no hicimos nada porque estabas cansada, o eso me dijiste, ahora te vas mientras intento tocarte... ¿Esto es una broma? —se había molestado. Sonaba molesto.

—No. De verdad que tengo que irme.

—A comprar vasos.

—A hacer cosas, Blacke, tengo que irme y punto.

El muchacho, totalmente furioso se incorporó y agarró su hombro.

—No, que va, no tienes que irte a ningún lado, no seas tonta, cariño, quédate conmigo, los vasos pueden esperar.

Podría haber sonado tierno en otro momento, pero el tono de voz que estaba usando era autoritario y la forma en la que apretaba su hombro era brusca y firme.

Ella consiguió soltarse como pudo y salió de la cama con un poco de miedo. Él nunca había actuado de aquella manera.

—¿Qué coño te pasa? Te he dicho que me voy y punto. Si tan caliente estás te haces una paja—. Fue brusca y eso le hizo recular.

—Lo siento, lo siento, mi amor, es que... no entiendo que te pasa ¿Por qué huyes de mí? Y no me digas que es porque tienes que comprar vasos. No te creo.

—Tengo cosas que hacer, Blacke y no quiero discutir contigo. Me voy. Nos vemos esta noche en el club.


Joel llamó a sus amigas como hacía tiempo no pasaba y las tres respondieron desde diferentes lugares.

Atenea se encontraba con Batista. Habían pasado la noche en casa del cubano ya que a Lovi se le olvidó devolverle la llave antes de irse a casa de Blacke.

Afrodita, por su parte, acababa de entrar por la puerta y se veía agitada. Había escuchado el teléfono sonar mientras giraba la llave y abrió con prisa por si colgaban antes de que pudiese atender.

Venus se encontraba con Richard y su hijo en un restaurante al que habían ido a almorzar y les pidió a ambos un poco de silencio en lo que contestaba al mexicano.

—Joe, ¿A qué se debe la videollamada a tres bandas?

—Hola chicas, las extraño y bueno... me voy en unos días...

—Sí, ya sabemos —el mal humor de Lovi se hizo presente al interrumpirle.

—Bueno, quería saber si tenían planes esta noche, quería hacer una cena en mi departamento.

—Trabajamos las tres hoy —se excusó Atenea— y no le estamos prestando la atención suficiente al negocio como para dejar de ir una noche más.

—Ya sé. Además mañana cierran por nuestra culpa.

—No, no, de culpa nada. Son cinco de los grandes. No te olvides —Bromeó Vee.

—Eso lo tienen que hablar con H. —Se escuchó la risa de Richard tras la cámara.

—Hola Morenazo —saludaron las españolas al unísono.

—Hola, chamaquitas. ¿Quieren que hagamos la reunión después del concierto?

—Mira, al rompe catres se le cayó una buena idea. A eso me apunto. Ahora os dejo que me estoy quedando sin batería.


Para cuando la madre de Christopher se marchó, él trató de buscar diferentes maneras de apagar sus sentimientos y todos esos recuerdos que le atormentaban.

Se habían besado, ella lo había hecho, pero una vez más le dejó en la estacada, aunque no sin antes grabarle en el alma ocho letras que era incapaz de olvidar: "Te quiero".

Agarró su tabla, se subió al coche y condujo hacia el norte de Miami Beach. Lo más lejos posible de su casa, de la de ella y de la entrada a ese maldito club llamado Lilith en el que había sentido plena felicidad y un segundo después se la habían arrebatado.

Sentir el viento en la cara, el sudor recorriendo su piel, el Sol quemando sus hombros y la vibración de las ruedas contra el suelo en sus pies, calmó su mente e hizo que por un momento se olvidase de todo. Pero fue efímero, pues al nublarse el cielo y sentir las primeras gotas de lluvia en su cabeza, decidió volver y por ende, regresar a la realidad.

Quería evitar pasar por los lugares donde solía encontrarla. Estaba tan herido que sabía que verla no le haría ningún bien. Por primera vez estar lejos de Lovi era su prioridad, pero a veces el destino puede ser muy hijo puta y te puede llevar directo al único lugar donde no quieres pasar ni un instante, sólo para recordarte que sí, todo puede ir peor.


Por alguna razón que desconocía, el coche se le fue parando al terminar de cruzar el puente que unía Miami Beach con Miami-Dade, lo que le obligó a aparcar en el FXT Arena.

Llamó a una amigo suyo que entendía más que él sobre coches y éste le dijo que demoraría alrededor de una hora, así que para no perder el tiempo dentro del auto, se fue al mercado de Bayside que quedaba a dos pasos del gran pabellón.

Paseó por las tiendas y paró para tomar un jugo en uno de los puestos que allí se encontraba.

Sin darse cuenta, acabó junto a la noria que colindaba con ese lugar al que tantas veces había acudido. Aquel donde solía sentarse para pensar en ella. Donde en tantas ocasiones se habían encontrado. Y por supuesto, el destino estaba conspirando, porque ese día no fue la excepción.


Lovi hablaba por teléfono con su primo, quien quería ponerse al día de la situación en la que se encontraba. No se había quedado tranquilo tras escuchar a su tía decir que la Diosa estaba pasando por un mal momento.

Normalmente Afrodita no le contaba sus penas a su madre, hacía tiempo que había dejado de hacerlo para no preocuparla, pero aquella tarde se había desahogado en una llamada de más de una hora en la que se pasó los primeros cuarentaicinco minutos llorando.

—No ha pasado nada, Tito, estoy bien.

—A mí no me mientas, puedo verte los ojos rojos aun con la calidad de mierda de la videollamada. ¿Has hablado con Christopher?

—Sí. Bueno, no. O sí. Ya no lo sé.

—¿Cómo que no lo sabes?

—Le dije que le quería, pero reculé. —Tito se llevó la mano a la cara y su prima se percató del anillo que llevaba en el dedo anular. Al menos alguien era feliz en su familia.

—¿Por qué carajo hiciste eso?

—No lo sé. Me asusté, pensé que... da igual, lo hecho, hecho está.

—Dios mío, que terca eres. Si sigue... —Se quedó callado y ella terminó la llamada al instante al ver por la pantalla a quien tenía detrás.

—Así que esta vez te acuerdas —Christopher la miraba desde atrás mientras ella se moría por dentro. ¿Qué tanto había escuchado?

—Sí. —No volteó al hablar.

—Y aún así decidiste marcharte.

—Tengo novio, Chris —y se mordió la lengua por ser tan estúpida.

—Dicen que los borrachos nunca mienten. Puedes tener novio, pero ayer me dijiste algo que nada tiene que ver con él.

Se levantó como pudo para mirarle a la cara, aunque se sentía tremendamente avergonzada.

—Puedo decir lo que quiera estando borracha, Christopher, eso no quita que siga teniendo a alguien en mi vida que me quiere y que me trata como me merezco.

Comenzó a caminar, dejando al cantante de nuevo clavado en el suelo.

—No te preocupes —alzó la voz para que le escuchase— que esta vez te voy a olvidar.


Richard y Venus volvieron al departamento al ver que las nubes llegaban al Downtown. Él sabía que tenían que hablar, lo había visto en su mirada toda la mañana.

A pesar de que frente a su hijo, Vee era fuerte, los ojos de la Diosa delataban que estaba triste y que esa tristeza no era pasajera.

Subieron al departamento y mientras Tebbi jugaba con Pluto, el gato del cantante, ella se confesaba con él como no había podido hacer con Zabdiel. Le contó absolutamente todo. Le habló del embarazo, de la perdida del bebé, que creía que era del puertorriqueño y que se había enamorado de él, pero lo había aceptado demasiado tarde.

—Ahora es él quien no quiere saber nada de mí y está bien, tiene derecho a estar molesto, a no quererme más, pero eso no lo hace más fácil.

—Claro que no es fácil, mami, pero quizá si le cuentas lo que pasó...

—No. Ya es tarde, ya tomó una decisión.

—Verás, mami, la vida de Zabdiel tampoco ha sido fácil. Todo el mundo piensa que ser cantante, que ser famoso, nos soluciona la vida, pero no. También tenemos problemas, sufrimos y aunque lo reflejamos en nuestra música, a veces no basta para sanar. No seas orgullosa y dale tiempo.

—Le dije lo que sentía, durmió conmigo y ya sabes que yo no duermo con nadie. Después se despertó y se largó mientras me decía que lo nuestro había terminado. No. Definitivamente no voy a rogarle. Nunca lo he hecho y no voy a empezar ahora.

—Está bien. Es decisión suya, si no quieren afrontar lo que les pasa y hablar, no voy a ser yo quien les obligue.

Después continuaron hablando de Dana y de lo mucho que a él le gustaba. Algo que hizo inmensamente feliz a su amiga, a pesar de que en el amor a ella no le estuviese yendo bien.

—Creo que es hora de que me marche.

—Les llevo a casa.

—No. Vamos caminando, lo necesito, de verdad.

—Pero vas con Tebbi.

—Al Taz le gusta caminar, no va a haber ningún problema. Además, ha parado de llover, debemos aprovechar para irnos ya.

—Está bien. Les acompaño abajo.


Al salir del edificio se despidieron con un cálido abrazo y, como no podía ser de otra manera, ese día el destino se había levantado graciosillo, así que cruzó, nuevamente, a dos personas que lo último que querían era verse.

Zabdiel volvía del supermercado con una bolsa llena de verduras cuando se encontró frente a sus ojos un abrazo que no le generó nada bueno.

Quiso darse la vuelta para entrar por el garaje, pero era demasiado tarde, ella ya le había visto y había comenzado a caminar en su dirección. Pensó que le saludaría, que le diría algo, aunque fuese un simple hola, teniendo en cuenta que iba con el pequeño, pero no lo hizo. Siguió de largo y agarró fuerte de la mano a su hijo quien sí saludó al boricua con un poco de prisa.

—Veo que vas en serio con eso de seguir adelante —dijo sin tan siquiera pararse. Ella hizo lo mismo.

—¿Creíste que estaba jugando? —Zabdiel desaceleró el paso y se giró para mirar como ella se alejaba, aunque no a mucha velocidad pues las piernas de Tebbi no daban para más.

—Eso es lo que sueles hacer.

 
 
 

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2 Comments


Lou <3
Lou <3
Jun 27, 2022

Ay Jesús! A quién m4to primero??

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denovelasvalacosa
denovelasvalacosa
Jun 27, 2022
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Jajajajajaja a los 4 a la vez 🤣🤣🤣

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Joel Pimentel

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Erick Brian Colón

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