Capítulo 58 La verdad de las Diosas
- denovelasvalacosa
- 14 jun 2022
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—Lo siento.
Venus quedó mirando, inquieta, a quien se encontraba del otro lado de la puerta, sin saber muy bien que hacer. Dejaba que entrase, le cerraba la puerta o le daba un abrazo fuerte. Cada parte de su cuerpo le pedía una cosa distinta. Su parte racional le decía que le diese paso para mantener la conversación que se merecían. La irracional, que le rompiese la nariz de un portazo y el corazón... el corazón pedía lanzarse a sus brazos y colgarse cual Koala.
Se le escapó una risita al imaginar esa situación. Lo más probable era que no lo esperase y terminasen las dos en el suelo.
—Pasa —decidió hacer caso a su parte racional por una vez.
Afrodita entró con un poco de miedo en el cuerpo. No porque pensase que le fuese a hacer nada malo, para nada, aunque no iba a negar que después del espectáculo de la noche anterior, un poco se lo merecía, sino porque estaba dispuesta, al fin, a abrir su corazón y pronunciar aquello que tanto temor le daba. La reacción de Vee era importante para ella, pero también lo era ser sincera y arreglar las cosas con su amiga, así que entró, jugueteando con las manos, nerviosa, y se dirigió directamente a la cocina.
—Yo de verdad que quería pedirte disculpas, me dejé llevar por mi inseguridad y...
—Y... —apuró la chilena al ver que se quedaba callada.
—Y me fui a la mierda.
—Sí, un poquito sí. —Lovi agachó la mirada y aún con el mentón bajo alzó la vista para ver como su amiga comenzaba a reír—. Ya deja de hacerte la pobrecita. Tenemos que hablar de muchas cosas.
Afrodita frunció el ceño sin entender muy bien. Estaba bien que tuviesen que hablar de lo que pasó, pero ¿De qué más debían hablar?
—¿Cómo de qué?
—De la verdadera razón por la que entraste al vestuario de aquella manera, po.
—La... la verdadera... ¿Qué? No entiendo a qué te refieres con... ¿Qué? ¿Qué verdadera razón? Digo, yo... yo entré porque... por... porque no estaba Blacke y...
—Sé lo que te pasa, cachai, deja de hacerte la weona.
—Yo no me... ¿Cómo que sabes lo que me pasa?
Venus se levantó de la banqueta en la que había tomado asiento y sacó una de las botellas que había comprado. Sabía que esa conversación se tenía que dar y que no iba a pasar si no liberaban tensiones.
Agarró dos vasos del armarito y una lima de la nevera.
—¿Compraste tequila?
—Sí. Tarde o temprano esta conversación se iba a dar e iba a ser más fácil con un par de shots encima.
Zabdiel miró a su amigo a la espera de que hablase. Le había confesado su interés por una de las chicas y quería saber más, pero también le parecía inapropiado forzarle a hablar, así que con paciencia se terminó la cerveza y agarró dos más de la heladera.
Christopher se bebió lo que le quedaba de un trago y se rascó la nuca, nervioso, para después masajearse las manos, pensando en por donde debía empezar.
—La verdad, compadre...
Los ojos de Zabdiel se iban abriendo con cada palabra que salía de su boca, mientras apuraba la birra hasta vaciarla de nuevo, tratando de no atragantarse cuando le confesó el momento en el que todo empezó.
—¿Por qué no me dijiste antes?
—No sé, bro, simplemente no veía que fuera necesario, ella no tiene el mismo interés. Es absurdo siquiera seguir dándole vueltas.
—Pero se acostó contigo.
—Estábamos borrachos y fingió muy bien que no lo recordaba.
—¿Te lo creíste?
—Ni por un minuto, pero era su decisión hacerse la loca. No quería quemarme.
Las botella se fueron acumulando, al igual que lo hicieron los pedazos de lima que las chicas descartaban con cada trago.
—Lovi, deberías hablar con Chris y...
—¡No! —le interrumpió—, si él fue capaz de acostarse contigo es porque no siente lo mismo. Simplemente le gustaba jugar conmigo. Fin.
—No seas weona. Te regaló una rosa y...
—Y eso no significa nada.
—Sí somos bien taradas.
—¿Tú por qué? —La chilena se llevó otro trago a la boca y con media botella de tequila menos se animó a confesarse.
—Estoy enamorada de Zabdiel.
—¡¿Qué?!
—Sí. Por eso me alejé de ustedes cuando tras mandarle a la verga se siguió quedando en tu casa.
—Pero si se quedaba a dormir, nada más. Ni un besito nos dimos. Y lo hacía porque yo estaba triste. Entre lo tuyo con Chris y lo de Joel...
—Mierda. Definitivamente si somos unas taradas.
La española agarró los pequeños vasos, los llenó, se pasó la lengua por la mano, espolvoreó un poco de sal y agarró otro de los pedazos de lima, aunque ya no los necesitaba, apenas sentía el sabor y mucho menos la lengua.
—Por nosotras.
—Dos cobardes. —Dijo Vee alzando su chupito.
—Dos gilipollas rematadas que no tienen cojones y no se hacen cargo de lo que sienten.
—Eso, po', cobardes.
Brindaron, bebieron y volvieron a llenar el vaso.
—¿Ahora por qué brindamos?
—Por pasar página. Como tú con Blacke. —El rostro de Lovi se descompuso al escuchar su nombre. Se sintió culpable al estar ahí, con su amiga, haciendo como si él no existiera y hablando de lo que sentía por otro que no era su novio.
—Por Blacke. El único que me hará olvidar a quien no me merece.
—Y por los hombres.
—¿Por los hombres? —La chilena se rio.
—Sí, por los hombres que nos hacen olvidar a los weones como estos. Yo —le dio hipo— por ejemplo —hipó de nuevo—, me pienso coger a todos los bailarines del Lilith.
Lovi alzó rápidamente la mirada con desdén, entrecerrando como podía los ojos para mirar a su amiga con enojo, lo que consiguió que la Diosa se carcajeara de nuevo.
—Los solteros, po'. Blacke está a salvo. Aunque no me gusta. Hay algo en él que me huele mal.
—Es que suda mucho mientras baila —Se rieron ambas—. Pero ahí abajo todo huele de maravilla.
Había pasado más de una hora desde que Christopher volvió a su casa. Se había dado una ducha, para ver si la borrachera se le bajaba, pues con la tontería se habían acabado las existencias de Zabdiel, que no eran pocas aquel día y en menos de una hora.
Ollie comenzó a ladrar junto a la puerta, quería pasear, pero su dueño no estaba por la labor de salir de casa. Es más, por más que lo intentase no había manera de que la casa dejase de darle vueltas, así que bajó a ese pequeño espacio que su edificio tenía para que las mascotas hicieran sus necesidades y subió rápido y veloz a meterse en la cama, antes de que nadie pudiera verle en aquel estado.
Por su parte, Zabdiel, ya estaba acostado, dándole vueltas a las palabras de su amigo, tantas como el techo le daba.
Cerró los ojos, pero fue peor, así que con ellos abiertos de nuevo y con Appa tumbado a su lado, trajo a su memoria el momento en el que Vee le mandaba a la mierda y le dolió. Le dolió tanto que era incapaz de pensar que Chris estuviera en lo cierto. <<Debe hablar de otro>> Se repitió hasta quedarse dormido.
La botella de tequila se acabó mientras hablaban de cosas que no tenían que ver con CNCO, aunque de vez en cuando volvían a ellos y a lo estúpidas que se sentían por la incapacidad de dejarse llevar y ser honestas.
—Si le vuelvo a ver se lo voy a decir —Se envalentonó Venus, arrastrando las palabras.
—Pues yo... —Lovi se quedó callada un segundo con la mirada fija en la barra de la isla.
—¿Tú qué?
—Yo voy a vomitar.
Corrió hacia el baño mientras la chilena se carcajeaba. Le parecía una flojita, pero convengamos que no todo el mundo es capaz de acabarse una botella de tequila y seguir entera.
La morena se levantó, con más calma, para seguirla y agarrarle el pelo mientras la española echaba hasta el primer biberón.
El timbre sonó en repetidas ocasiones.
—¿Quién coño —arcada— llama a estas —arcada— horas?
Eran alrededor de las diez de la noche y Dana ya había avisado que Tebbi quería quedarse con Richard y su hija, lo que, aunque no le hacía gracia a la Diosa, le pareció mejor que el que la encontrase en aquel estado.
Se miró al espejo mientras arreglaba su melena y el maquillaje que se había corrido un poco en la zona de las ojeras. Se dio una sonrisa coqueta a sí misma y se encaminó a la entrada con la duda en la cabeza. Quizá Dana había olvidado las llaves.
Zabdiel miraba al frente. Había despertado un poco mareado, pero tras una ducha se había quedado como nuevo. No sabía porque el alcohol le afectaba mucho más ahora que antes de la cuarentena, pero supuso que a todo el mundo le pasaba lo mismo. Sobre todo porque tal y como se había marchado su amigo, algo le decía que él también había pasado épocas mejores.
—¿Qué haces acá? —Zabdiel miró a un lado y se encontró con unos ojos marrones mirándole extrañado. Frunció el ceño.
—En veldá, brothel, imagino que lo mismo que tú.
—¿Viniste a ver a Afrodita? —Se molestó el ecuatoriano.
—A Venus. De venir a ver a Lovi estaría en la otra puerta. —Puso los ojos en blanco por la obviedad.
Tocó una vez más el timbre esperando a que le abriesen. No iba a darse por vencido. Quería escuchar de los propios labios de la chilena lo que su amigo le había asegurado.
—Ya va, carajo —se escuchó al otro lado—. ¿Quién osa interrumpir mi... —Se quedó callada al encontrarse con Zabdiel plantado frente a su puerta cuando abrió.
Christopher aguantó la risa al ver como los ojos le hacían chiribitas. Conocía a Venus borracha y estaba claro que en aquel momento lo estaba.
El boricua, sin embargo, la miró con preocupación pues no le parecía divertido verla así, aunque él hubiera estado igual unas horas atrás. Después se percató de su mano vendada.
—Vee ¿Estás bien?
—Justo a quien intento olvidar —resopló resignada e incómoda.
Christopher prefirió dejarles hablar solos y tocó la puerta de enfrente.
—¿Ahora vas a buscar a Lovi? Vamos Chris, no hace ni un día que terminamos con lo nuestro —se recochineó. Algo que sólo le hizo gracia a ella—. No está ahí —le dijo con un tono juguetón—, está en una cita.
El corazón del ecuatoriano se estrujó y se giró únicamente cuando el dolor se reflejaba difuso en su rostro.
—Oh. ¿Podrías decirle...
—Yo no soy recadera de nadie, rubito. Si quieres entras y le dices tú.
Tanto Zabdiel como Christopher miraron sin entender.
—Yo soy su cita, dah. —Atusó su pelo con gracia— Ahora le traigo a su doncella, príncipe encantador —Se burló y giró sobre sus pies para entrar de nuevo al baño, pero tropezó y justo antes de besar el suelo los brazos de alguien la atajaron.
—No me toques, puedo sola. —Se revolvió al reconocer sus manos y su maldito reloj. Parecía que no podía vivir sin uno de esos en la muñeca. Algo que en ese momento, sin razón alguna, le pareció pesado.
Afrodita salió en aquel preciso instante del baño, con los ojos rojos y secándose la boca. Se había arreglado un poco el maquillaje antes de salir porque las lágrimas del esfuerzo le habían dejado algunas manchas en la zona de las ojeras.
—Vee, ¿Nos queda algo? —preguntó sin darse cuenta de que tenían visita.
La española no solía seguir bebiendo tras abrazar el váter, pero la ocasión lo requería y más aún cuando se percató de quienes tenía delante.
—Uuuh, llegaron los streepers —se rio, como si el comentario fuera lo más divertido que hubiera salido nunca de su boca.
—¿Ustedes nos vienen a bailar? —Venus les miró rápidamente con una sonrisa picarona y el dedo en la boca—. Entonces vamos a celebrar.
Caminó como pudo hasta la isla y agarró la botella ya vacía.
—Uy, esta ya no sirve —se movió hacia los armarios.
—Creo que ya han bebido suficiente —Zabdiel se adentró un poco más en el departamento, seguido de Christopher que aún no había abierto la boca.
—¿Con quien más estaban? —preguntó al fin al ver la botella vacía y las limas mordisqueadas encima de un plato creando una montaña.
—¿Qué te importa? —Afrodita se acercó rápidamente donde estaba su amiga y abrió la puerta del armario que tenían enfrente, sacando una nueva, en este caso de Whiskey—. Uh, hace tiempo no bebo de esto, pero siempre hay tiempo de volver a probarlo.
—Lof, yo...
—Lof, yo... —se burlaron al unísono y se echaron a reír.
—Creo que si ustedes solas terminaron con esa botella, deberían dejarlo ahí. —Las ignoró y siguió hablando. No iban a sacarle de sus casillas en el estado en el que se encontraban.
Ambas chicas bufaron e ignoraron sus palabras, agarrando, junto a la botella, unos vasos del mueble contiguo.
Christopher caminó hasta donde los demás se encontraban y se paró bien cerca de la espalda de Afrodita, lo que generó en ella una corriente eléctrica que erizó por completo el bello de su nuca y brazos.
—¿Van a seguir bebiendo? Chevere, dejen que agarre una copa para mí, entonces.
Lovi giró su rostro unos milímetros, lo justo para encontrarse con su pecho y subió la vista hasta dar con sus labios. Vizqueó un poco, teniendo en cuenta la cercanía del cantante y éste sonrió por dentro con ternura. A pesar de la situación no podía evitar sentir lo que sentía por la loca borracha que tenía frente a él.
—Si quieren beber, está bien, beban, pero dejen de joder —Vee miró mientras hablaba a Zabdiel, a quien tenía también muy cerca y aunque le costaba un poco levantar la cabeza sin marearse para poder mirar seria a sus ojos, lo hizo y él le devolvió la mirada más preocupado que serio, pero con notoria molestia.
—Yo no vine aquí a beber.
—¿Entonces a qué viniste? —El duelo de miradas tenía lugar muy cerca de la otra parejita, que dejó a un lado el suyo propio al escuchar el tono duro con el que se hablaban el uno al otro.
—En veldá, no lo sé. Ha sido una mala idea, será mejor que me marche.
—Eso, vete, irte se te da de maravilla.
Los ojos de Afrodita se abrieron de golpe. El alcohol ya estaba bajando, como siempre que vomitaba tras una noche de juerga, así que se quedó pasmada ante aquella afirmación.
—Será mejor que nos vayamos —le susurró Christopher, lo que le recordó la cercanía del ecuatoriano.
—Yo me voy, pero no contigo.
Echó a caminar, dejando la botella sobre la barra y las copas con ella. El duelo de miradas entre el boricua y la chilena seguía y apenas se percataron (y si lo hicieron lo disimularon muy bien) de que sus amigos se estaban yendo.
Christopher se encaminó hacia el ascensor tras salir de la casa. El comentario de la Diosa le había dolido. No por que le dejase claro que no quería estar con él, sino porque el tono despectivo con el que lo dijo hirió algo más que su orgullo.
—Chris... —Le llamó con un hilo de voz, dejando claro lo avergonzada que se sentía por ello. Éste se giró entre molesto y esperanzado— ¿Tienes tú las llaves de repuesto?
La molestia volvió a aflorar. Por un segundo había pensado que realmente quería que se quedase. Comenzaba a sentirse como un estúpido y su tono de voz lo reflejó por completo.
—No. Hace rato que no vengo a tu casa. ¿Le preguntamos a Zabdiel? —Había sonado irónico.
Afrodita no respondió. Si bien no le había gustado el tono, admitió, aun con el puntillo encima, que se le estaba yendo de las manos la actitud condescendiente que tenía hacia el ecuatoriano.
Se sentó sobre la alfombrilla y se abrazó las rodillas sin decir nada más, esperando que él se marchara.
—¿Qué haces?
—Esperaré a que Atenea vuelva. Mi teléfono se quedó dentro junto con mis llaves.
—No seas tonta, ¿Cómo te vas a quedar aquí? —Sacó su celular y miró la hora, era temprano, pasarían horas hasta que la rubia volviese a casa—. Tengo el coche aparcado aquí cerca ¿Quieres que te lleve a algún sitio? —Temía que la respuesta fuese a casa de su novio, pero supuso que él también estaría trabajando—. Te puedo acercar al Lilith y le pides las llaves a Ati. Te traeré de vuelta.
—No hace falta. En realidad no es muy tarde, puedo ir caminando.
—No, no, para nada te dejo caminar sola en tu estado. Te acompaño.
—Chris... No hace fa...
—Deja de pelear conmigo y dame la mano, vamos a por las llaves.
Venus y Zabdiel, mientras tanto, se buscaban las cosquillas en un duelo de palabras hirientes que dejaban al adversario constantemente contra las cuerdas. Vee tenía una lengua filosa estando sobria, peor era cuando se emborrachaba, pero el boricua, cansado de esa actitud prepotente no se quedó atrás y le dijo sus cuatro verdades. Hasta que se cansó de discutir.
—En veldá estoy cansado, yo no vine aquí a pelear.
—¿Y a qué mierda se supone que viniste?
—Quería hablar contigo. Hacerte una pregunta, pero no merece la pena, con esta actitud me dejas clara la respuesta.
—Yo no tengo ninguna actitud —se puso en jarras.
—Claro que no. Igual no tiene sentido, en el estado en el que estás dudo que supieras darme una respuesta sincera a mi pregunta.
—Pero pregúntame, pregúntame —dijo casi de manera divertida, aunque no fuera su intención—. Quizá sí sepa la respuesta.
—Mejor cuando estés sobria.
—Quizá sobria no te diga la verdad.
Ambos se quedaron callados mirándose nuevamente con un brillo distinto en los ojos. Ella sabía lo que debía responder porque tenía claro lo que le iba a preguntar. No había que atar muchos hilos para darse cuenta de que Christopher había descubierto sus sentimientos y había ido corriendo a contárselo a su amigo. Él miraba temeroso de la respuesta. Pero era cierto aquello que se decía. Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad y ella tenía un poco de ambas en aquel momento.
—¿Es cierto que estás enamorada de mí?
—Sí. —No dudó un segundo, no tardó ni una décima en responder. Tenía ese sí en la punta de la lengua esperando a que él se lo preguntase desde hacía mucho tiempo. Pero su terquedad no le dejó cerrar ahí la respuesta—, ¿Algún problema?
Christopher caminaba en completo silencio junto a Afrodita, mientras jugaba con sus anillos, nervioso, tratando de buscar la forma de romper aquel momento incómodo. Vio como la Diosa se pasaba las manos por los brazos y pensó que de llevar un abrigo se lo ofrecería, pero iba con los brazos tan desnudos como ella.
Se acercó un poco y rozó con su dedos los de su acompañante para ver su reacción. Ésta le miró de reojo, esperando por si había siguiente paso, indicándole con una sonrisa tímida que le había gustado aquel gesto. Él se acercó un poco más y trató de darle calor abrazándola por los hombros.
Lovi alzó como pudo la mirada, topándose con la cercanía de sus labios que rápido fueron a parar a su frente haciendo que cerrase los ojos en un acto involuntario.
Se apartó unos centímetros, quería mirarle bien, así que cuando la decepción asomó en la cara de Vélez, ella le sonrió y le dio un abrazo tan fuerte que casi le dejó sin aliento.
Pasaron así unos minutos que parecieron horas, a escasos metros de la puerta del club.
—Lof, yo...
Ella no dejó que terminase la frase, pues sus impulsos pudieron más que su razón y, dejándose llevar por todo lo que tenía dentro, le besó en los labios. Primero fue algo casto, un piquito demasiado largo, hasta que la lengua experta del cantante se abrió paso entre sus dientes y acarició la de ella con cariño, con mimo, con suavidad y con mucha necesidad.
Sus bocas encajaban perfectas, como si estuvieran hechas para estar unidas.
—Te quiero.
Zabdiel se quedó mirando a Venus con sorpresa, no esperaba que fuese a decirle aquello, tampoco que lo diría con altanería, pero ¿Qué podía esperar de ella a esas alturas de la noche? Lo raro era pensar que en algún momento abriría su corazón de forma serena mientras estaba ebria.
—No quiero discutir, Vee y mucho menos después de ese sí.
El brillo en sus pupilas indicaba un claro cambio de actitud, el mismo que aparecía en los ojos de la chilena.
—Yo tampoco quiero discutir —confesó al fin bajando el tono un par de décimas.
Sus manos se buscaron, estaba claro que necesitaban tocarse, abrazarse, besarse, pero lo único que salió del pequeño cuerpo de Venus fue una gran y sonora carcajada. Pero no una de burla, no, sino una de alivio. Alivio porque al fin lo había dicho en voz alta y el mundo no se le había caído encima. También se rio por lo cómico de la situación. Había pasado de gritarle a mirarle con amor.
Él también se rio. No al instante, pues no sabía como tomar aquella escena, pero al ver como ella se sujetaba el estómago con una mano y con la otra acariciaba su pulgar, le hizo entender que la guerra había concluido. Al menos para ella.
—¿Cómo has dicho? —Christopher se echó hacia atrás para poder ver bien si le estaba tomando el pelo o ese te quiero había sido totalmente sincero.
—No... yo...
—¿Me has dicho que me quieres?
—Chris yo...
—Lovi —Salvada por la campana.
Atenea se acercó rápidamente hacia ellos, no sólo rompiendo el momento, sino que también consiguió que Afrodita se centrase y volviese a la realidad, esa en la que su amor era imposible y en la que ella tenía una pareja estable que la valoraba y la quería como ninguno de ellos había hecho en todo ese tiempo.
—Gracias —le dijo a la rubia mientras cogía las llaves de su mano.
—¿Todo bien?
—Sí, sí, Christopher fue a ver a Vee y bueno, estaba ahí cuando me di cuenta de que no tenía las llaves.
—¿Por qué no cogiste la de repuesto?
—No está.
—Ah, claro, perdón, la usé el otro día y olvidé devolverla a su lugar. ¿Por qué no se la pediste a Vee?
—Tenía una conversación pendiente con Zabdiel. Al parecer está enamorada de él y bueno, mi amigo no podía quedarse con la duda. —Intervino el cantante.
—¿Es por eso que has ido? ¿Para que te asegure que no quiere nada contigo y que está enamorada de él?
—No, yo no he...
—Déjalo, Chris, puedes irte a casa, creo que me quedo aquí, así aprovecho y me voy con Blacke.
—¿Con quién? —Atenea acababa de desaparecer para ambos aunque se encontraba a escasos centímetros.
—Con mi novio. Gracias por acompañarme. Desde aquí ya sigo con ella.
X otro lado... Zab y Vee como les costó! Perooooo.....😍😍😍
Ay Lovi de mi corazón, como te lo explico sin matarte! X AMOR A JESÚS DEJA DE PENSAR EN CUALQUIER COSA Y ESCUCHA A CHRISTOPHER LPM!!