Capítulo 56: Sustitutos del amor.
- denovelasvalacosa
- 20 may 2022
- 18 Min. de lectura
Fabricio se encontraba a cargo del Lilith aquella noche, así que no se le hizo raro cuando Blacke se acercó para informarle de que no podía quedarse a cerrar aquella noche. Tampoco formaba parte de su trabajo, pero ya se había acostumbrado a echar unas horas extras para poder pasar más tiempo con Lili.
Desde aquel momento que tuvieron en los baños, con ella vulnerable, el rubio vio la oportunidad perfecta para entrar en su vida. Sólo quería estar cerca, para que no olvidase que tenía opciones y... Al parecer dio su fruto.
Se acomodó la bolsa deportiva al hombro y se despidió de Jaden y Daniel, que eran los únicos que quedaban, para después salir a toda prisa del local.
Llegó a la entrada, miró a todos lados y la encontró ahí, apoyada en la pared con una mochila a sus pies.
—Hola, hermosa —le dijo con una sonrisa tierna en los labios mientras se acercaba.
—Hola, Blacke —se esforzó en devolverle la sonrisa.
—¿Qué es lo que ha pasado?
Afrodita había llamado al bailarín cuando la fiesta hubo terminado, lo que fue pocos minutos después de la salida de Zabdiel. Más que nada porque al día siguiente Aldana tenía que volar, Erick y Selene estaban cansados y, bueno, las chicas ya no tenían ganas de juerga.
—Nada... Sólo quería verte.
—No voy a quejarme porque me encanta que me llames, más si es a estas horas y para decirme que quieres pasar la noche conmigo, pero entiendo que no quieres hacerlo de la misma forma que yo lo hago y eso es porque ha pasado algo.
A Lovi le dio pena que lo viese de aquella manera, pero estaba en lo cierto.
—Sólo necesito unos días libres. Si te incomoda...
—¡No! Para nada. —Agarró su mochila— Mis compañeros de piso te van a encantar. Les he hablado de ti —Le tomó la mano, algo que hizo cosquillitas en el estómago de la Diosa y echó a andar. Ella le miró con los ojillos iluminados ante aquella declaración.
—¿Ah, sí? ¿Y qué les has dicho?
—Que eres la mujer más increíble que he conocido.
Lovi le dio un empujoncito en el brazo que le hizo reír, algo que se le contagió rápido.
—¡Qué idiota eres! —afirmó.
—¿Y eso porqué?
—Por que no soy increíble... —calló por tan sólo un segundo para después afirmar—. Bueno, sí.
Y volvieron a reír los dos.
Eso es lo que él le generaba. Ternura, alegría y olvido. Sí. Porque la compañía del muchacho le hacía sentir cosas que con otros no sentía. Obviamente no se comparaba en absoluto a lo que le pasaba cuando estaba cerca de Christopher. Incluso aquella noche en la fiesta, en el momento que él se acercó a hablar con ella, sintió como todo su cuerpo clamaba por una sola caricia. O cuando rozó su mano, que su piel ardió de una. No. Definitivamente esas cosas sólo las sentía con Chris, pero Blacke era un buen sustituto. Y no quiere decir que Zabdiel no lo fuera, pero es que era más que obvio que ya no quedaba nada de lo que hubo entre ellos. Sin embargo, el rubio con cara de muñeco, le había demostrado en innumerables ocasiones que ella no era la elección más fácil o una entre varias. No. Para él, para Blacke, ella siempre había sido la prioridad. O al menos en el club y eso es lo que le bastaba, porque aunque no quería, no podía evitar compararse con sus amigas
Y en especial con Venus, a quien sentía la elección de todos.
A la mañana siguiente Venus despertó con una resaca tal, que le pidió a Dana que recogiese al pequeño, que se encontraba en casa de los padres de Richard. Por supuesto, ella no se negó, más que nada porque debía ir con él y eso implicaba unas horas con su mulato favorito. Después de que su compañera de piso saliera de casa, se apresuró a la cocina, preparó algo rápido, pues su estómago clamaba por algo sólido, y acto seguido, con una gran jarra de agua, se metió de nuevo en la cama. Tras dejar el plato vacío en la mesilla de noche, se recostó de nuevo y un olor familiar atacó sus fosas nasales. El perfume que Chris había estado usando la noche anterior. Y recordó, con perfecto detalle, lo difícil que fue sacarlo aquella madrugada de su casa. Incluso llegó a plantearse dejarle estar, pero no, no podía ceder de esa manera; así sólo confundiría las cosas.
El ecuatoriano, por su parte, despertó de mal humor, pues no sólo le dolía la cabeza, que fue más o menos el despertar de la mayoría, sino que en su sueño, la frase: "te has confundido de chica, Venus está en su cuarto". Se repetía de manera constante, tal y como pasaba con la que más le dolía: " Nosotros somos solamente amigos". Ollie, que dormía a su lado, se revolvió un poco para que le acariciara, sabiéndolo despierto de alguna manera. —Ollie, hoy llega tu abuela ¿Estás listo para verla? El perro movió el rabo, entendiendo perfectamente lo que decía, y Chris, automáticamente, cambio su estado de ánimo. Porque sí, porque su madre, la mujer más importante de su vida, estaba por llegar y con ella una gran distracción y muestras de cariño. Al fin y al cabo era lo que venía necesitando.
Zabdiel no quería salir de la cama; y no por la resaca, sino porque no podía creer lo que había visto. No podía ser cierto. Seguro que se estaba dejando llevar por los celos. Su hermano jamás le haría eso. Ella no podía ser tan cínica. ¿Reclamarle por Afrodita mientras se cogía a Christopher? No. No podía ser. Pero ¿Y si era? Se dio la vuelta tratando de dormir, pero un mensaje entró y la pantalla de su teléfono se iluminó para advertirle. <<Zab, ¿le puedes decir a Lovi que me llame cuando se despierte? Tengo que hablar con ella sobre el Lilith y tiene el teléfono apagado>> El boricua se acomodó boca arriba para poder contestar cómodamente. <<Amor, no tengo idea de donde esté Lovi. Recuerda que yo anoche me fui temprano y me despedí de ustedes>> La respuesta no tardó en llegar. <<¿No está contigo? Anoche me dijo que no iba a dormir en casa por unos días y supuse... Perdona entonces. Voy a ver si está con Joel>> <<Me dejas preocupado, Ati, dile que me llame o escríbeme cuando sepas algo. Besos>>
En la casa del cubano las cosas no iban mucho mejor. Selene había advertido la noche anterior que su novio se había puesto bastante terco con aquello de perdonar a Joel. Era cierto, y ella como fan lo sabía, que era una gran putada lo que les había hecho. Más a pocas semanas de dar inicio a la grabación de la película, pero no había pasado seis años con él como para que ahora le ignorara de aquella manera sin tan siquiera darle la oportunidad de explicarse.
Así que al despertar, decidió que tenía que jugar sus cartas, pues era obvio que la distancia emocional ya comenzaba a afectar a Erick.
Al principio, cuando recién apareció en la puerta de su casa sin decirle absolutamente nada, se puso tan contenta que no tomó en cuenta las razones. Su chico estaba con ella y no había nada más apetecible que eso. Pero con el pasar de los días comenzó a verlo alicaído y dejó de gustarle el motivo por el cual estaba ahí. Por eso aceptó enseguida la invitación de Batista y Dana. Ella también quería que arreglaran las cosas.
Hizo un rico desayuno, su favorito, y se lo llevó a la cama como si fuera un príncipe.
—Buen día, mi amor.
—Asere, mami —Se sorprendió—, ¿Qué es esto?
—Te preparé el desayuno que más te gusta. —La sonrisa del cubano creció un poco más.
—¿Qué? ¿Cómo por qué?
—Porque te quiero. —Se quedó sorprendida por sus palabras. No esperaba que esa fuera la primera vez que se lo decía y lo fuese a usar como chantaje. <<Mierda>> pensó.
—¿Cómo dijiste?
Erick ya se lo había dicho en un par de ocasiones y aunque sabía que ella lo sentía también, el silencio tras su declaración le había dolido un poquito. Por eso, que lo dijera en aquel momento, le pareció muy tierno. Sobre todo por la cara de sorpresa que se le quedó ante sus propias palabras.
—Que te quiero —repitió ella con las mejillas coloradas. Pronto se recuperó—. Y porque te quiero, te voy a proponer un trato.
El muchacho frunció las cejas y se preparó para lo que se venía.
—Quiero que vayás a hablar con Joel y arreglen las cosas. No puede ser que se joda una amistad así porque se vaya del grupo.
—Eso no va a pasar, mami.
—Claro que sí ¿Y sabés porqué? Porque en el fondo te morís de ganas de hacerlo, pero sos demasiado cabezadura. —Bufó en señal de protesta—. Mirá, te lo voy a poner fácil. Le pedí a Batista que me comprase un billete abierto. Si hablás con él, me quedo en Miami una semana. Si te ponés tozudo, mis maletas siguen hechas.
—Eso no es justo. No puedes amenazarme con eso para que arregle las cosas cuando no quiero hacerlo.
Selene resopló con cansancio, pero sabía que tenía razón. No podía jugar con su relación y usarla de aquella manera, aunque fuese por él mismo.
—Tenés razón, perdón, mi amor —Le dejó un corto beso en los labios y le miró a los ojos—, pero estoy cansada de verte así. Estás triste y sé porqué y es lo único que se me ocurrió para que dejés tu orgullo a un lado y hablés con él.
Erick meditó por unos minutos. Minutos que fueron eternos para la argentina. Después cogió un pedazo de su desayuno, se lo llevó a la boca y decretó aún con comida entre los dientes.
—Está bien, le llamaré. Pero no prometo nada.
Afrodita y Blacke salieron a pasear por el Bayside Marketplace mientras mantenían un debate muy interesante sobre si encontrarían o no, mesa en "La industria", el café and bakery de Nicky Jam. Y también sobre si le verían por ahí o no. Aunque en eso más o menos estaban de acuerdo. Deberían tener demasiada suerte para que llegara a suceder. Finalmente, y con un poco de paciencia, se sentaron en una de las mesas de fuera para poder conversar. Al llegar a casa del bailarín la noche anterior, ambos estaban tan cansados que apenas cruzaron dos palabras antes de meterse en la cama y el sofá. Porque sí, Blacke siguió su línea de caballero de brillante armadura y tras dejar sus cosas en el dormitorio, agarró una manta, y a pesar de su insistencia, Lovi no consiguió ser quien durmiera en el salón —No me gustaría que te asustaras si al despertar te encuentras con tres tipos enormes mirándote con descaro. Más que nada porque son unos curiosos —le aclaró al ver cómo le miró— no porque quieran acosarte. Ya saben que no tienen nada que hacer si estoy yo en la ecuación. Eso le hizo reír mucho, pero estaba en lo cierto, Blacke era un muñeco y no creía posible que sus compañeros fuesen igual o más guapos que él. Se equivocaba. Esa casa debería estar catalogada como la mansión de los conejitos ¿Podría ella acogerlos como hizo aquel millonario?
Lo primero de lo que el rubio intentó hablar fue de lo que le había llevado a coger el teléfono y llamarle a las cinco de la mañana. Pero ella se negó rotundamente. —Sé que tiene que ver con lo que te pasaba en el baño. ¿Discutieron con Vee? Hace rato nos dimos cuenta todos que no hablan entre ustedes. —Afrodita clavo los ojos en el menú e ignoró la pregunta—. Eso es un sí. Pues me apena mucho. Son amigas desde hace tiempo, socias y casi como hermanas, me atrevería a decir. Nada ni nadie merece que estén peleadas. —No lo entenderías. —Pruébame. —No quiero hablar del tema, Blacke, por favor. Sólo quiero divertirme contigo y que disfrutemos de esto. ¿No quieres? —Mira, Lili, yo me muero por tener algo contigo, pero no va a pasar por las razones equivocadas. No quiero que pienses que no me muero de ganas de besarte, o que no lo hice ayer, o de dormir contigo, porque lo hago. —Resopló— y tanto que lo hago. Pero lo que no me perdonaría es dejar que tu vida se hunda solo por conseguir lo que yo quiero. —Venus y yo arreglaremos nuestros problemas. Tú no tienes nada que ver con eso. —Se acomodó en su asiento—. Mira, tú me gustas Blacke. Desde el primer momento que te vi. Vestido con esos pitillo negros, la camiseta blanca y la chupa de cuero. Muy a lo James Dean. —El rubio rio— y no he dejado que pasase nada porque... Porque me gustaba alguien más, es más, estaba en algo con alguien. Bueno, por eso y porque eres mi empleado. Pero sé que las chicas se han saltado la regla en innumerables ocasiones. —¿Es por eso por lo que estás enojada? ¿Por que Vee se saltó las reglas? —No. El caso es que estoy cansada de ser comedida y... —Disculpen ¿Han elegido ya que van a pedir? —La voz del camarero interrumpió el momento y Blacke casi y más lo fulminó con la mirada. —Entonces, me decías —Los ojos del chico brillaron un poquito más que antes. —¿Podría ponerme los Ferrero Rocher pancakes? —Se hizo la loca cuando él ignoró al camarero. —Por supuesto ¿Usted sabe lo que va a tomar? —Volvió a fulminarlo, pero claudicó y pidió lo mismo y dos cafés. —¿Ahora sí? —Afrodita comenzó a reír por lo cómico de su mirada desesperada. Se acercó un poco a él aun con la mesa de por medio y le susurró. —Y quiero que entre tú y yo pase de todo.
La mamá de Chris aterrizó a tiempo y no demoró mucho en salir por la puerta, cargada con tan solo un par de maletas. —Pero mamá, si te vas a quedar acá ¿Cómo trajiste tan pocas cosas? —Hola, mami, ¿Qué tal el vuelo? —le regañó— Creí haberte educado mejor, Bryant. —Perdón, mamita —Se lanzó a sus brazos y le dio un abrazo tan fuerte y con tanto sentimiento que a ambos se le cayeron las lágrimas. —Ya no me hagas llorar que se me va a arruinar el maquillaje. —Qué cosas dices, mami, si tú siempre te vas a ver bella.
Al llegar al departamento que el ecuatoriano había alquilado para su mamá, dejaron las cosas y le preguntó si estaba muy cansada o quería ir a comer por ahí. —Quiero acomodar las cosas antes de salir. ¿Qué te parece si pedimos algo? —No te preocupes, mi reina, voy a sacar a Ollie y traigo algo rico para que podamos comer juntos. Igual aún es un poco temprano. Así pues, Chris agarró la correa, su tabla y bajó hacia su lugar de siempre. Esta vez no tenía que pensar, no quería hacerlo, su madre estaba al fin en Miami y era lo único que importaba. Con una sonrisa en los labios, llegó hasta la Noria y soltó a Ollie para que corriera tras las gaviotas mientras el practicaba un par de trucos con la tabla. Hacía demasiado tiempo que no lo hacía, desde que empezó a darle clases a Lovi. Obviamente a su mente se le vino la imagen de aquel primer día, de como cayó sobre sus brazos y la mirada que le dio. Creyó haber sentido conexión entre los dos. Es más, habría puesto la mano en el fuego en aquel momento por la afirmación que recorría su cabeza: "Lovi siente lo mismo que yo". Ahora se alegraba de que nadie le hubiera preguntado en aquel momento, pues se hubiera quemado. Pensó. Al cabo de una hora, más o menos, Ollie ya se había recostado en la sombra y él estaba cubierto de sudor. Era hora de ir a por comida y de vuelta a casa de su madre. Agarró la tabla, pues prefería caminar y sintió pequeñas gotas caer sobre sus brazos. —Mierda. Vamos Ollie, que va a llover. Caminó deprisa, como si eso fuera a impedir que la lluvia le tocase. Aunque en realidad, lo que le tocó en aquel momento fue la escena que presenció, dejándolo completamente bloqueado en el sitio.
Afrodita y Blacke salieron de la Industria tras darse un buen atracón de chocolate. —Quiero que me lo repitas una vez más —le pidió él con una sonrisa tierna mientras agarraba su mano. —Blacke, ya te lo he dicho tres veces —se rio. —Pero siempre con una mesa de por medio y ahora quiero que lo digas para poder hacer algo en respuesta. Lovi se vio obligada a parar pues él se quedó estático en el sitio. Quizá no fuera el lugar más romántico del mundo, pero el momento le pareció demasiado bonito. —Quiero que entre tú y yo pase de todo. Blacke se acercó a ella con la sonrisa imborrable y agarró sus dos mejillas con delicadeza. Acercó su cara despacito y acarició la nariz de la Diosa con la suya, generando en ella un cosquilleo entrañable. Un par de gotas cayeron sobre sus frentes y ambos miraron hacia arriba. Rieron. Nada iba a interrumpir aquel momento. Volvieron a clavar los ojos en los del otro y como un acto involuntario, se miraron los labios. Se les hicieron irresistibles así que, sin mucho más preámbulo, recortaron la distancia. Fue intenso, dulce, tierno, perfecto para el momento, la persona y el lugar. Tan perfecto que el mundo a su alrededor se difuminó por un momento y por eso, Afrodita, no se dio cuenta de que tenían espectadores y uno en concreto se estaba muriendo de celos mientras quedaba tan empapado como ellos.
Ollie ladró, no le gustaba nada la lluvia, así que el ecuatoriano comenzó a caminar de nuevo, como si nada hubiera pasado frente a sus ojos. Repitiéndose a sí mismo que todo estaba bien, que él también tenía a alguien en su vida y si lo que Lovi quería era estar con aquel niño, no iba a darle más vueltas. Tenía que olvidarse de ella.
Christopher se pasó el día entero con su madre, con una sonrisa imperturbable. ¿Qué había mejor que estar con la reina de su vida al lado? El único momento en el que se permitió pensar en lo que no debía fue cuando Yenny le hizo la tan temida pregunta. —Hijo ¿Cómo está tu corazón? Hace tiempo no me cuentas nada sobre tu vida amorosa. —Hace tiempo no tengo vida amorosa, mamá. —Ay, hijo, no te hagas. Soy tu madre y sé cuando estás enamorado. Y claro, con tremenda declaración, no pudo evitar recordar el beso. —Enamorado no, mami, pero sí estoy conociendo a una chica —se atrevió a decir. —¿Esa chica que me contaste hace tiempo? ¿Cómo se llamaba? —No, mamá, ella no. —Sentenció— se llama Venus. Yenny no sacó más el tema. Había visto a su hijo así en pocas ocasiones, pero sabía que hurgar en la herida no le hacía ningún bien. De todos modos, y aunque en aquel momento se hizo el superado, al llegar a casa y meterse en la cama, no pudo dejar de darle vueltas a lo que le había confesado a su madre. <<Estoy conociendo a Vee. Sí, eso es lo que estoy haciendo. Pero, ¿Debería ser algo más?>> Se preguntaba; y no dejaba de darle vueltas al asunto, así que volvió a vestirse y agarró las llaves del coche. Diez minutos más tarde estaba parado donde quería. Aún no habían cerrado, pero la puerta ya no permitía la entrada al público, así que su gran sorpresa se estropeó cuando tuvo que pedirle a Vee que saliese a buscarle a la calle. —¿Qué haces acá? —No podía dormir pensando en una cosa. —¿En qué? —Se interesó mientras mordía su dedo juguetona. Todo el lenguaje corporal de Chris le había dejado más que claro de qué se trataba, así que solo estaba jugando un poco. —En ti, semidesnuda, en el baño y gritando mi nombre. Venus tuvo que tragar duro, pues solo de imaginar la escena se le subió la bilirrubina. —Pasa.
La mano derecha de Christopher sujetó su cadera mientras la otra tapaba su boca. Habían empezado con calma, por si alguien les seguía al ver a donde iban o por si había algún incidente que la implicara, pero poco a poco fueron encendiendo las candelas y todo su cuerpo empezó a arder. Pronto la ropa les sobraba y les incomodaba. El ecuatoriano se quitó la camiseta y ella se subió el vestido todo lo que pudo.
Dejaron de mirarse, Venus se dio la vuelta y refrescó su mejilla apoyándola en la puerta del cubículo mientras sus manos quedaban a cada lado de su cara.
Había echado el culo un poco para atrás, lo que dio acceso directo a Chris para jugar y obviamente, deleitarse con su trasero.
Las nalgadas fueron duras, dejando los cinco dedos del chico marcados en la clara piel de la Diosa. También en su cadera al apretarla para agilizar el movimiento de va y ven.
—Mierda, voy a llegar —se quejó al ver que ella aún no lo había hecho.
La chilena deslizó su mano a la entrepierna y se tocó hasta que ambos llegaron al mismo punto, pero antes de que ella pudiera alcanzar el clímax, él ya había terminado, cortando el orgasmo en el mejor momento.
Vee frunció el ceño por un segundo, pero no lo tuvo en cuenta por lo erótico de la situación.
Afrodita, aunque no trabajaba aquella noche, no pudo dormir mucho. Su cabeza no dejaba de repasar minuto a minuto lo que había vivido aquel día. El desayuno con Blacke solo fue el comienzo de una gran cita. Había pasado de llorar por Chris a gritar el nombre del bailarín sin vergüenza alguna. Las manos que tenía aquel muchacho había hecho volar a la Diosa hasta el mismo Olimpo y no hablemos de su lengua experta.
Cierto es que la forma que tenía de moverse dentro de ella no le hacía sentir tanto como lo habían hecho Richard, Zabdiel y, bueno, Christopher, pero le bastó con ponerse a cuatro patas para descubrir el verdadero talento del chico.
Salió de la cama de Blacke, se enfundó en unos leggins, agarró del armario de éste una camiseta de baloncesto enorme con su apellido a la espalda y el número 23 y con las llaves que le había dado en la mano y el teléfono colgado del cuello, se fue hacia el Lilith. Eran las cuatro de la mañana y no quedaba mucho para el cierre, así que se tomaría una copa mientras le esperaba. Decidió encender el teléfono después de haberlo tenido apagado todo el día y se encontró con un millón de llamadas perdidas y mensajes tanto de Ati y Vee, como de los chicos. <<Lo siento, Zab, necesitaba un día para mí, pero estoy bien. Me vine a casa de un amigo. Nos vemos pronto. Te quiero>> <<Ati, estoy de camino al Lilith, perdón por tener el teléfono apagado. Te explico cuando llegue. Sal a abrirme, por fa>> <<Mama mía, una no puede desconectar un día que os volveis todos locos. Estoy bien Jojo, me quedé con un amigo ;) Te quiero>> <<Bebé, no he muerto, tranquilo, no vas a tener que matarme de vuelta jajaja. Dile a Selene que deje de putearme por mensaje y que os quiero mucho a los dos. Pero a ti un poco más. (Eso no se lo digas)>>
Cuando la Diosa entró por la puerta y tras las reprimendas de Atenea, se sentó en la barra y le pidió a Fabricio que le sirviera uno de sus famosos cócteles. —¿Dónde está Venus? —En el baño —Le guiñó el ojo, cómplice. —¿Me estás jodiendo? No esperó a terminar el trago. Echó un vistazo rápido y no vio a Blacke, lo que le infundó un miedo terrible. <<Él también no, joder>> Pensó mientras caminaba hacia los vestuarios. Al entrar, como elefante en una cacharrería, se encontró con la chilena arreglando su maquillaje. —¿No tienes casa para follar que tienes que hacerlo en el trabajo? —¡Eh! ¿A ti que carajo te pasa? —Le devolvió de muy malas maneras. —Que esto no es un puticlub y ya está bien. Siempre me quedo callada, pero es hora de que alguien te diga las cosas a la cara. —¿Y vas a ser tú? —Si no me queda otra... ¿Dónde está Blacke? —¿Y yo que mierda sé dónde está Blacke? —Saltaban chispas entre ambas, pero aún no habían alzado mucho la voz—. Ah, espera ¿Piensas que me he cogido al muñequito de plástico? Tranquila, ese chiquito no me gusta. —Sería el primero que me follo y tú no. —¡¿Pero que mierda te pasa?! —Venus se molestó de más y ahora sí levantó la voz y se encaró a la española. —Que al parecer te gusta comerte mis babas. —Mira, Afrodita, di que eres mi amiga y por eso me aguanto las ganas, pero estás cruzando el límite. —¿Me estás amenazando? —Se burló— Solo eso te faltaba... ¿No tuviste bastante con Zabdiel y Christopher? —Volvió a atacar. —¡¿Qué?! —respiró profundo tratando de tranquilizarse, aunque no se lo estaba poniendo fácil. —Lo que pasó con Zabdiel fue cosa de las dos, igual que tú te cogías a Richard. Ahí sí no dices nada ¿No? Además, que vergas con Christopher. Yo no tengo que darte explicaciones de con quien me acuesto. —No, claro... Que idiota, si tú no tienes la culpa de que al final siempre te prefieran a ti... —¿De qué hablas? —pero esta vez bajó un poco más el tono al ver cómo su rostro pasaba de la ira a la tristeza. Aunque sus palabras habían sido irónicas. —¡Ey! —Entró Atenea, que había escuchado las voces al pasar por la puerta—. ¿Qué coño pasa? Si yo pude escucharos las clientas también. —Se molestó. —¿Dónde está Blacke? —le preguntó Lovi. —En una sala privada con unas clientas ¿Por qué? El mundo de Afrodita se cayó en un segundo. Venus quedó mirándola aún molesta. Es más, más molesta si cabe, pero no dijo nada, sólo se cruzó de brazos esperando una disculpa. No llegó. Quien sí llegó en ese momento fue el bailarín, sudado. Al verle, Lovi se echó a llorar. —¡Eh, eh! ¿Qué pasa? —le preguntó y olvidando dónde estaban y quienes estaban delante, se acercó a ella, agarró sus mejillas para levantarle el rostro y dejar, así, un suave beso en sus labios. —Me quiero ir. Vámonos. —fue lo único que salió de sus labios. —Lili, yo estoy traba... —Llévatela —le dijo Venus muy seria. —¡Venus! —¡¿Qué?! Vino aquí a hacerme una escena de celos por él. Será mejor que se vayan los dos. Atenea no entendía nada y Blacke miró firme los ojos de quien tenía delante, lo que le hizo llorar aún más. Estaba demasiado avergonzada, pero era incapaz de decir nada. —Vámonos. Blacke, vístete y vete con ella. No te preocupes —Le pidió Atenea. Aunque a quien miraba era a Vee, esperando que la siguiera hacia la salida. No lo hizo. Seguía esperando una disculpa. —¡Joder, Venus, deja que se vayan y sal de una puta vez a trabajar, que llevas en el baño casi una hora! —Se quejó de nuevo la rubia. Venus dio un golpe duro y seco contra el espejo que tenía a su lado, sacada completamente de quicio por la situación y las voces. Conteniendo así las ganas de hacer lo mismo en la cara de alguno de los allí presentes. La sangre comenzó a gotear por su brazo y llegar hasta sus piernas. —¿Pero qué coño te pasa? —Atenea corrió hacia la sala para llamar a Fabi y cuando volvió, Afrodita y ella se miraban a la distancia y a través del espejo, ambas con lágrimas en los ojos. Una de rabia, la otra de vergüenza. Blacke se vestía a toda prisa para salir lo antes posible de ahí, mientras se aseguraba de que Venus estaba bien con la mano bajo el agua. Lovi, Atenea y Blacke se fueron en cuanto Fabricio llegó con el botiquín en la mano. Esa noche, el club cerró temprano, sin saber si al día siguiente abriría en paz o en guerra.
Ay Jesús María!