Capítulo 47 Cuestión de confianza
- denovelasvalacosa
- 10 ene 2022
- 11 Min. de lectura
Actualizado: 8 may 2022
Zabdiel y Venus llevaban días hablando de pasar una tarde juntos en busca del restaurante perfecto. Ambos, con ganas de probar cosas nuevas, se dirigieron hacia Little Havana y buscaron entre sus calles algún lugar en el que sentarse y disfrutar de un rico almuerzo.
La chilena había dejado a su hijo con Batista, que tras una larga disculpa por su desaparición y varios días hablando del supuesto motivo por el que había dejado la ciudad, se animó a confiarle a su pequeño, al menos ese día, pues el cubano le había propuesto un plan que sabía, su hijo, iba a disfrutar. Además que Atenea había prometido unirse a la diversión tan pronto terminara de redactar los nuevos contratos.
Tras comer unos ricos frijoles, los latinos se fueron hacia Wynwood, pues hacía tiempo la Diosa quería ir a ver la cantidad de murales que cruzaban las calles de aquel barrio, conocido por aquel entonces como el barrio de los graffities, ya que sus calles habían sido impregnadas de pintura a lo largo y ancho de sus paredes por verdaderos artistas de la calle, quienes deslumbraban a los turistas con piezas increíbles y deliciosamente fotografiables.
—En velda, mami, esta zona antes fue conocida como Little San Juan. El San Juan de Puerto Rico ¿Sabías?
—Y sí. Hace tiempo vi un video que hablaba sobre este lugar y la trágica historia que tuvo.
—¿Qué historia?
—El barrio había sido construido para familias de clase media alrededor de los años veinte, pero tras la segunda guerra mundial se volvió una zona industrial en la que residían en su mayoría familias Colombianas y Puertorriqueñas. Con la crisis muchas fabricas cerraron y dichas familias quedaron sumidas en la pobreza y con la pobreza llegó la delincuencia y la prostitución.
—¿Y cómo llegó a esto?
—Cuando los jóvenes vieron en lo que se estaba convirtiendo su barrio, decidieron contar sus historias a través de pinturas en la pared y así fue como poco a poco la zona se volvió una de las más coloridas de la ciudad, llamando así la atención de empresarios que decidieron invertir en las baratas tierras del lugar y crear todo lo que hoy podemos ver. Ya sabes, dónde hay una oportunidad, hay negocio.
—Wow, mami, no sabía nada de esto.
—Siempre te acostarás sabiendo algo nuevo, baby. —Le guiñó un ojo y le regaló un beso justo antes de sacar su teléfono para comenzar a fotografiar la zona.
Christopher acarició la cabeza de Ollie antes de quitarle la correa y dejarla sobre el perchero que tenía en la entrada de su estudio. Pensó en salir a patinar, pero entonces un rugido le hizo recordar que no había comido, así que abrió la nevera con la esperanza de encontrar algo, pero como desde hacía unos días, lo único que tenía eran huevos, jamón y alguna que otra cerveza.
Sacudiendo su flequillo para acomodarse nuevamente la gorra que llevaba puesta, cerró el frigorífico, agarró su cartera, las llaves del coche y bajó al garaje tan rápido como pudo.
—¿Qué lo qué, bro? —llamó su atención Richard mientras bajaba de la moto.
—¿Qué pasó, compadre? Me estoy yendo al mall a comprar algo de comida. ¿Quieres venir?
—Recién llego de la playa y debería darme una ducha y de comer a Pluto. Pero no tengo nada que hacer hoy en la tarde ¿Quieres que hagamos algo?
—Hoy quería retransmitir por twitch, pero si quieres venir a jugar eso estaría chévere.
—Claro que sí, loco. Nos vemos al rato.
Chris subió en su coche y al salir del garaje vio pasar a Afrodita con la cual había cruzado escasas palabras desde aquel momento en el parque. Se sentía avergonzado. Avergonzado de su comportamiento, de esos celos incorregibles que sentía y del coraje que le daba que ella le viese únicamente como un amigo. Aunque en el momento vio su sonrisa al distinguir su auto, todo aquello se desvaneció.
—¿Qué pasó, bonito, dónde vas?
—Hola Lof —había comenzado a llamarla de aquella manera mientras patinaban juntos a modo de burla, pero ahora se le había quedado pegado—. Voy a comprar algo para comer, estoy que me muero de hambre ¿Tú qué planes tienes?
—Pues había quedado con Richard en vernos un ratito en la tarde —el ecuatoriano frunció el ceño— así que en lo que me avisa que está listo, paseo por el barrio.
—¿Estás segu...? —Se interrumpió, no quería hacer sentir mal a la muchacha, pero entonces ella también frunció el ceño— ¿Estás segura —prosiguió— de que no prefieres ir a comprar conmigo?
—No te preocupes, no creo que tarde mucho en dar señales de vida.
Chris se despidió de la Diosa con una sonrisa en respuesta al beso volado que ella le mandó y en el primer semáforo en el que paró le mandó una nota de voz al dominicano.
<<Acabo de cruzarme con Lovi, dice que tiene planes contigo en la tarde ¿A caso se te olvidó?>>
La respuesta llegó enseguida.
<<Shit, bro, I completely forgot. ¿Te importa si le digo que se venga con nosotros?>>
<<What the fuck, compadre, salgan ustedes nomás, no tienen que venir conmigo.>>
No hubo respuesta hasta que entró en el supermercado.
<<Me ha dicho que le parece perfecto. Según ella disque es muy buena jugando al Tekken.>>
Atenea se reunió con Batista y Tebbi después de comer, cuando el cubano pasó a recogerla para ir a Monkey Jungle, un zoo exclusivamente de monos donde además habían planeado hacer un tour privado por la pequeña jungla en la que los macacos se podían acercar y a los que podías alimentar.
Mientras Tebbi caminaba, asombrado por la cantidad de especies diferentes que se iba encontrando a cada esquina, Bati pensaba en como contarle a la que recientemente había vuelto a ser su amiga, algo que era, para él, demasiado importante.
—Ati, hay algo que debo decirte —habló finalmente mientras se sentaban a la espera de ver el espectáculo del gorila.
—Te escucho —pero no le miraba, estaba pendiente del niño constantemente.
—He conseguido lo que tanto te prometí. Lo he dejado. Me he salido de aquel mundillo. —La rubia volteó a mirarle—. ¿No estás contenta? —Pensó mucho antes de contestar y él le dio su tiempo.
—Me alegro mucho por ti, Bati, pero ¿Cómo estás tan seguro? No creo que sea así de fácil.
—Fácil no, mami, he tenido que hacer muchas cosas de las que no me siento orgulloso, pero al fin me han dejado ir sin impedimentos. —La Diosa sabía que le decía la verdad, pero su intuición aún le decía que ocultaba algo—. No te alegras ¿Verdad? —respiró profundo.
—Claro que sí —le dio una sonrisa— pero el consumo de droga en el local no ha parado, lo que me dice que hay alguien más. ¿Me vas a decir quien es?
—No puedo, no quiero ponerte en peligro, pero deja que yo me encargue de eso, te prometo que si alguien consume en nuestro local no será porque la venta se haga desde dentro. —Le creyó. No sabía porque ni como lo iba a hacer, pero sabía que estaba siendo totalmente sincero, así que al fin se relajó.
—Está bien, confío en ti, pero por favor, no vuelvas a defraudarme. —El cubano se acercó a ella y acarició su mano, haciendo que toda su piel se erizase.
—No volvería a hacerlo jamás. Te lo prometo, Ati, eres demasiado importante para mí.
Al día siguiente Zabdiel esperaba a que Lovi bajase para ir hacia el estudio. Estaba apoyado en la puerta con una pierna sobre la pared y mirando el teléfono, avisando a Christopher que en cualquier momento podía pasar a recogerlos. A veces se cansaba de depender de sus amigos para movilizarse y aunque hacía años el boricua tenía carnet, veía innecesario comprar un coche en la ciudad si apenas pasaba tiempo ahí. Bueno, eso antes de todo lo relacionado con la pandemia, después simplemente se le hizo pesado pensar en ello.
Y sí, estaba claro que para esa clase de ocasiones le serviría de mucho, es más, le habría encantado tenerlo durante esos días en los que había tenido que olvidar algunas ideas divertidas que hacer simplemente porque quedaban demasiado lejos. Como el viaje a Tampa que constantemente Vee le decía que le encantaría hacer, pues había visto que había un parque de atracciones únicamente compuesto de montañas rusas.
—Zabdiel, cuanto gusto —le saludó Aldana mientras se acercaba al edificio—. ¿Cómo tú por acá?
—Aldana, cuanto tiempo. Vengo a recoger...
—No me lo digas. Anoche Vee llegó tan cansada que he tenido que llevar yo a Tebbi al colegio. ¿Es que acaso no fue suficiente? —El boricua se rio un poco incómodo mientras sobaba su nuca.
—¿Qué no fue suficiente? —Lovi acababa de salir por la puerta y sólo había escuchado la última parte.
—Hola, Adita —saludó la peruana copiando al pequeño— Nada, sólo le preguntaba a Zabdiel si venía a buscar a Venus, pero ya veo que la cita la tiene contigo hoy. —A Lovi se le atragantó aquella frase y se mordió los labios con contención.
—Sí, hoy la cita soy yo —se podía notar la amargura en sus palabras, al menos Zabdiel lo hizo.
—Está bien, dejaré que se diviertan —sacó las llaves del bolsillo— sólo no la devuelvas igual de cansada que a Vee. Esta noche tiene que trabajar. —No midió sus palabras y tampoco se dio cuenta de la razón que la morena había tenido antes de que se cerrase la puerta.
—¿Vamos? —se escuchó la voz de Chris a través de la ventana del coche que acababa de parar frente a ellos, pero dejó de hablar cuando vio como Zabdiel besaba a Lovi.
Ella cerró los ojos, ocultando la tristeza tras sus parpados mientras el apretaba su cintura y con cariño le hacía sentir que no debía preocuparse. Había visto como su semblante cambiaba tras las palabras de Aldana y aunque quiso matarla en esos momentos, sabía que no serviría de nada, que lo único que podía hacer en esos momentos era demostrarle a la Diosa lo importante que era para él.
Subieron al coche y Afrodita saludó con un beso en la mejilla a Chris tras acomodarse en el asiento trasero. Después se colocó el cinturón y se pasó el viaje mirando por la ventanilla, obligando al viento a secar sus lágrimas, aquellas que pretendía que nadie viera, sin recordar que el ecuatoriano podía hacerlo desde los espejos retrovisores. No estaba bien y Christopher lo sabía. Lo podía ver en ese momento y la noche anterior cuando pasó por su casa de la mano de Rich y después se fue sin dejar que el dominicano la acompañara. Estaba claro que ya no era divertido, pero ¿Por qué no le ponía fin?
Los días iban pasando y la vida de las Diosas se mantenía ocupada. Las citas fueron quedando atrás y las obligaciones laborales mantuvieron a todas bastante ocupadas, sin darles tiempo para pensar. Atenea, que ya se había encargado de que todos los empleados firmasen sus nuevos contratos con mayores ventajas y mejor salario, se fue al gimnasio para desahogarse y se encontró con Joel, quien tampoco se veía de lo más radiante.
Hablaron largo y tendido sobre los problemas que el mexicano estaba teniendo. No sólo con Aldana, sino con los chicos, pues se sentía alejado, apartado del grupo y suponía, tenía que ver con el hecho de que su pareja absorbiera gran parte de su tiempo libre.
Por otro lado le preocupaba la película. Era un gran proyecto y no tenían experiencia en filmaciones tan grandes, lo que le generaba bastante ansiedad. Además, sentía que tampoco podía contar con Venus o Afrodita, pues era obvio que ellas también estaban pasando por algunos problemas personales que debían resolver y no tenían el tiempo y las fuerzas para prestarle atención.
—Tonterías, las chicas te adoran, seguro que sea lo que sea que les pase, si las llamas, estarán ahí para ti. Confía en mí.
Lovi se sentó en aquellas rocas que tan bien le hacían. El aire fresco de la brisa de la bahía y el olor a sal despejaban su mente llena de preocupaciones. Por un lado habían prometido pagar más a los empleados, pero temía que la afluencia de clientes disminuyera y con ello las ganancias. Por otro lado lo mucho que extrañaba España, que si bien no quería volver, con la diferencia horaria apenas podía hablar con su familia y se estaba perdiendo de mucho. Incluso sin ella saberlo. Y bueno, para que negarlo, su corazón... tiritaba de frío.
Una mano se posó sobre su hombro sobresaltándola de manera que dio un brinco y gritó tan fuerte que más de un transeúnte se quedó mirando.
—Joder, Chris, que susto me has dado. —Se quitó uno de los auriculares y paró la música.
—Perdón, Lovi, te estuve llamando, pero no me escuchabas.
—Estaba con la música —le enseñó lo que tenía en su mano—, perdón.
—¿Y qué escuchas? —Se sentó a su lado sin pedir permiso y agarró el airpod que le ofrecía. La Diosa volvió a darle play—. En esta no, no coinciden nuestros universos, ni podemos escribir un verso que describa nuestro amor... —comenzó a cantar, mientras Lovi le miraba con una tierna sonrisa y los ojos brillantes—. ¿Escuchas Sin Bandera?
—Me gustan las baladas románticas. En esos días en los que me siento melancólica Sin Bandera, Reik, Camila... son mi banda sonora.
—A mí también me gusta su música. ¿Sabías que yo conocí a Noel y Leonel?
—¿De verdad? —se hizo la loca.
—Sí —él se veía emocionado, lo que hizo reír suave a la Diosa.
—Sí lo sabía. En realidad sé muchas cosas de ti, señor Vélez.
—¿Me has investigado? —entrecerró los ojos al mirarla.
—Digamos que me preocupo por saber quienes son las personas que tengo cerca. —Ella también entrecerró los ojos con suspicacia y eso le hizo reír tan fuerte que se le contagió.
Una corriente eléctrica surcó el cielo en el preciso instante en el que cruzó su cuerpo. Lo que aquel sonido le hacía sentir no tenía explicación, pero era como estar en la misma tormenta que amenazaba con llegar en aquel momento.
—¿Qué te pasa, Lovi? Has dicho que sólo escuchas esta música cuando estás melancólica.
—No sé...
—¿Problemas en el paraíso? —Aquellas palabras dejaron en sus labios un sabor amargo.
—No —respondió a la defensiva, pero tras un corto silencio se dio cuenta de que mentir más no servía de nada—. Bueno, sí. No sé, es sólo que ya no me siento tan cómoda como al principio. —Se sintió mal por el tono que había usado al principio al ver sus ojos entristecer.
—¿Se lo has dicho?
—No, porque no sé si quiero dejarlo. Quiero decir... —se frotó la cara— adoro a Zabdiel y cuando nos vemos estoy demasiado cómoda, pero...
—Pero...
—También está Richard. Con él me divierto muchísimo. Adoro cuando vamos en moto, sentir el viento en la cara. También es una bestia en la cama. El otro día tuvimos que ir a comprar una...
—No necesito detalles. No quiero saberlo.
—Claro, perdón. —Agachó la mirada— se me olvidó que no tenemos tanta confianza.
—¡NO! shit —se froto el rostro con una mano— lo siento, no quería decir eso, al contrario, somos amigos y puedes contarme lo que quieras, sólo que no me gusta escuchar como mis amigos... ya sabes. —Sorteó el terreno como pudo.
—Oh, claro, perdona, entonces. El caso es que siento que... ellos no... lo paso bien, pero les siento distantes. —La canción cambió y La de la mala suerte de Jesse y Joy sonó para reafirmar lo que sentía.
—¡Ya sé! —se levantó de golpe y le tendió la mano para que ella hiciera lo mismo—. ¿Tienes algo que hacer hoy?
—Trabajo más tarde.
—No importa. Agarra tus cosas, nos vamos a un lugar.
Christopher aparcó el coche y ella se sorprendió al ver que estaban en Aventura Mall. Ya había estado ahí con Cruz y le parecía un centro comercial precioso, pero no entendía porque la había llevado hasta allí. ¿A caso quería hacer terapia de compras?
Mientras caminaban hacia la entrada, Afrodita se agarró de su brazo con una sonrisa y él, con la misma felicidad, dejó un beso tierno en su mejilla.
—Vamos a divertirnos —habían llegado a aquellos gigantescos toboganes a los que Cruz no le había permitido subirse. Bueno, más bien le hizo sentir mal por el simple hecho de querer hacerlo.
—¿Quieres subir? —le preguntó intentando levantar una ceja.
—¡Claro!. ¿No te parece chévere?
—Tengo treinta y dos años Chris...
—Y yo veintisiete ¿Qué con eso? —Afrodita sonrió con malicia y antes de que él pudiera decir algo más, salió corriendo hacia las escaleras—. Oye tramposa.
—Eres muy lento, Vélez, un chico muy lento —hizo énfasis en la u y se lanzó por el tobogán entre risas y gritos de alegría, como si de un parque de atracciones se tratara.
Para cuando ambos llegaron abajo, varios niños de la zona voltearon a mirar y mientras se carcajeaban, sin prestar mucha atención, se quedaron prendados el uno de los ojos del otro, aunque la española tenía experiencia rompiendo el hielo en ese tipo de situaciones, así que echó a correr de nuevo, volviendo a dejar atrás al ecuatoriano, que pronto la alcanzó agarró su cintura y la hizo un lado para llegar así primero esta vez.
Al cabo de unas horas, cuando ya habían recorrido el lugar y se habían fotografiado con todas las esculturas habidas y por haber en aquel centro, cuando acabaron la existencia (nótese la exageración) de helado en Ben and Jerry y se quedaron sin voz de tanto reír, ambos se permitieron sentarse y volver a descansar.
—Creo que nunca me lo había pasado tan bien en un centro comercial —le dijo con una amplia sonrisa mientras le abrazaba—. Y eso que de adolescente me pasaba los días en sitios como este.
—Yo tampoco, la verdad —siguieron abrazados lo que ellos sintieron como horas, pero que en realidad fueron minutos y al separarse sus miradas volvieron a conectar, haciendo que ella sintiera de nuevo el cosquilleo que le daba en la barriga cuando le escuchaba cantar. Ese que había sentido un tiempo atrás, antes de acostarse con Zabdiel.
—Lovi, yo...
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