Capítulo 43 La verdadera cara de Batista
- denovelasvalacosa
- 6 ene 2022
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 18 dic 2022
Atenea se encontraba en su habitación cuando la puerta de la entrada se cerró ferozmente. Estuvo a dos segundos de salir del dormitorio para ver que pasaba, pero entonces escuchó unas risas y algunos susurros, así que supuso que era Afrodita que volvía de su cita con Zabdiel.
Su teléfono comenzó a sonar y rápidamente atendió la llamada.
—Bryan, ¿sucede algo? —Susurró, como si tuviera que esconderse.
—No, nada, sólo quería saber como estabas. ¿Por qué susurras?
—Por nada... —Se aclaró la garganta y con tono normal prosiguió—. Nos vamos a ver en unas horas, no te hagas el loco. ¿Qué pasa?
—Bueno... quería invitarte a tomar algo antes de ir al Lilith ¿te parece bien? —Atenea se rascó la frente, pensativa.
A pesar que tras su separación ella había apartado a un lado la idea de que su socio era quien vendía droga en el local, aún no se encontraba 100% cómoda con él cuando estaban a solas.
—Está bien ¿Dónde quieres ir? —Se forzó a responder.
<<Si quiero averiguar algo sólo lo conseguiré acercándome a él.>>
—¿Qué te parece si paso a buscarte y te sorprendo?
—Muy bien, dame media hora.
Salió de la ducha con el pelo envuelto en una toalla y se acomodó los cascos en las orejas para dejar de oír la percusión que el cabecero de Afrodita estaba reproduciendo.
—Un día más —se dijo al mirarse al espejo, pensando en como arreglarse para ir a trabajar.
Estaba cansada, eso era más que evidente, Lilith requería un sacrificio muy grande. Debía estar producida y perfecta cada noche y no descansaba bien, lo que hacía que sus ojeras lucieran bastante profundas. Además no es que disfrutara mucho el ambiente, ese no era el trabajo de sus sueños, eso estaba más que claro y aunque solía divertirse y estaba orgullosa de lo que habían construido, la que es chica de oficina, es chica de oficina y ella lo era.
El teléfono volvió a sonar y un mensaje de Batista apareció en su pantalla. <<Estoy abajo, te espero en la esquina>> Y fue entonces cuando se puso nerviosa.
—Comienza el show —dijo mirando hacia el espejo—. Tú puedes. A conquistar se ha dicho.
Se encaminó hacia la salida cuando el chirrido de la puerta de Afrodita llamó su atención haciendo que girara la cabeza. Abrió los ojos de par en par cuando a quien vio fue a Zabdiel luciendo únicamente unos boxers.
—Hola —le saludó mientras aguantaba la risa, dando un susto al boricua que saltó en el sitio.
—Coño mami, ¿Qué tú haces ahí a estas horas? —preguntó él con la mano en el pecho.
—Me voy a tomar algo, no me dejabais dormir.
—Disculpa mami, pensamos que estarías en el gimnasio.
—¿A las nueve de...? Bueno, sí, podría ser, algunas veces voy antes de trabajar, os lo perdono por eso... —se quedó callada mirando el cuerpo semidesnudo de su amigo y acto seguido se rio de nuevo—. En fin, me voy. Buen cuerpo Zabdie, podrías trabajar para nosotras. Ya sabes, si la música te aburre, siempre podrás bailar en nuestro club —él boricua se rio un poco avergonzado y caminó veloz hacia la cocina para poner pared de por medio—. Me gustan tus calzoncillos, el azul eléctrico te sienta muy bien —siguió hablando cada vez más alto mientras salía por la puerta.
Al llegar a la esquina, Batista estaba esperándola apoyado en el coche, devorándola con la mirada descaradamente y mordiéndose el labio inferior a medida que ella se acercaba. En su cabeza era un acto de provocación, en la de Atenea, la indicación de que tenía el camino medio hecho.
Se saludaron con un cálido beso en la mejilla y él aprovechó para acariciar su espalda desnuda, erizando sin querer la piel de la rubia que rápidamente se alejó y abrió la puerta del coche.
Llegaron al parking de "El Tucán" y antes de que ella pudiera salir, Batista apoyó la mano sobre su muslo, deteniendo sus movimientos.
—Ati... —se notaba nervioso así que esperó a que hablase—, ayer volví a ver a Junior.
—¿Cómo? —Se sorprendió, no esperaba que la conversación fuera a tomar ese rumbo—, ¿De verdad? —continuó con un tono más alegre al ver un brillo en sus ojos.
—Sí... Kerly vino a casa ayer.
—Después de casi un año, ya era hora... —Apoyó la mano sobre su hombro, haciendo que con ese simple gesto el cubano no aguantase más y dejase caer sus lágrimas.
—Me dijo que quería arreglar las cosas.
—¿Quiere que volváis? —Algo dentro suyo se estremeció y se culpó por ello.
—No, quiere que deje el Lilith y así me permitirá ver a mi hijo.
—Pero Bati ella no puede hacer eso. Te dije que debías demandarla en cuanto salió por la puerta y se llevó a tu hijo. ¿Por qué no lo haces?
—Porque no puedo. Me investigarán y... —su voz se quebró.
—¿Y?
—Y van a encontrar cosas que me invalidarán como padre.
—Tener un club no te invalida como padre. —Se hizo la loca.
El cubano agachó la cabeza y siguió llorando, esta vez con más ganas, algo que rompió el duro corazón de la Diosa, quien no pudo evitar abrazarlo.
—Bryan, —levantó su rostro para mirarlo—, no hay nada lo suficientemente malo como para alejarte de tu hijo. Sé que podrás solucionarlo.
—No, no puedo —apenas un hilo de voz salió de entre sus labios.
—Buscaremos como sacarte de eso. —En ese momento pudo ver algo en los ojos de la Diosa que la descubrieron.
—¿Lo sabes?
—Sí, lo sé, hace meses que lo sé. —Se le tensó la mandívula.
—¿Y no le has dicho nada a nadie? —La española tragó duro y meditó por unos segundos su respuesta. Pensó que al estar vulnerable podría al fin darle un voto de confianza y confesarle la verdad.
—No se lo he dicho a nadie todavía. Mira Batista, yo te tenía mucho aprecio...
—¿Tenía? —la interrumpió, pero ella siguió hablando.
—Un cariño enorme y te admiraba por todos tus logros. Nos has ayudado demasiado, ya eras parte de la familia...
—Pero...
—Pero los problemas con las drogas comenzaron en el club y yo me puse a investigar, era obvio que algo pasaba dentro del local. Me dediqué a investigarlo y eso me llevó a enfermar.
—¿Enfermaste por mi culpa? —estaba destrozado por escuchar aquello y no se dio cuenta que acababa de confesar en voz alta al hacer esa pregunta.
—Enfermé por no cuidarme, por obcecarme en averiguar que sucedía. Y al final, tras recuperarme, lo entendí. Eras tú.
—Puedo explicarlo...
—No te estoy pidiendo explicaciones, —le interrumpió— no las quiero, no me interesan. Pero sé que hay alguien más y si sigo hablando contigo es únicamente para averiguar quien es esa otra persona.
—¿Me estás utilizando? —Su semblante pasó de la pena a la furia en menos de un segundo.
—Como tú lo has hecho con nosotras, no vayas de digno ahora —le reprochó dejando salir la rabia acumulada que llevaba—. ¿Cómo nos pudiste hacer esto? Afrodita te adora, ella confía en ti ciegamente, al igual que Venus, al igual que lo hacía yo... —se le quebró la voz y carraspeó rápidamente—. ¿Por qué nos hiciste esto?
—No fue personal... yo solo...
—No fue personal —volvió a interrumpir— pero con lo que haces dañas nuestra imagen, nos dañas a nosotras y pones en riesgo un negocio por el que hemos dado todo y tú lo sabes. El Lilith quizá no es el trabajo de mis sueños, pero es mío y de mis amigas... y tuyo... ¿Cómo puedes ser tan idiota de poner en riesgo tu propio negocio?
—La droga da mucho más dinero.
—La droga es mierda que lo único que hace es alejarte de la gente que te quiere. Es por eso por lo que llegabas a casa tarde constantemente y la pobre Kyren pensando que le ponías los cuernos.
—Es mejor que crea que le fui infiel a que sepa como podía comprar todas esas cosas tan caras que a ella le gustan.
—Mira Batista, conozco lo suficiente a tu mujer como para saber que a ella los lujos le van y le vienen, que ella lo que quería era a su marido en casa. Y pensar que yo me había fijado en ti... que aquel día e la oficina estuve... Da igual.
—¿Estuviste qué?
—No importa —Intentó salir del coche pero él no la frenó.
—No te vayas así, por favor. Atenea tú me importas, me importas mucho... yo... —desesperado, sin saber que decir ni que hacer, miró fijamente sus labios y sin esperar invitación, la besó.
Sujetaba el fino rostro de la española mientras su lengua jugaba con la de ella en una lucha incontrolable por ver quien tenía el control, hasta que un rapto de lucidez advirtió a Atenea de que estaba cometiendo un error y se separó bruscamente para después abofetearle la cara.
—Ni se te ocurra volver a hacer eso. No te confundas conmigo, Bryan, yo no soy una chica fácil a la que vas a callar con un par de besos. Deja la mierda en la que estás metido o nos apañaremos para echarte legalmente del club y entonces sí, no sólo te quedarás sin tu hijo, sino que perderás tu negocio y a tus amigas.
—¿Me estás amenazando?
—Te estoy advirtiendo. No me das miedo, ni tú, ni la gente que te rodea. Averiguaré quien te ayuda dentro del local porque sé que alguien lo hace, tengo mis sospechas, y cuando lo descubra os iréis los dos a la calle a menos que dejes de joder tu vida, la mía y la de todos nosotros.
—MIRA NIÑATA —levantó la voz mientras agarró nuevamente su brazo impidiendo, una vez más, que saliera del coche—. A MI NADIE ME AMENAZA. HE TRATADO DE SER BUENO CONTIGO Y COMPRENDERTE, PERO TE JURO POR MI HIJO QUE COMO ME JODAS LA VIDA LA TUYA SERÁ UN INFIERNO.
—Batista suéltame —le pidió— me estás haciendo daño. —pudo ver la ira en sus ojos, le brillaban oscuros por la rabia que destilaban, así que por primera vez en mucho tiempo, sintió miedo.
—Quedas advertida. —Soltó su agarre y ella frotó la zona afectada mientras le miraba fijamente con los ojos cristalizados. Quería llorar, pero no iba a darle el gusto.
—No vengas hoy a trabajar, Batista o me encargaré de llamar a la policía. A mi no me amenazas y te vas de rositas.
Y así lo hizo. Aquella noche Bryan Batista no fue a trabajar, ni la siguiente, ni la siguiente, ni las quince siguientes.
Una llamada despertó a Afrodita, quien pegó un brinco de la cama. Buscó a tientas el teléfono y se levantó sin hacer ruido para no despertar a Zabdiel, quien dormía plácidamente a su lado.
—¿Sí? ¿Quién habla?
—Hola, ¿Lovi?
—¿Bati? —preguntó confusa, no parecía su voz.
—Sí, soy yo.
—¿Dónde diablos estás? —entró al baño y cerró la puerta tras de sí.
—Necesito hablar con Atenea pero no atiende mis mensajes. ¿Puedes ponerme con ella? —Afrodita, confusa porque su amiga no le había contado que estaba recibiendo mensajes del cubano, salió del baño y se encaminó a la habitación de su amiga.
—¿Todo bien mami? —preguntó Zabdiel entre sueños.
—Sí Zab, duerme, ahora vuelvo.
Tocó la puerta antes de entrar y al no recibir respuesta la abrió despacio. Atenea estaba dormida y le daba pena despertarla, así que volvió a cerrar y desde el salón volvió a la conversación con su amigo.
—Está durmiendo. ¿Estás bien? Me tenías preocupada, ¿Dónde cojones estás?
—Es una larga historia, Lovi, te lo explicaré cuando vuelva, pero ahora necesito hablar con Atenea, despiértala.
—Me va a matar —se quejó.
—Me vale verga, Afrodita, despierta a Atenea, es urgente. —Lovi se sorprendió pues él jamás le había hablado así.
—Voy.
Pero me la llegas a amenazar de vuelta a Ati y juro q te mato yo Batista!
Me da miedito la cosa esta