Capítulo 35 Batista: El inoportuno
- denovelasvalacosa
- 15 jun 2021
- 10 Min. de lectura
Atenea llegó a Don't call me Dolores, call me Lolita y se sentó frente a Batista, quien ya estaba esperando con una copa sobre la mesa y la mirada perdida. Le saludó, pero no obtuvo respuesta, así que se acercó a él y fue entonces cuando se percató de sus ojos rojos e inflamados. De lejos, aquel azul zafiro que tanto había admirado en el pasado, transmitía tanta seguridad interior que incluso te hacía creer a ti mismo que podías con todo, pero ese día... ese día toda esa seguridad se había diluido en lágrimas.
—¿Qué pasa, Bati? —acarició su mejilla con verdadera preocupación y dejó de lado por completo todas aquellas dudas que le hacían desconfiar de su socio y amigo.
—Me ha dejado —Seguía sin mirarla— se ha ido y se lo ha llevado.
—¿De qué estás hablando?
—Kerly. —Los grandes ojos de Atenea fueron entonces el centro de su atención— Kerly se ha ido y se ha llevado a mi hijo.
—¿Cómo que se ha ido, Bati? No puede haberse ido con Junior, no puede hacer eso.
—Pues lo ha hecho —las lágrimas resbalaron por ambas mejillas empapando su rostro.
Ati, que solía empatizar con la pena de la gente cuando esta era real, le abrazó fuerte antes de secar su rostro y dejó un beso sobre su gorra, la cual cubría el cabello que había quedado revuelto por no peinarse tras salir de la ducha.
—¿Qué es lo que ha pasado? —preguntó al fin mientras se sentaba junto a él.
—He vuelto a casa esta mañana y ella ya no estaba. Pensé que habían salido así que no me preocupé, me fui a dormir y al despertar me di una ducha. Cuando volví al dormitorio me percaté de una carta que estaba junto a la cómoda. —Rompió en llanto— Me ha dejado por carta. Se ha llevado a mi hijo y me ha dejado por carta.
—Pero... Tranquilo —le agarró la mano para darle fuerza, lo que hizo que el cubano se calmase un poco— ¿Ha pasado algo entre vosotros? ¿Habéis vuelto a discutir por algo?
—No. Desde que aclaramos los celos que sentía hacia ustedes todo fue normal, pero...
—¿Pero? —indagó al ver que se callaba.
—Pero las cosas ya no estaban bien, hacía tiempo que no lo estaban. Kerly y yo —se secó las lágrimas, bebió un trago de su copa y continuó—, Kerly y yo nos conocimos en un programa de televisión, nos acostamos y se quedó embarazada al momento. Todo por que soy un tarado que no sabe que existen los preservativos. —Atenea sonrió mientras negaba con la cabeza, ella sabía bien lo que era una noche loca, pero por suerte nunca había quedado embarazada—. No me malinterpretes, amo a mi hijo y es lo mejor que me pasó en la vida, pero desde luego no fue planeado. Tras dar a luz nos casamos. Nos habíamos enamorado locamente durante el embarazo, a pesar de sus constantes cambios de humor. —Sonrió tiernamente al recordar aquellos días—. Después los negocios crecieron a la par con Junior y eso me mantuvo más ocupado que nunca y generó en nosotros un sin fin de roces que empeoraron cuando pensó que la engañaba con alguna o con todas ustedes. Supuestamente lo aclaramos, las cosas parecían ir bien, hasta hoy.
Atenea y su sexto sentido, sabían que esa no era toda la historia, que había algo más que él le estaba ocultando. ¿Negocios? ¿A qué se refería? Hasta donde ella tenía entendido, antes de tener el Lilith él únicamente trabajaba en las redes sociales.
—No te preocupes —trató de apartar sus dudas y sospechas para concentrarse en consolarlo—. Vamos a encontrarla y traeremos a tu hijo de vuelta. De no aparecer, podremos denunciarla por secuestro. Como padre tienes derechos y no puede arrebatártelos como si nada. —Él volvió a llorar desconsoladamente y mientras ella secaba las lágrimas que se perdían por la comisura de sus labios, ambos contenían las ganas de besarse. Él quería contención y ella quería dársela, pero ninguno se atrevió a hacerlo.
Cuando al fin el cubano dejó de llorar y comenzó a beber, Atenea supo que no podía mandarlo a casa sólo, mucho menos a trabajar, así que escribió un mensaje a sus amigas y les comentó su plan.
—Bati, voy a pagar la cuenta, debo descansar.
—No, pero tú no trabajas esta noche.
—Claro que sí, el que tiene el día libre eres tú.
—No, no —respondió de forma divertida— en el horario dice que trabajo yo.
—Y en las normas dice que no podemos ir borrachos, así que te quedas en casa y yo te cubro.
—No me quiero ir a casa —hizo un puchero.
—Tranquilo, dormirás en casa de Vee, con Tebbi.
A la mañana siguiente, cuando Venus salió del dormitorio, seguida de su hijo, se topó con Batista semidesnudo tumbado en el sillón. Estaba completamente dormido y con una erección mañanera que hizo volar su imaginación. <<Fuerza de voluntad la mía, que fui capaz de rechazar a tremendo miembro, digo, hombre>> pensó mientras se dirigía a la cocina.
—Taz, no hagas ruido ¿Sí? El tío está descansando.
El pequeño, obediente, asintió y volvió a su dormitorio para jugar con el teléfono hasta que el desayuno estuviese preparado.
Bastó que encendiera la cafetera y las primeras gotas comenzasen a caer, para que como un resorte, Lucifer, despertara.
—Buenos días, Vee.— la voz ronca de recién levantado encendió las alertas de la chilena, que trajo a su memoria la noche anterior.
—Bati, que susto me diste. Ni que fueses Atenea para que el café te despierte.
—¿Qué?
—Nada, forget it. ¿Qué tal estás?
—Me duele la cabeza. —Se sentó en el sofá mientras se percataba de lo que estaba a la vista de todos—. ¿Qué hago en ropa interior? —La chilena comenzó a reír a carcajadas, sobre todo cuando se giró y vio como trataba de taparse con un cojín.
—No lo escondas, ya lo vi. —Volvió la mirada hacia el horno para calentar los bollitos que había preparado el día anterior— Anoche se te fue un poco la mano con el alcohol. Al llegar a casa ya estabas ebrio, pero cuando salí de acostar al Tebbi, habías acabado con las reservas que tenía de whiskey.
—No way. Lo... lo siento mucho.
—Oh, no, tranquilo. Lo divertido fue cuando terminé de arreglarme para ir a trabajar y vomitaste todo sobre tu ropa.
—¡¿Qué?! Ay no, que papelón.
—Papelón lo que hiciste después. Mientras te ayudaba a desnudarte para que te dieras una ducha, intentaste besarme y bueno, como buena amiga que soy, te di una cachetada que te hizo llorar. Te fuiste al sillón y te quedaste dormido.
—Me muero de vergüenza, Vee, lo... lo siento mucho.
—Tranquilo, al menos no despertaste al Tebbi. —Se encogió de hombros, divertida.
—¿Dónde está el demonio?
—En el cuarto, puedes ir a decirle que el desayuno está listo, si gustas.
—Claro.
Bati entró al cuarto y se encontró con el pequeño jugando, en silencio, como todo un grandullón, sentado en la cama. Automáticamente eso le trajo a la memoria a su hijo, Junior, quien hacía lo mismo cuando él y su madre tenían una discusión.
Las lágrimas no tardaron en inundar sus ojos y llamó la atención de Esteban con su primer quejido sordo.
—Tio Tista ¿Tas bien? No tes tliste, no me gusta velte llorar...
El cubano se acercó a él para darle un fuerte abrazo, pero el niño se apartó un poco y acarició su mejilla, haciendo que éste dejara de llorar. Ese era el Don de Tebbi, podía aliviar el dolor de cualquiera con sus muestras de cariño.
Selene despertó aquella mañana con una sonrisa imborrable en su rostro y salió de la casa tan temprano que ninguna de sus amigas estaba despierta todavía. Había quedado en verse con Erick para desayunar, ya que habían pasado la tarde anterior juntos tras quedar a solas después de comer.
Desayunaron en el café de la esquina y después se fueron hacia Natesville, un parque precioso donde se ubicaba un gran lago el cual recorrieron hasta llegar a otros lagos más pequeños que lo rodeaban. Tras varias horas en aquel lugar, fueron en busca de un helado y pasearon por el parque contiguo, llamado Lakes by the Bay park, donde se sentaron a ver como unos niños jugaban un partido de baseball bastante reñido.
—Gracias por traerme acá, es hermoso este lugar. Las chicas jamás me hablaron de él.
—Creo que no saben que existe. Pasan tanto tiempo trabajando que apenas conocen la ciudad.
—Debería contarles, seguro les encanta.
—O —dijo con picardía mientras hacía una leve pausa— podemos guardar el secreto y que este sea nuestro lugar.
Selene le miró fijamente al escuchar esas palabras y olvidó por completo que en su mano aún llevaba un helado que se derretía por segundos y que goteaba sobre su pantalón. El cubano, que se había quedado impresionado por sus propias palabras se giró hacia ella y clavó sus penetrantes ojos verdes en ese precioso azul que le tenía cautivado. Ambos entreabrieron los labios rogando por un beso y fue él quien dio el primer paso e inclinó lentamente su cuerpo hacia el de ella. Llevaba soñando con aquel momento desde la mañana anterior, cuando la conoció en casa de Christopher con su camiseta y su bóxer. Ella siguió sus pasos y tras acortar la distancia pudo ver la duda en su rostro.
<<¿Qué estoy haciendo?>> se preguntó Erick al volver a recordar cuando se conocieron. <<Estaba en casa de Chris y con su ropa, acababan de acostarse, la casa entera olía a sexo y yo, aquí, pensando en que puedo traicionar así a mi amigo>>.
El timbre sonó y Vee dejó de ordenar la cocina para abrir la puerta. ¿Quién podía ser a esas horas? Estaba prácticamente segura de que las chicas aún dormía, como haría ella de no ser por su hijo. Al abrir la puerta se encontró con Richard, quien sujetaba en sus manos una bolsa de donuts y sonreía ampliamente.
—¿Rich, qué haces acá? —estaba realmente sorprendida, aunque en el fondo le agradaba la visita.
—Ayer me quedé con ganas de conocer a tu hijo. ¿Por qué nunca me contaste sobre él?
—No sé —se encogió de hombros— no me había dado cuenta de eso hasta que Erick me preguntó si Tebbi era mi novio. ¿Qué traes ahí? —Le preguntó mientras le hacía pasar.
—Traje desayuno y una invitación. Yo tengo una hija, es un poquito mayor que Esteban y pensé que quizá hoy podríamos ir a pasear los cuatro.
—Me encantaría y estoy segura que al Taz también. —Se encaminaron al salón donde el pequeño jugaba con su lego— Tebbi, mira quien vino a verte.
—Vee ¿tienes una toalla que me puedas prestar para ducharme? —Batista se asomó desde su dormitorio, aún en ropa interior, dejando a Richard con los ojos abiertos.
—Están en el armario del baño, coge la que quieras.
Como si no hubiera pasado nada, Vee, con una sonrisa en los labios, se giró hacia el dominicano y le ofreció una taza de café.
—Creo que debería irme —su enojo iba en aumento al igual que las ganas de reír de Vee, quien sabiendo lo que él debía sospechar, decidió no sacarle de su error.
—No te preocupes, tardará un rato. ¿A qué hora irás por Aaliyha?
—No sé si... —miró a Tebbi, quien había metido la cabeza dentro de la bolsa y sonrió tiernamente ante aquel gesto—. Salgo ahora por ella. —Miró de nuevo al pequeño— ¿Te gustan las donut, Tebbi?
—Chii, thank you tío Ich. —Vee quedó con la boca abierta tras escuchar a su hijo decirle tío y la cerró de golpe cuando se percató de que el dominicano la miraba.
—Preparen ropa de baño, toalla y crema solar, pensé que podíamos ir a Flamingo Park, creo que les gustará.
Erick decidió alejarse antes de cometer un error, pero Selene no estaba dispuesta a perder la oportunidad, así que agarró el cuello de su camiseta y juntó sus labios con los de él, haciendo que sus almas se fundiesen en una sola. Fue algo mágico, como si estuvieran hechos el uno para el otro. Sus lenguas se mecieron con un ritmo lento, sus manos soltaron lo que sujetaban y sin percatarse de que ambas estaban pegajosas y manchadas por el helado que se había derretido sobre ellas, se acariciaron las mejillas, el cuello y el pelo, quedando completamente cubiertos por vainilla y chocolate,
Al separarse para coger aire ambos se echaron a reír, pues no fue hasta ese momento en el que se dieron cuenta de que necesitaban, no una servilleta, sino directamente un baño.
—Vamos a bañarnos al lago ¿Te animás? —le retó la argentina, quien no esperó respuesta y tiró de su mano para arrastrarlo con ella hasta Natesville.
—Siempre.
Aquella misma tarde Erick habló con Christopher y le contó lo ocurrido. Se sentía tremendamente culpable pues era su mejor amigo, pero éste, que tenía la cabeza en otro lado, no sólo no le dio la menor importancia, sino que le sugerió que aprovechara sus días de descanso para irse con ella y disfrutar de su tiempo en la ciudad. Fue así, como en un rapto de locura, Selene y Erick armaron las maletas y se fueron tres días a Orlando, para que la Diosa no volviese a Argentina sin haber conocido Disney.
A la mañana siguiente Batista despertó un poco más sereno. Había pasado la noche en el dormitorio de Afrodita aprovechando que estaba libre y había descansado profundamente por primera vez en mucho tiempo tras la larga conversación que mantuvo con las chicas.
Lovi se despertó la primera y salió tratando de hacer el menos ruido posible, de la cama que compartía una vez más con su mejor amiga. Llegó a la cocina, encendió la cafetera y escuchó el agua de su baño correr. Batista debía estar despierto.
El timbre sonó y la Diosa, pensando que era Vee quien solía madrugar por el pequeño, abrió la puerta y dejó pasar a quien estuviera al otro lado sin mirar siquiera de quien se trataba.
—Vee, no sabía que tú también te levantabas con el olor del café. —Bromeó.
—Hola Lovi —La Diosa dio un respingo al escuchar aquella voz y se giró sorprendida al ver que no eran imaginaciones suyas.
Zabdiel reparó en el cuerpo semidesnudo de Afrodita, quien tan sólo vestía una camiseta larga que apenas le tapaban el trasero. Cerró la boca de golpe al percatarse de como ella le miraba mientras trataba de acomodarse el pelo en una coleta alta.
—Zab ¿A qué debo el honor de tu visita?
—Pasaba por acá de camino al estudio y decidí pasar a verte ¿Hay algún problema? —No podía dejar de pasear sus ojos por todo su cuerpo.
—No, para nada, es sólo que no te esperaba y no estoy... —En ese momento Batista decidió salir del dormitorio con únicamente la toalla alrededor de su cadera.
—Bonita, huele a café ¿Me sirves uno? —Preguntó mientras se acomodaba bien la toalla para que no se le cayera.
Zabdiel, sorprendido, apretó la mandíbula y los puños y aunque trató de disimular su mal humor, no pudo cambiar su semblante antes de que ella se percatara de su olor a celos.
—Veo que estás ocupada, siento la molestia.
—Zab, espera —trató de pararle, pero él siguió caminando en dirección a la puerta.
—Tranquila, somos amigos, debo acostumbrarme a estas cosas —No dejó que se explicara, cerró la puerta tras de sí y dejó a la Diosa con ganas de pegarle una paliza.
—Bati —le dijo mientras volvía hacia la cocina— te sirvo el café, pero ve a vestirte, anda, que me vas a poner nerviosa con esos abominables al aire.
Ay dios!🙄🙄 Estos hombres si que son muy celosos🤦🏻♀️