Capítulo 28 Delicias Europeas
- denovelasvalacosa
- 14 abr 2021
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 21 dic 2021
CNCO llegó a París como primer destino en su gira promocional Euroasiática. Tras nueve horas de vuelo y un par de retraso en el aeropuerto norteamericano, los integrantes de la banda y su equipo estaban completamente agotados. A pesar de haber dormido casi todo el vuelo.
Después de descansar un par de horas en el hotel, los chicos pasearon por los campos Elíseos y al costado del río Sena, algo que no habían podido hacer con anterioridad a la luz del Sol.
Christopher y Erick, decidieron pagar a un caballero para que les dibujase, Zabdiel y Richard observaban a una mujer tocar el violín y Joel... Joel miró el reloj y asumió que sus amigas estarían saliendo del club.
—¡Jojo! —gritó Afrodita al verle tras la pantalla.
—Lovi, ya estamos en París.
—¿París? Zabdiel me dijo que iban a Italia y bueno, que habían llegado, pero nunca me dijo que a París —se rio y Joel se llevó la mano a la frente.
—Sí, bueno, ya sabes como es Zabdiel, con la cabeza en su planeta. ¿Cómo están todas por allá?
—Vee ya debe estar durmiendo, yo estoy de camino a casa y Ati me dijo que quería mirar unas cosas en la oficina antes de volver, pero bien, todas bien. ¿Tú qué tal? ¿Dónde andas?
—Vine a pasear por el Sena con los chicos. Mira que belleza. —Joel cambió de cámara y mostró el hermoso camino que recorría el río.
Afrodita pudo ver también a Christopher poniendo caras divertidas mientras Erick le reía las gracias, estaban sentados en un banquito y un señor les dibujaba. Vio a Zabdiel tamborileando los dedos mientras una chica tocaba el violín y a Richard observar a un malabarista.
—Espero que lo paséis bien, bebé. Ahora te dejo que disfrutes de tu día. Hablamos pronto, saluda a todos de mi parte y yo haré lo mismo con las chicas.
—Un besito mi reina.
El viaje por Europa se les iba haciendo corto, los chicos pasaron por infinidad de países en cuestión de días y en el primer sitio en el que hicieron una larga parada fue Noruega, donde aprovecharon sus días libres para viajar al norte del país y ver las Auroras Boreales que podían surcar el cielo.
Afrodita y Joel prepararon el viaje en una tarde, ya que la Diosa tenía toda la información guardada en su ordenador. Llevaba años soñando con hacer aquel tour y le alegraba, aunque también le causaba un poco de envidia, que sus amigos pudieran hacerlo por ella.
Una vez en el Narvik Mountain Lodge, el cámara comenzó a grabar todos los momentos divertidos de los chicos, pues los CNCO Monday's habían vuelto.
En aquellos vídeos se podía ver como Erick se caía de la moto de nieve, como cuando Richard le dio de comer a un reno, éste le lamió toda la mano o a Zabdiel tocando la guitarra alrededor de la hoguera. También las bromas que Christopher contaba en el Jacuzzi y las caras de Joel cuando no quería reírle la gracia.
Pasaron parte de la noche en una tienda Lavvo y el resto en sus cabañas de madera.
Tuvieron la dichosa suerte de ver la Aurora Boreal y no sólo grabaron aquel momento para hacer gozar al mundo de tremenda belleza, sino que los chicos se encargaron de llamar a las Diosas para que ninguna pudiera perderse aquel maravilloso momento.
Cuando el avión aterrizó en Roma, fue que los problemas comenzaron, haciendo que dos de ellos dudaran de lo que les esperaba en Miami.
Richard, al bajar del avión, llamó a Venus para contarle que ya se encontraban en la preciosa Italia. Estaba deseoso de hablar con ella, pues venía sintiéndola distante desde hacía un tiempo y le preocupaba lo que estuviera sucediendo al otro lado del mundo.
—Hola, bella, ¿Cómo estás? —una respiración fuerte fue lo que obtuvo como respuesta—. Vee ¿Estás ahí?
—¿Richard?
—Sí, chamaquita, soy yo ¿Qué tú estás haciendo que te noto agitada? ¿Estás en el gimnasio?
—No, Rich, ahora no puedo hablar.
—Mami, pero que... —se quedó completamente callado cuando escuchó la voz de un hombre al otro lado de la línea y automáticamente la llamada se cortó.
Frunció el ceño, apretó el puño y siguió caminando con su maleta a un costado, la cual quería estrellar contra el suelo, una pared o aquel tipo.
Zabdiel se acercó a su amigo y le dio un par de palmaditas en la espalda antes de que este le devolviera una mirada de hielo.
—¿Qué pasó, helmano, Vee no te atendió?
—Sí, me atendió, pero estaba agitada y con un hombre.
—Coño, ¿Qué tú estás diciendo brothel?
Richard apretó con fuerza la maleta y clavó sus uñas en la otra palma de su mano. No quería decir lo que pensaba en voz alta.
—Si te sirve de consuelo, papi, a mi Afrodita no me atendió la llamada. Está extraña desde que volamos a Noruega.
Zabdiel se encontraba en el asiento del avión, a punto de despegar, destino Narvik, cuando al fin Lovi le cogió el teléfono.
—Hola hermoso, ¿Cómo estás?
—Muy bien, mami, estamos esperando el despegue a Narvik.
—Qué envidia me dais, yo aquí trabajando y vosotros cumpliendo mi sueño.
—No te preocupes, mami, te prometo que algún día lo haremos nosotros, en cuanto podamos tomar unas vacaciones.
Para el boricua, el recuerdo de aquel silencio que hubo tras su propuesta, era un puñal que se seguía clavando es un herido ego.
Hizo memoria mientras caminaba y se dio cuenta que fue en aquel momento que su sincronización desapareció. Afrodita ya no atendía todas sus llamadas o le devolvía las que se perdían. No le respondía los mensajes tan rápido e incluso a veces se notaba fría y distante cuando lo hacía.
Si tan sólo hubiera sabido que era lo que surcaba la mente de Lovi cuando pronunció aquellas palabras, las cosas no habrían pasado como lo hicieron y no se habría dejado aconsejar por alguien con el orgullo más herido todavía.
<<No te emociones, Afrodita, seguro que lo ha dicho por decir. No seas la tonta de siempre que cree que hay castillos en el aire>>
—Brother, me siento un idiota, yo aquí, con todas las mujeres hermosas que se acercan a nosotros, portándome bien y ella haciendo vete a saber qué con un tipo en su casa.
—En velda te gusta mucho, ¿no?
—Damn bro, esa chamaquita me tiene loco. Esa sonrisa, cómo me mira, es divertida, está medio loca... —Zabdiel suspiró profundo, sabía a lo que se refería.
—A ti también te gusta ¿verdad, bro?
—¿Qué tú estás diciendo, papi? —abrió los ojos con miedo.
—Afrodita, también te gusta ¿verdad?
—Coño, papi, —en cuanto mencionó su nombre recordó su sonrisa tierna, sus caricias dulces y como le despertaba con besos en la espalda cada que dormían juntos—. Es demasiado bella, papi, no me la quiero imaginar con otro.
—¿Celosos? —preguntó Christopher mientras se acercaba a sus amigos.
Richard clavo sus fríos ojos en él y la mueca de disgusto no fue para nada disimulada. Zabdiel, sin embargo, se rio para quitarle hierro al asunto.
—Yo y ella no tenemos nada, brothel, si ella está con otro no puedo hacer nada para evitarlo —Zabdiel lucía una sonrisa, pero la boca le sabía a bilis tras pronunciar aquello.
—¿Y ya, sin celos? Dale, compadre, miren sus caras, desde que llegamos a Europa Joel se divierte más que ustedes ¿Qué les pasa muchachos? Ustedes ya no son mis amigos, compadre.
—¿Quieres que regrese la competencia, bro?
—Ustedes no son competencia para mí, compadre.
—Muy bien, loco, juguemos.
Como bien decía, los celos, la ira y la incertidumbre, no son buenos consejeros y Christopher, no estaba ayudando, no les dejaba razonar. O sí, pues Richard se pasó el camino al hotel recordando una frase que le ayudó a seguir con la apuesta. “Tú y yo no somos nada” <<Se lo ha tomado muy a pecho>> pensó el dominicano.
El café Caruso estaba a reventar cuando llegaron. Era Viernes y la gente se aglomeraba en la entrada. Los chicos iban de punta en blanco y guardaron fila como todo hijo de vecino. Al llegar a la puerta solicitaron una botella y un reservado.
El ambiente era juvenil, la gente no sobrepasaba los veintitantos y la música acompañaba a lo que varios de ahí se proponían. Esa noche no iban a dormir solos, o bueno, no iban a dormir.
Richard fue el primero en alejarse del grupo y aunque no lo hizo con intención de conocer a nadie, no pudo evitar que una morena de ojos café se le acercara con una sonrisa en los labios.
—Hola —le dijo mientras jugaba con su pelo—, eres Richard ¿verdad? —él asintió mientras le pagaba la botellita de agua a la camarera—. Yo soy María. Mi hermanita es fan de ustedes desde hace años y creo que me mataría si dejo pasar la oportunidad de saludarte.
—Oh, encantado María, ¿Y dónde está tu hermanita? No tienes acento italiano.
—Soy peruana, vine acá por mis estudios. En realidad vivo en Florencia, pero me enteré que darían un acústico acá y no podía perdérmelo.
—¿Viniste a vernos?
—Sí, mi hermana hizo que me volviera fan suya. Todo el día me manda vídeos de ustedes en diferentes situaciones, soy incapaz de no valorar su música y su talento.
—Que honor entonces. ¿Quieres que le mandemos saludos a tu hermanita? Los chicos están por allá.
—No te preocupes, no querría molestar. Es más, no quiero sonar como acosadora, ni nada, pero ella está locamente enamorada de ti. Tiene su cuarto lleno de tus fotos.
—Qué hermosa. —La peruana se pasa la lengua por los labios para hidratarlos y él le ofrece de su botella para que beba, aún está cerrada.
Agradeciendo el gesto, María toma la botella, la abre y bebe lentamente sin apartar los ojos de él.
—Gracias. Estaba pensando ¿Podríamos mandarle un vídeo saludando a mi hermana?
—Claro, ¿vamos a un lugar más privado? —María se aparta al sentir el contacto de una mano sobre su espalda—. Tranquila, no pretendo nada, sólo creo que fuera se escuchará y se verá mejor.
María acepta su proposición y le sigue el paso admirando el trasero que tiene el dominicano mientras salen. Algo que prefirió callar y que pronto Richard descubriría es que ella también estaba interesada en él y en recorrer sus labios con la punta de su lengua.
Fue cuando Christopher vio salir a Richard seguido de una despampanante mujer, que sintió que le pisaban los talones y decidió ponerse manos a la obra. Rodeado de sus amigos no iba a conocer a nadie con quien pasar la noche.
—¿De verdad es necesaria esta tontería? —le preguntó Joel mientras se alejaba.
—No, pero es divertido. Deberías hacer como nosotros, olvidarte de Miami y disfrutar de las delicias europeas.
—Gracias, estoy bien como estoy.
Chris se encogió de hombros y siguió caminando hacia la pista, donde una hermosura de ojos azules y labios carnosos, le esperaba. Tenía la mirada fija en él y mordía la pajita con la que bebía su cóctel con vehemencia.
—Ciao, bella, soy Christopher ¿y usted?
—Georgia, pero puede llamarme Gigi. —el ecuatoriano se acercó a ella para dejar un beso en su mejilla, cuando pudo apreciar un aroma familiar que rápidamente borró de su memoria al sentir como le acariciaba el brazo.
—¿Sabes que tienes unos ojos y una sonrisa hermosa?
—Me? —se sonrojó—, ¿Cómo se dice questo? —frunció el gesto y se pasó la mano por la cara buscando la palabra correcta— Tú también es muy linda. —Chris trató de no reírse al escuchar como le decía linda, pero al ver que se le hacía difícil le sonrió y le agradeció con un acento impostado.
—¿Bailamos?
Pasaron un par de horas antes de que Richard volviera a la sala, Erick desapareciera entre la multitud y Joel y Zabdiel se emborracharan en el reservado.
La italiana con la que bailaba Christopher le traía por la calle de la amargura al mover sus caderas de manera demencial tan cerca de su entrepierna, despertando el fuego que llevaba dentro. Quería desnudarla, lo estaba deseando, tenía unas ganas terribles de probar sus labios cada vez que se giraba y quedaban frente a frente. Cada que bailaban una bachata o una salsa, que aunque un poco torpe, la italiana seguía, pues rehusaba a alejarse de él.
—¿Quieres beber algo? —le preguntó al oído cuando ya no podía más. Necesitaba algo que enfriase mente y cuerpo.
—Sí, grazie, estoy... oh, merda, como se dice... Ah, sí, —agarró a Chris por el cuello y acercó sus labios al oído izquierdo del ecuatoriano, susurrando la siguiente palabra, haciendo, así, que todo su cuerpo se erizara—, sedienta.
Zabdiel despertó desubicado, algo que solía pasarle cuando salía de gira. Giró sobre si mismo y sonrió al verse acompañado. Se inclinó para besar sus labios, apartó su pelo y la sonrisa se le borró al darse cuenta de que no era quien él pensaba. <<Mierda, ¿Qué pasó anoche?>> Trató de hacer memoria, había bebido demasiado junto con Joel, el cual en algún momento le dejó solo y poco después una chica se le acercó sonriente. Después de eso todo está borroso.
Salió de la cama sin hacer mucho ruido, no quería despertarla. Se vistió sin demora y al mirar la hora en su teléfono, <<Llamada perdida de Afrodita>> decía su pantalla. <<Mierda, mierda y mil veces mierda>> Quiso revisar la conversación que tenían, pero su teléfono se quedó sin batería y no le quedó otra que salir de ahí, coger un taxi y pedir que le llevaran al hotel, donde Joel batallaba con Christopher por haber llevado una vez más a una de sus conquistas, sabiendo que estaba totalmente prohibido.
—Lo siento, compadre —se disculpó mientras se tapaba con una toalla— mi intención era que se fuera después, pero esta chamaquita está loca, compadre, no me dejó dormir toda la noche.
—No me interesa, Clara y Ali vendrán a buscarte en cualquier momento si no sales pronto de tu cuarto. Iré a distraerlas, pero se tiene que ir ya.
—Sí, compadre, ahora la despierto. Gracias.
—No lo hago por ti, lo hago porque no quiero volver a compartir cuarto con ninguno de ustedes. Tienen un problema, no saben mantener la verga en su sitio ni una noche. Ninguno.
—¿Ninguno?
—No, Erick recién llegó hace una hora, Richard aún no aparece y Zabdiel ni siquiera contesta a mis llamadas.
Ay no, esto es un desastre!😰