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Afrodita-Lili

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Atenea-Lilu

Capítulo 27 Atenea Holmes

  • Foto del escritor: denovelasvalacosa
    denovelasvalacosa
  • 9 abr 2021
  • 11 Min. de lectura

Atenea aprovechó el trayecto de vuelta a su casa, con las chicas, para hablar sobre los problemas que Batista estaba generando. El malestar de los empleados era más que notorio y no podían permitir por más tiempo el maltrato que el cubano estaba teniendo con todo el mundo.

—Entonces hacemos así. Lovi, prepara la reunión con el equipo. Vee, encárgate de los proveedores, no podemos incrementar los gastos y yo hablaré con el loco de nuestro socio.

—Perfecto. —Secundaron sus amigas, que se dispersaron por la ciudad para encargarse de sus labores.

Afrodita fue la única en volver a casa, se cambió de ropa, se calzó los patines y junto a Freya, se marchó a recorrer la ciudad. Había encontrado un lugar en las rocas de la bahía que, a pesar de estar rodeada de ruido, le relajaba.

Se sentó en las piedras tras quitarse los botines con ruedas y con su perra en el regazo, abrió la lista de reproducciones llamada: “Románticas” y canciones como “Primera carta” de Cali y Dandee, comenzaron a sonar. El ritmo lento la calmaba y las letras le hacían pensar en todo aquello que se negaba a tener en la cabeza cuando estaba cerca de un chico.


Venus había pasado por el supermercado antes de regresar a su casa. Encontró a su hijo con su lego en el salón, mientras Aldana se tomaba un café sentada en el sillón.

—Mamá, quielo il al palque. —Le pidió casi con urgencia el pequeño cuándo la vio atravesar la puerta.

—Está bien, deja que acomode esto en su sitio y nos vamos.

—No te preocupes, Vee, yo me encargo, vayan a jugar, el niño está deseando pasar tiempo con su patineta.

—Gracias Aldana, nos vemos más tarde entonces.

Agarró a su pequeño, que iba en el triciclo mientras cruzaban la ciudad hasta el Lot 11 y una vez allí, le quitó los pedales y dejó el transformable en un patinete con el que poder jugar al igual que los mayores.

Un grupito habitual en la zona, se acercó al pequeño. Tendrían aproximadamente dieciséis, diecisiete años y adoraban a Tebbi. Siempre que iba terminaban prestándole toda la atención como si fuera a aprender algo de ellos.

—Oye Tebbi, ¿Tu mamá está soltera? —le preguntó uno de ellos, pero el pequeño le ignoró pues no tenía idea de que era lo que le estaba preguntando.

Atenea llegó a la casa de Batista y esperó a que le abrieran la puerta después de llamar al timbre.

Kerly, con media sonrisa, abrió la puerta y saludó a la mujer que tenía enfrente.

—Ati, justo estaba pensando en llamarte. ¿Tienes idea de qué es lo que le pasa a Bryan? Últimamente está de un humor de perros y ya ni juega con Junior.

—Por eso mismo venía, necesito hablar con él sobre su comportamiento en el trabajo y para con los empleados, pensé que era algo exclusivo del club.

—No, no sé que pueda ser lo que le pase, pero por favor, trata de calmarlo, a mí ya no me escucha.

—Haré lo que esté en mi mano.

Atenea se encamina hacia el salón dónde se encuentra de bruces con un Batista descamisado que le regala una mala mirada.

—Necesito hablar contigo. —Dice ella seria.

—Vamos a mi oficina.

La rubia le sigue hasta un pequeño cuarto donde sólo hay una estantería llena de carpetas y dos ordenadores con doble pantalla cada uno.

—¿A qué se debe la visita? —su tono era frío, como el de los últimos días.

—Mira Bati, nosotras te tenemos mucho aprecio, ya lo sabes, —sonrió irónicamente el aludido—, pero no vamos a tolerar más el comportamiento que estás teniendo con la plantilla, ni con nosotras. Aunque por lo que me ha dicho Kerly, tu actitud agresiva y tirana no se queda solo en el Lilith. ¿Qué te pasa?

—No me pasa nada, sólo he comprendido que soy un cero a la izquierda para todo el mundo y me he cansado.

—¿Cómo que un cero? Mira Bryan, no sé que te hace pensar eso, pero nosotras te tenemos muchísimo respeto y valoramos tu opinión tanto o más que la nuestra propia. Eres nuestro socio, de no ser así no estaríamos trabajando contigo. Vale, sí, quizá hicimos mal en no llamarte cuando pasó todo aquello de la comisaría, Afrodita también se enfadó con Venus por llamar a otra persona, pero es que no estamos acostumbradas a dar explicaciones y mucho menos a tener socios a los que también afectan nuestras decisiones. ¿Entiendes? —Él sólo frunció el ceño y se cruzó de brazos, escuchando lo que tenía para decir—. Mira, —se acercó un poco más a él—, no sé que será lo que te puso tan mal, pero desde luego tengo la sensación de que hay algo más y por eso estás teniendo esta reacción desmesurada.

Batista agachó la cabeza en busca de las palabras adecuadas. De decir lo que realmente le pasaba, todo iría de mal en peor, sus amigas le odiarían tanto como estaba comenzando a hacer él.

Atenea volvió a acercarse y desde abajo buscó sus ojos.

—¿Me vas a decir que ocurre? Puedes hablar conmigo. —Tragó saliva y se afianzó para levantarle el mentón un poco.

Tener a su socio, sin camiseta y con un ligero pantalón de algodón, deportivo, tan cerca, sólo le generaba escalofríos. La piel se le erizó y sus labios se entreabrieron como si esperara algo más de él.

—Lo siento —le dijo—, sé que he sido un estúpido, pero tengo un miedo terrible de perderlas. No se hacen una idea de lo importantes que se han vuelto para mí y me sentía culpable. Culpable por no estar ahí y enfurecido porque quienes estuvieron, no sirvieron para nada.

—Tampoco es tan así, Bati... —comenzó a decir la española, la cual no pudo seguir hablando pues su pecho se lo impidió.

Batista estrujó a su amiga, la apretó tan fuerte entre sus brazos que casi le rompe los huesos y le deja sin aire.

—No sé que haría si te pasara algo. —Se tensó al escuchar sus palabras—. A ti o a cualquiera de las chicas. —Aclaró.

—Tranquilo, no nos va a pasar nada.

Se separaron despacio y se quedaron mirando a los ojos durante unos segundos. Sus respiraciones eran entrecortadas y ambos podían sentir la del otro demasiado cerca.

—Bati, están llamando, es para ti —habló una voz al otro lado de la puerta mientras tocaba con los nudillos para pedir permiso.

Atenea se alejó bruscamente de él y se frotó las manos en el pantalón que llevaba como si estuviera arreglando su ropa.

—Voy —respondió él—, espérame aquí, hay un par de cosas que quiero comentarte sobre el club.


Ati se quedó en la sala, con las manos temblorosas y la garganta seca. ¿Qué acababa de pasar?

Paseó su mirada por las carpetas de la estantería. En una ponía Lilith, algo que le sorprendió porque las cuentas las llevaban juntos y usaban excel para ello, no papel. Estiró su brazo para cogerla, estaba demasiado alta, así que también se puso de puntitas, pero no alcanzó.

—Ati, no me puedo quedar, tengo algo urgente que hacer. Nos vemos en la tarde. Iré al club y me disculparé con los empleados.

—Está bien, no te preocupes, me voy a casa.

—No, tranquila, espera con Kerly en el salón, yo te llevo.


Afrodita terminó de hablar con sus empleados cuando el resto de los propietarios llegaron al club con una pésima cara. Venus se acercó a ella y le pidió que le acompañara.

—Tenemos un problema.

—¿Más? No me digas que Bati nos manda a la mierda porque...

—No, peor, tenemos a la policía encima. Me llamaron mientras estaba con Tebbi y tuve que pasar por comisaría. Quise llamarte, pero no había tiempo que perder, así que fui yo. Me dijeron que teníamos múltiples quejas por varias peleas que han tenido lugar en la entrada del local a altas horas de la madrugada. No pueden culparnos por ellas, pues son en la vía pública, pero estamos en aviso por lo que sucedió con las tipas esas y por la sobre dosis de la tal María José, Jesús, no me acuerdo.

—Sí, sé lo que dices. ¿Qué te han dicho que hagamos?

—Que tengamos más cuidado y que pongamos seguridad en el local.

—Es algo que estaba pendiente de conversación. Hablaré con los chicos y les diré que a la hora del cierre dos de ellos deben estar en la puerta supervisando que nadie se quede cerca peleando. ¿Lo saben Ati y Bati?

—Sí, recién se lo conté en la entrada.

—Perfecto. ¿Qué tal con los proveedores?

—Han aceptado no subirnos los precios si firmamos otro año más de contrato con ellos.

—Pues ya sabes, dile a Atenea que se encargue de revisar el contrato y para adelante. Ahora vamos a hablar con la plantilla.

Cuando las chicas salieron del VIP, que hacía a su vez de oficina en momentos de inactividad, Batista ya estaba dándose abrazos con algunos de los chicos, el único que le miraba con recelo era el que hasta ese momento había sido su archienemigo, Izan.


Aquella noche, después de pedirle a todos que estuvieran atentos al consumo de drogas, como hacían habitualmente, las chicas estuvieron mas pendientes que nunca.

Atenea, desde el escenario avistó a un joven en uno de los reservados con lo que parecía un bote pequeño de cristal con polvo blanco dentro. Le hizo un gesto con la cabeza a Afrodita, pues era la única desocupada en ese momento y esta se acercó al muchacho.

—Disculpe pero aquí no está permitido el consumo de estupefacientes. —El chico se rio ignorándola—. Te he dicho que aquí no está permitido el consumo —insistió cuándo él sacaba una especie de cucharita minúscula y la introducía en el bote—, así que tienes dos opciones o lo tiras o te marchas.

—No voy a tirarlo —contestó irreverente y acto seguido esnifó el producto.

—Muy bien, ya sabes donde está la puerta. —Le dijo molesta mientras señalaba la salida.

—No me voy a ir. Si no está permitido el consumo ¿Por qué lo vendes?

—¿Perdona? —Afrodita se había quedado petrificada ante su pregunta.

—¡Qué si no se permite el consumo ¿por qué lo venden?! —Dijo más alto.

Batista, que escuchó al chico, se acercó rápidamente, le agarró del brazo y sin mediar palabra le sacó a la fuerza del local. Sus amigos, avergonzados, agacharon la cabeza y salieron tras él.

—¡Eres una puta! ¡Te vas a arrepentir de que tu mono me saque de esta manera!

Afrodita continuó con su trabajo, como si nada hubiera pasado, recogiendo las copas medio vacías de la mesa, pero aún con la duda en la cabeza.

Atenea bajó del escenario y se fue hacia el baño, entró en uno de los cubículos y una vez ahí, sentada, escuchó un par de voces masculinas que no le fueron difíciles de reconocer.

—Mierda, Blacke, tienes que tener más cuidado, he tenido que sacar a un tipo a la fuerza.

—What's the problem, boss?

—Afrodita vio a un imbécil metiéndose en medio de la sala. Vigila mejor lo que haces.

—¿Cómo se dio cuenta Afrodita de que había un tipo...?

—No importa eso —le interrumpió—, lo importante es que le dijo que se vendía aquí, así que piensa rápido porque el primero en caer vas a ser tú.

—No me amenaces Bryan, si yo caigo, caes conmigo. —Batista miró a Blacke con odio y apretó los puños fuerte para no darle una paliza en aquel momento—. De todos modos el que te debe preocupar es Izan, después de como lo trataste esta semana, dudo que vaya a cerrar el pico mucho tiempo.

—Ya, no sé como deshacerme de ese imbécil. Las chicas le tienen en un pedestal y no hay manera de que lo despidan. Igual tú no te preocupes por eso y dedícate a hacer bien tu trabajo, no quiero que se nos joda el negocio.

Cuando los chicos dejaron de hablar, Atenea intuyó que ya no estaban ahí, así que tiró de la cadena y salió del baño un poco aturdida. Fabricio, que recién entraba por la puerta vio como se agarraba la cabeza, mareada por lo que su mente estaba asimilando y le ofreció salir con ella a tomar un poco el aire. Hacía demasiado calor aquella noche.


Los días iban pasando y Atenea era incapaz de sacar aquella conversación de su cabeza. Aprovechaba su tiempo libre para pensar en esos pequeños detalles que había pasado por alto, como cuando Batista miró a Blacke después de enterarse que lo que tuvo aquella chica, cuyo nombre era incapaz de recordar, había sido una sobredosis o como cuchicheaban en sus tiempos muertos. El comportamiento de Izan con respecto a su socio, ese desprecio mutuo que se tenían. ¿Qué era lo que había pasado entre ellos? ¿No habían llegado a un buen acuerdo?

La primera semana Atenea comenzó a poner excusas para no volver a casa con Afrodita o para no dormir con Fabricio, necesitaba seguir a Batista, pues recordó las discusiones que había tenido en el pasado con Kerly por llegar a altas horas de la mañana a casa. Siempre le creyó cuando decía que era por negocios, pero nunca sospechó que la clase de negocios a los que se refería era el tráfico y la venta de drogas.

La segunda semana, al no descubrir nada, a quien decidió seguir fue a Blacke, quizá él le diera más pistas sobre lo que estaba pasando, pero no. Él siempre se iba directo a su casa o en alguna ocasión a otro lugar del que no salía, al menos no antes de que ella se diera por vencida y se fuera a intentar dormir.

Una semana más, tratando de averiguar algo, necesitaba información, no podía ir a sus amigas a contarles que su socio vendía droga por una simple conversación que pudo mal interpretar.

—Ati ¿estás bien? Te ves horrible. —Le decía de tanto en tanto Afrodita, pero ella se resguardaba en la excusa del sueño.

Dejó de ir al gimnasio, dejó de dormir, de comer, sólo tenía una cosa en la cabeza. ¿Qué mierda ocultaba Batista?

Un día su socio se acercó para hablar con ella, prácticamente tuvo que acorralarla para que le hiciera caso y no saliera corriendo como llevaba haciendo el último mes.

—No sé que te pasa, imagino que te estás alejando de mí por lo que ocurrió en mi oficina, pero me preocupa tu salud, te veo mal ¿No estarás enferma? Deberíamos ir al medico al salir del club. —Le dijo mientras le entregaba un sándwich.

—No, estoy bien, gracias. —Fue cortante y desairada.


Al finalizar Marzo la salud de la Diosa había empeorado en exceso. Sus ojeras eran intensas y muy oscuras, el estrés le generaba insomnio y la ansiedad, taquicardias. No comía apenas y las pocas fuerzas que tenía las empleaba en trabajar y buscar más información. Es más, incluso trató de acercarse a Kerly para pasar por el despacho y ojear aquella carpeta que tanto llamaba su atención, pero de una forma u otra, algo se lo impedía.

—Ati, mi amor, no sé que te está pasando, pero me preocupas, necesito que pares de hacer lo que sea que estés haciendo.

—No puedo, estoy tan cerca, necesito averiguar lo que pasa. Asegurarme.

—¿Lo que pasa con qué? —preguntó Lovi sin entender.

—Lo que pasa en el Lilith. No te lo puedo explicar todavía, necesito pruebas, pero si mis sospechas son ciertas, tenemos al lobo en casa. —Lo último lo dijo en un suspiro justo antes de desmayarse.

—¡Mierda, Atenea!

Afrodita la levantó del suelo como pudo y la acomodó en el sofá. Trató de despertarla en vano y gritó el nombre de su vecina con la esperanza de que apareciera, pero no lo hizo, así que corrió a tocar la puerta de enfrente y Aldana abrió medio dormida.

—Llama a Vee, por favor, Atenea se ha desmayado.

Volvió a su departamento y recordó algo que había visto en infinidad de películas. Corrió al botiquín, cogió alcohol y mientras Venus entraba con el teléfono pegado a la oreja, ella le pasaba por la nariz un algodón empapado.

—Alex, soy Vee, por favor, necesito que vengas, Atenea se ha desmayado y no se despierta. Espera, espera, ya reacciona. Está pálida y sudando frío ¿Puedes venir?

Voy en cuanto me libere en el trabajo, no me queda mucho. ¿Sabes que le haya podido causar ese desmayo?

—Lleva semanas con una cara terrible, ya no va al gimnasio, apenas está por casa y tiene las ojeras más profundas que le he visto. También me he dado cuenta de que la ropa le queda grande.

¿Cuándo fue la última vez que comió?

—¿Cuándo fue la última vez que comiste, Ati? —preguntó al ver que se estaba levantando para sentarse en el sofá.

—No lo sé... no lo recuerdo.

—No lo recuerda —bufó la chilena.

Tómale la temperatura y dale algo de comer, voy en un momento.

—Gracias Alexander. Nos vemos.

Venus finalizó la llamada y se adentró en la cocina en busca de algo fácil de preparar.

—Mierda, Atenea, no nos puedes dar estos sustos. Come algo antes de que yo te remate.


Pocas horas más tarde, el Doctor Rodríguez estaba en casa de las españolas, chequeó a la rubia y tras ver la tensión en su mandíbula y el movimiento inquieto de su pie, supo que lo que le había pasado a Atenea era un pico de estrés y que lo único que necesitaba era descansar adecuadamente y comer cada dos o tres horas. Volvería a recuperar su figura y su salud mental después de al menos una semana en cama.

 
 
 

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3 bình luận


Lou <3
Lou <3
09 thg 4, 2021

Y Bryan me descepcionas.....

Thích

Lou <3
Lou <3
09 thg 4, 2021

Ay Ati, no puedes hacer esas cosas! Y debes contarle a las chicas que es lo que ocurre, ellas podrán ayudarte, y no necesitas pruebas para que te crean, ellas son tus amigas y siempre creerán, sólo hay que encontrar las pruebas suficientes para hecharlos, eso es todo...

Thích
denovelasvalacosa
denovelasvalacosa
10 thg 4, 2021
Phản hồi lại

Paso a paso mi alma, paso a paso jajajaja

Thích
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Joel Pimentel

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Erick Brian Colón

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