Capítulo 18 Menuda noche
- denovelasvalacosa
- 6 mar 2021
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ATENEA:
Sentí un beso en el hombro y me desperté. Abrí los ojos de golpe como si de un sueño se tratara, pero el calor que su cuerpo emanaba a mi espalda dejaba en claro que no estaba sola.
Su mano acarició mi brazo haciendo temblar cada parte de mi cuerpo. Estaba deseando que volviera a repetir cualquiera de sus movimientos, deseando verle la cara para confirmar que ciertamente era él quien se encontraba junto a mí en la cama, así que me giré suavemente, como si aún siguiera dormida y abrí lentamente los ojos para encontrarme de lleno con su mirada fija sobre mí y su labio siendo atacado por sus dientes.
Quería imitarle y deleitarme con su boca, así que dejando todos mis miedos a un lado, le besé. Era un beso que denotaba ganas, urgencia, pasión y ternura y... se separó. Me alejó de él con cuidado, haciendo que toda la seguridad que había conseguido reunir desapareciera.
Me levanté de la cama sin decir nada y me metí al baño. Quería gritar, quería llorar, patalear y hasta decirle de todo lo que podía morirse, pero entonces me vi en el espejo y me eché a reír. Todavía vestía la ropa de la noche anterior, el maquillaje se había corrido por mi cara y mi pelo había tenido tiempos mejores. ¿Cómo no iba a asustarse conmigo en ese estado? Hasta yo lo habría hecho. Y no es que me avergüence de mi aspecto, es lógico que tras trabajar horas y hablar otras tantas, ambos terminásemos dormidos en el sillón. Él debió llevarme hasta la cama y en medio de algún sueño lúcido, debí pedirle que se acostara. No me arreglé el pelo, no me desmaquillé y mucho menos me puse el pijama.
Esperé para ver si se marchaba, pero ningún ruido me indicó que fuera a hacerlo, así que tras arreglarme y lavarme los dientes, decidida a preparar un rico café y un delicioso desayuno, salí del baño, dándome de bruces con su pecho.
RICHARD:
Llegamos al club más cercano al hotel. Con los años habíamos aprendido a escabullirnos sin que las fans en la puerta lo notasen, así que llegamos a la fiesta poco después de que la llamada con las amigas de Joel finalizase.
Qué mujeres... Me tenían loco, no lo voy a negar y había una cosa que tenía muy clara en aquel momento: Iba a volver al club e iba a verlas de nuevo. Sabía que todo lo que se traían con Joel era una pantomima, era más que obvio que por alguna razón le seguían el juego, pero sabía como era mi amigo y él, desde luego, no estaría con tres mujeres a la vez.
Bailaba con los chicos en el pequeño reservado que teníamos, cuando una morena se acercó a mí y sin pronunciar media palabra, me besó.
No voy a mentir y decir que no me agradara el beso, pero no me gustaron las formas, así que, poniendo mis manos en sus hombros, la alejé de mí. Ella frunció el ceño, como si no entendiera mi actitud y entonces la reconocí. Alejandra, una chica con la que había tenido algún que otro encuentro en anteriores giras. Le regalé un sonrisa, me acerqué a su oído y me disculpé por la brusquedad, algo que ella también hizo pues comprendió que no me había dado tiempo a reconocer a la que atacaba mi boca antes de hacerlo.
Bailamos durante horas y charlamos sobre como habíamos llevado la vida en los dos últimos años. La comunicación se cortó hacía tiempo cuando comprendimos que era absurdo seguir hablando cuando cada uno vivía en un país diferente y con vidas completamente incompatibles.
La conversación, el baile y los besos se vieron interrumpidos por una fila de chicas hermosas que aparecieron donde mis amigos se encontraban con una enorme tarta cubierta por bengalas y botellas de alcohol.
—Happy Birthday to you... —comenzaron a cantar, lo que hizo que me acercara a la zona VIP con Alejandra de la mano.
Un par de horas después, salí de aquel lugar en dirección a su departamento, el cual se encontraba, convenientemente, bastante cerca del club. Sabía que aquella noche sería inolvidable, aunque, por alguna extraña razón, tres rostros hermosos se instalaron en mi cabeza en el preciso instante en el que crucé la puerta de su dormitorio.
BATISTA:
Llegué a mi casa bastante tarde y no era la primera vez, así que imaginé lo que me esperaba cuando abriera la puerta.
—Buenos días —me saludó Kerly.
Quise responderle con un beso y mucho amor, pero su cara me decía que si trataba de acercarme probablemente terminaría con un ojo morado y con las maletas en la puerta.
—Buenos días mi amor —respondí con sonrisa culposa y poniendo mi mejor cara de pena. No funcionó.
Con un gran suspiro por su parte, desapareció de mi vista en el preciso instante en el que Junior salió corriendo al recibidor.
—Papi —me gritó mientras se lanzaba a mis brazos—. ¿Vas a desayunar conmigo? Hoy has llegado muy tarde. —Se acercó a mi oído y me confesó algo que al parecer era secreto—. Mamá está muy enfadada y triste, hoy la vi llorando cuando me desperté.
A día de hoy me sigo sintiendo la peor persona del mundo por haber hecho sentir desdichada a mi mujer, pero tenía más negocios a parte del Lilith y para mí era mucho más sencillo trabajar en ellos a la salida, que después de dormir, pues prefería pasar mis tardes con la familia, algo que Kerly no conseguía entender.
En millones de ocasiones la escuché gritar y maldecir por no avisarle cada vez que pensaba llegar a las nueve, diez de la mañana, pero es que cuando lo hacía, tampoco servía de nada pues en su cabeza todo lo que salía por mi boca desde que las chicas vinieron a Miami, era mentira.
Sigo sin entender en que momento decidió que era un infiel capaz de engañarla con alguna o con todas mis socias, cuando ellas se llevaban tan bien, no tenía sentido alguno, pero así eran las cosas. Ella era amiga de las chicas y se mantenía cerca de ellas para crearles culpa, para controlarlas o no sé, pero desde luego no porque les tuviera un gran aprecio.
De la que más dudó siempre fue de Afrodita, pues nunca fue capaz de creerme cuando le dije que nada había pasado en Nueva York... Me parecía tan ridículo.
Me metí en la cama tratando de descansar, pero la actitud de hoy había sido tan fría que no me dejaba dormir. Salí de ella, me metí en la ducha y volví al comedor con sólo un pantalón deportivo. Para cuando Kerly me vio, cogió a Junior en brazos y sin mediar palabra, salió de casa dando un portazo.
<<Muy madura, Kerly>> pensé, pero en realidad podía entenderla. Pasaba cinco noches a la semana en el club y varias tardes ensayando los números con los chicos. Las noches que me quedaba en casa estaba más centrado en otros negocios y mi hijo que apenas le dedicaba tiempo a mi mujer, y desde que sospecha que estaba con alguien más, ni siquiera podía tocarla. Necesitaba más días libres, así que decidí llamar a Atenea.
—¿De qué te ríes? —le pregunté cuando atendió la llamada. Aún no había dicho nada, no podía reírse de mí.
JOEL:
Estaba en el sillón del reservado con Erick, tomándonos la última copa, cuando dos bellezas se acercaron a nosotros.
—Hola, perdonen ¿Son los chicos de CNCO? —preguntó una de ellas y nosotros asentimos con una sonrisa en los labios. El alcohol nos ponía demasiado alegres.
Imaginamos con Erick que nos pedirían un autógrafo, una foto o algo parecido y después se marcharían, pero nada que ver, las hermanas, porque eran hermanas, se sentaron a nuestro lado y comenzaron a hablar de millones de cosas relacionadas con la música, pero no de nosotros.
Me costaba creer que hubiera fans tranquilas, pensaba que las Diosas eran una excepción, pero al parecer muchas chicas eran lo suficientemente maduras como para entablar una relación con su ídolo sin arrancarle un brazo.
Al terminar la copa que teníamos en la mano, Erick preguntó si estarían dispuestas a pasear un poco antes de volver a casa, lo que derivó en una hora con ellas del brazo caminando por las calles de Santiago.
Por alguna razón y no recuerdo muy bien como, las hermanas, Erick y yo, acabamos en la habitación que el cubanito compartía con Christopher y Zabdiel, que como bien suponíamos, no estaban.
En algún momento, entre un chiste malo de Erick y una risa divertida de Elena, las lenguas de ambos se entrelazaron, haciendo que María y yo nos sintiéramos un poco incómodos y decidiéramos salir del cuarto lo más sigilosamente posible para dejarles algo de intimidad. Pensé que quizá podríamos bajar al bar para esperar a su hermana o un taxi, pero no hizo falta más que cruzar la puerta para que la peligrosa hermana menor se lanzase a mis brazos como si fuera todo un plan bien coordinado.
No voy a negar que me gustó ese beso porque fue demasiado intenso, haciendo que mi amiguito se despertase al instante, pero el hecho de que fuera robado de manera tan brusca, me aturulló.
—¿Vamos a tu pieza? —me preguntó la chica con una sonrisa peligrosa que bastante me recordaba a Venus. <<¿Será una lección en las escuelas chilenas?>> pensé.
—Claro, vamos.
Antes de entrar comprobé que Richard no estuviera, había desaparecido con una morena despampanante una hora antes de conocer a las chicas, así que podía ser factible que hubiera decidido usurpar la habitación como yo pensaba hacerlo, pero no estaba, así que sin pensarlo un segundo, entré con María agarrada a mi cuello y maltratando mis labios con sus dientes. Yo caminaba de espaldas, ella de frente, nos quitamos la ropa sin dilación y lo que pasó después es otra historia.
FABRICIO:
A día de hoy sigo sin saber porque me aparté, pero lo hice y su cara de decepción hizo que quisiera darme cabezazos contra la pared.
Salí de la cama y paseé por el dormitorio pensando en como solucionar lo que acababa de hacer. Ella se había encerrado en el baño y probablemente estuviera maldiciéndome en aquel momento, así que me armé de valor, me paré frente a la puerta y cuando escuché su risa me desconcerté. <<¿De qué se ríe?>> pensé. Tal vez lo hacía por no llorar o quizá porque le causó gracia mi cara, aún no lo sé, pero desde luego la risa era la última reacción que esperaba.
Me quedé parado frente a la puerta y cuando ésta se abrió, su precioso rostro se dio de bruces contra mi pecho.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó al apartarse.
No respondí, no quería hacerlo, lo único en lo que pensaba era en la textura de sus labios, en lo cálidos que eran y en como deseaba volver a saborearlos. Así que me armé de valor, a pesar del terror que tenía de que me volvieran a lastimar y la besé. Sin aviso, sin caricias previas, sin dramatismo, simplemente agarré su cintura y tiré de ella hasta llevarla a mis labios.
Un beso intenso inundó de calor la habitación y de repente toda la ropa que llevábamos parecía sobrar. Atenea me estaba volviendo loco con sus caricias en la espalda, amenazando con quitarme la camiseta sin hacerlo y con pellizcos en los labios que de repente pasaron a ser succiones, cuando el teléfono comenzó a sonar.
Ella ignoró llamada tras llamada, pero la persona al otro lado parecía insistir demasiado así que muy a mi pesar dejé que se alejara y atendiera a quien osaba molestarnos. Segundos más tarde una carcajada llenó la pieza.
—Lovi... —decía sin parar de reír—, Lovi me necesita.
—¿Qué pasó, por qué te ríes? —le pregunté, pero entonces volvió a sonar el teléfono y sin dejar de reír contestó.
—Necesito que me lleves a un sitio. Tengo que recoger a Lovi. —Hizo una pausa, imagino que quien llamaba estaba hablando—. Te espero en el portal. Sí, es urgente al parecer. No, no le ha pasado nada malo, al contrario, parece que tuvo una buena noche.
CHRISTOPHER:
Estuve bailando y cantando con los chicos hasta que una rubia llamó mi atención. Su baile sensual junto a nuestro reservado me estaba volviendo loco y su manera de mirarme con descaro me dejaron claro que bailaba para mí. Quizá debí quedarme donde estaba, pero no pude evitar levantarme del sillón en el que me encontraba bebiendo para acercarme a ella y pedirle un baile, un baile que pasó a ser una serie de ellos.
Esa mujer era demencial, no sólo bailaba reggaetón de forma indecente, sino que con la bachata, bien pegados, me hizo imaginarme en todas las posiciones que podría ponerla durante la noche.
Creo que no aguanté mucho sin pedirle un beso, a lo que ella respondió de la forma más exquisita, un pequeño mordisco en mi lóbulo izquierdo. Hay pocas cosas que me exciten más que un mordisco en la oreja, un beso en la nuca o un lengüetazo en...
La noche, para ser honestos, iba a las mil maravillas. Desde mi posición podía ver a Erick y Joel riendo a carcajadas y grabando vídeos, supongo que para Instagram o sus amigas. Richard, que no había perdido el tiempo tampoco, estaba con una morena que me resultaba conocida, la verdad, y se veía que lo pasaba chévere y Zabdiel... mirase a donde mirase no le encontraba así que o bien estaba en el baño, o se había ido antes de tiempo.
Roxanna y yo bailamos prácticamente toda la noche, cada vez que trataba de alejarme para ir al baño o a por una copa rozaba a mi amiguito para cerciorarse de que era ella quien lo despertaba y que no me iría en busca de ninguna otra falda. Estaba loca si pensaba que iba a hacer eso.
La torta de Rich llegó y me alegré mucho de haberle preparado esa sorpresa cuando vi su amplia sonrisa. Por un momento todos dejamos de hacer lo que veníamos haciendo para centrarnos en él y grabar para todas nuestras fans lo bien que lo pasaba el Richuki. Poco después comenzamos a desaparecer.
Roxanna me susurró al oído las ganas que tenía de hacerme disfrutar y no dudé un segundo en seguirla. Al parecer no era el primero en irse, así que no me sentí tan mal por hacerlo.
Tomamos un taxi y aparecimos en su departamento pocos minutos más tarde. Subimos en el ascensor y como si tuviéramos prisa, comenzamos a desnudarnos, sin esperar siquiera a que la puerta se cerrase.
Al llegar a su casa acaricié su piel desnuda con la mano que me quedaba libre. En la otra llevaba mi camiseta y su vestido. Debí hacerle cosquillas porque comenzó a reír y entonces... algo pasó. No sé muy bien porque, pero otra risa me vino a la cabeza. Roxanna volvió a besarme, pero sus besos ya no me sabían a nada, ya no me generaban nada. Mi amigo se había dormido y todo lo que sentí aquella noche se había esfumado de un plumazo. Le devolví el vestido, me puse la camiseta y sin tener una explicación para darle, me fui.
AFRODITA:
Llegamos a casa de Cruz y retomamos la cita que habíamos dejado a medio terminar la última vez que nos vimos. Sus manos habidas de carne, me tocaban con deseo mientras las mías querían deshacerse de su ropa.
—Vamos arriba —le pedí, casi suplicando.
No tardamos mucho en llegar a su apartamento, por suerte, pues entre sus besos, sus caricias y como me apretaba contra él en el ascensor, imaginé que no aguantaría mucho con la ropa puesta. Cruz debió leerme la mente.
Me giró con un poco de brusquedad, algo que me excitaba sobremanera, y bajó sólo un poco la cremallera de mi vestido. Besó mi nuca y después mi hombro, para segundos mas tarde, de un tirón, arrancarme el vestido.
Di un pequeño salto, sorprendida, pero su virilidad me estaba encendiendo tanto que me dejé llevar por la pasión, al igual que él y al volver a mi posición inicial, en la que sus labios se apoderaban de los míos, coloqué mi mano a ambos costados de su camisa y amagando que iba a desabrochar un botón, tiré con toda la fuerza que fui capaz de reunir. Varios botones salieron volando, pero aún faltaban los de abajo, que estaban todavía dentro del pantalón. Saqué la camisa de ahí y con un nuevo tirón, me deshice de ellos. Eso pareció excitarle tanto como a mí, porque segundos más tarde me tenía en brazos entre su cuerpo y la pared.
—Hazme lo que quieras, pero hazme gemir —le pedí en un susurro.
Llegamos a su cama, me lanzó a ella y con otro tirón, como si Victoria Secret hiciera lencería con hilo de la peor calidad, me arrancó el tanga que llevaba puesto, dejándome así completamente desnuda y a merced de sus caricias.
Desperté varias horas después, un poco dolorida de los dos rounds sexuales que habíamos tenido antes de poder descansar y me fui hacia el baño con cuidado de no despertarle o era capaz de volver a amordazarme y atarme a la cama. 50 sombras de Grey se queda corto al lado de lo que yo acababa de vivir.
En el camino encontré una camiseta, así que me la acomodé, recordando que la noche anterior había destrozado toda mi ropa y agarré mi teléfono el cual se encontraba sobre una silla que descansaba en la habitación.
Llamé a Atenea, pero no respondía, así que le dejé un mensaje con la esperanza de que lo leyera antes de que Cruz despertara.
<<Quiero los detalles al llegar. Bati está de camino, paso a por ti en diez minutos>> Me respondió al cabo de un rato.
Me quedé sentada en la taza del váter esperando a que llegara, sólo porque temía salir y encontrármelo con ganas de más, ganas que definitivamente yo había perdido.
<<Ya estamos aquí, ábreme>>
Me lancé directamente a tapar su boca cuando le abrí la puerta, pues sabía que iba a reírse en cuanto me viera con las pintas que llevaba. No sé como lo hacía Cruz para peinarse, pero yo no había encontrado ningún cepillo y tras una ducha mal dada la noche anterior, mi pelo parecía un nido de pájaros, algo que sabía, le resultaría gracioso.
—Dame la ropa y vámonos de aquí.
—¿Me vas a explicar esto ahora o con Bati en el coche?
—Shhh, cállate o ese maniaco sexual se despertará de nuevo.
ERICK:
Los besos de Elena se hicieron más intensos cada vez, sobre todo tras darnos cuenta de que Joel y su hermana se habían marchado. Sus manos se deshicieron rápidamente de mi ropa y sus besos comenzaron a repartirse por todo mi cuerpo.
Elena tenía bastantes más años que yo, algo que me gustaba pues las chicas de mi edad podían ser algo inexpertas, tímidas o incluso pudorosas, quizá por eso siempre me había fijado en chicas ligeramente mayores. Como Elena o Venus.
Introdujo mi miembro en su boca, lo que me hizo recostarme sobre el colchón para poder disfrutar de la tortura de su lengua. Después de un rato retorciéndome de placer y concentrándome para aguantar, traté de llevar el control. Tiré del pelo que tenía agarrado para que no le incomodase y ella me miró golosa, le sonreí y le pedí que me besara, algo que no tardó en hacer. Aproveché la jugada para girar sobre nosotros mismos y así desnudarla. Estaba listo para hacerle disfrutar, pero parecía ser que a Elena le gustaba tener el control, así que cuando se vio sin ropa me forzó a recostarme de nuevo y se acomodó sobre mi cara, tirando de mi pelo para que mi lengua comenzara a jugar con su zona más sensible, mientras ella me cabalgaba.
He de confesar que me gusta ser quien lleva las riendas, pero Elena... ella era diferente, era una mujer segura de si misma, que con su cara dulce te engañaba y con su fiereza te atrapaba.
No sé cuantas horas pasamos en el dormitorio, pero me habría encantado que fuesen más. Le habría pedido que se quedara a dormir, pero por desgracia compartía habitación y los chicos volverían en cualquier momento.
María le envió un mensaje, supongo que Joel debió pensar que Richard también estaría a punto de volver, así que ambas se pusieron de acuerdo para irse al mismo tiempo.
VENUS:
El Doctor amor me hizo ver las estrellas aquella noche. Me tentó con su lengua y me enloqueció con sus manos. Estaba segura de no poder aguantar los gemidos, pero él se encargó de que lo hiciera cuando cubrió mi boca con su mano, elevando así mi placer al cien por ciento.
El salón se volvió nuestro templo y la posibilidad de ser descubiertos, el aliciente suficiente para querer hacerlo sobre todas las superficies. La encimera de la isla, la banqueta, el suelo, el sillón...
Cuando Alexander se fue, me vi en la obligación de desinfectarlo todo. No por mí, sino por mi hijo y Aldana, ya que por respeto debía mantener la casa limpia para ella también.
Me fui a la cama muerta de sueño, más cansada que de costumbre y no era para menos, apenas había parado un segundo en mi primer día de trabajo tras los cuatro que me quedé en casa por Tebbi y después me regalaron un maratón sexual que, lejos de relajarme, me dejó con ganas de más. ¿Era eso posible?
Al despertar Tebbi, pocas horas después, yo lo hice con él y mis ojos ardían por el sueño, así que le pedí por favor a Aldana que se encargara de mi bebé aquella mañana.
—Tranquila, ya sé que te acostaste tarde —me guiñó un ojo y sonrió. Al parecer no había sido tan silenciosa como pensaba.
—Perdona si te desperté. Está todo limpio de todos modos.
—No esperaba menos de ti. —Agarró al Tazz, su triciclo y salió en dirección al parque, supongo—. Tienes visita. —Me gritó al abrir la puerta de la casa, antes de que yo me encerrara de vuelta en mi pieza.
Me dirigí a la entrada con cara de pocos amigos, sin saber muy bien quien mierda podía estar ahí, pero me sorprendí demasiado al encontrar a Fabi.
—¿Qué haces acá?
—Dormí acá, chanchi.
—No, que yo sepa ni yo he dormido acá, so...
—Con Atenea.
—¿Qué? Dime que al fin te la... —le hablaba mientras me dirigía hacia la cama de vuelta.
—No. Pero nos besamos.
—¿Se besaron? Pero ¿Cuántos años tienen?
—Nos quedamos dormidos en el salón y después terminamos en su pieza durmiendo juntos. No pasó nada pero esta mañana nos besamos.
—¿Y dónde está ahora?
—Se fue con Batista a recoger a Afrodita.
—¿Dónde? —No podía hablar mucho, los párpados me pesaban y mi mente no estaba en pleno funcionamiento.
—Anoche se fue con Cruz y al parecer necesitaba ropa...
—Mierda. Sí que la pasamos todos bien anoche... Bueno, todos menos ustedes par de lentejas.
ZABDIEL:
Estaba torturándome en el bar del hotel, lamentándome por la horrible noche que había pasado. Bueno, no es que pasase una mala noche, porque todo empezó cool, pero en algún momento comenzó a decaer hasta dejarme sentado allí con una botella de agua en la mano.
Vi a Chris entrar por la puerta principal y le llamé para que no subiera a nuestro cuarto, al llegar me había dado cuenta de que alguien estaba haciendo lo que yo no fui capaz de hacer. Me sorprendí al ver a mi amigo, pues imaginaba que era él, pero al parecer el joven cubanito nos había tomado la delantera.
—¿Qué haces aquí compadre?
—Erick está arriba dándose un festín.
—Suertudo el Ericuchi.
—¿No fue bien la noche, papi?
—No papi, no fue bien. ¿Y tú, no te fuiste con una chica?
—Lo hice.
—¿Y qué pasó?
Dudé por un segundo si contarle lo ocurrido, era la primera vez que algo así me pasaba y no me sentía muy seguro de mi mismo en aquel momento, pero era Chris ¿Cómo no iba a ser sincero con él?.
—No me cuentes si no quieres...
—¿Qué te ocurrió a ti, papi? —pregunté, si él era capaz de contarme lo terrible de su noche, yo le contaría lo terrible de la mía.
—Se me bajó, compadre. Estábamos en su departamento, chévere, ya desnudos, porque la pasión... ya tú sabes, la ropa nos la comenzamos a sacar antes de llegar. La cosa es que la chica se rio y se me vino abajo.
—¿Tan fea risa tenía, brothel?
—No, loco, pero se me cruzó una morena por la cabeza.
—Pero si tu chica era ru... aaaah, que te acordaste de otra chica. ¿Quién?
—Una de las chicas del club.
—Morenas son dos. ¿Lili o Idlu?
Recordar a aquellas mujeres generó algo en mí que habría deseado que pasase antes, así que me quise dar de cabezazos contra la barra, algo que Chris notó y aprovechó para cambiar de tema.
—¿A ti que te pasó, compadre? No tienes buena cara.
—Parecido... Me fui a la casa de la chica con la que estaba, Analís, se llamaba, y mientras estábamos en el club yo me moría de ganas de acabar allá, en su departamento, pero no sé que pasó brothel que mi amiguito no tenía ganas de salir a jugar. La pobre mujer hizo de todo para tratar de despertarle, pero no hacía nada, se quedaba ahí, flácido, sin vida...
—Un gatillazo.
—Un gatillazo. Supuse que era el alcohol, porque desde luego no podía ser ella, pero... acabas de mencionar a las chicas del club y el hijueputa ha decidido revivir.
No hace falta que diga que ambos terminamos riendo para no llorar y en ese momento, mientras debatíamos si pedir una última copa o una ronda de chupitos, Erick y Joel aparecieron por la entrada del hotel acompañados de dos chicas bastante hermosas.
—¿Qué tú estás haciendo, hermano? —le pregunté a Chris al verle sacar su teléfono.
—Un boomerang, pero tranquilo, lo subiré a mejores amigos.
Ahora sí ya estoy al día!!!!🤭🤭❤️
Bueno Zab y a Chris están hechizados por las diosas Jajaja
Pues ese Doctor sí cubrió las necesidades de Vee jajaj
Diablos Erickin 🔥🤣🤣🤣🤣
Jajajaaj Afrodita sí que la pasas que bien!!