Capítulo 15 Gemidos
- denovelasvalacosa
- 24 feb 2021
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Joel y Erick se encontraron con las Diosas del amor justo la tarde antes de viajar. La gira comenzaba y pasarían varios meses sin verse, así que aprovecharon para pasear por la ciudad y hablar sobre como habían sido las cosas para todos después de la pandemia.
Ellos admitieron que durante un tiempo debieron lidiar con algunos roces que surgían a causa de la ansiedad que sufrían por no poder trabajar a penas, pero fue cuando comenzaron a hacer música de nuevo, cuando todo volvió a su ser.
Ellas confesaron que aunque finalmente todo había salido bien, ver que las cosas no mejoraban en sus respectivos países, había hecho tambalear su plan y habían tenido problemas internos en cuanto a lo factible que veían el viaje a Miami. Por suerte, cuando todo mejoró, ellas tenían el dinero suficiente ahorrado para llevarlo todo a cabo.
Justo antes de llegar al edificio de las chicas, dónde ellos insistieron en acompañarlas, Afrodita recibió una llamada y pidiendo disculpas se alejó un poco de sus amigos.
—Hola bonita, ¿Cómo estás? —preguntaron al otro lado del teléfono.
—Selene, que alegría escucharte. Yo muy bien ¿tú como estás?
—Me alegro, yo estoy trabajando duro para poder ir a verlas.
—No sabes la alegría que será tenerte aquí. Estoy deseando que pasen estos meses para por fin poder abrazarte.
—¡Sí! — respondió eufóricamente Selene—. ¿Con quien andás?
—Pues estoy con Vee, Joel y Erick... —Se escuchó un golpe al otro lado del aparato y la llamada se cortó—. La tarada rompió el móvil —dijo mientras se reía y volvía de nuevo donde sus amigos se encontraban.
—¿Quién era? —preguntó curioso el mexicano.
—Una amiga de Argentina que vendrá a vernos pronto.
Era la noche libre de Venus, así que aprovechó para pasarla con su hijo, comiendo, viendo tele y yendo temprano a dormir, aunque para nada se esperaba despertar a media madrugada con el llanto incesante del pequeño.
—Mi amor, ¿Qué sucede? —preguntó un poco asustada antes de tocarle y notar que el pequeño ardía.
Salió de la cama como alma que lleva el diablo y agarró el termómetro que tenía en el baño, se lo colocó en la frente y se asombró al ver lo alta que tenía la temperatura. Fue a la cocina, cogió un vaso de agua, y empapó un paño para bajarla un poco. Después buscó su teléfono y se dispuso a llamar a un taxi cuando su hijo comenzó a vomitar. —¡Mierda! —exclamó antes de meterlo en la ducha. A pesar de que el agua estaba templada, el pequeño no dejaba de temblar y ella no podía parar de maldecir.
Le sacó envuelto en una toalla y pidió un Uber mientras lo vestía. Tebbi seguía llorando y moqueando, algo que no ayudaba a calmar los nervios de su madre, que no se quedó tranquila hasta que un doctor salió para atenderla.
—Se despertó llorando y volando en fiebre —le explicó mientras le examinaba.
—Ha vomitado ¿verdad?
—Sí, dos veces. En casa y antes de entrar acá.
—¿Ha tenido diarrea?
—No, hasta ahora estaba bien.
—¿Comió algo que le haya podido sentar mal?
—Lo mismo que yo, como siempre.
—Está bien, posiblemente sea un virus estomacal. Vamos a dejarle en observación y voy a darle algo de suero. ¿Le importa esperar aquí? Ahora mismo vengo.
—Claro...
Y no fue hasta que el doctor hubo vuelto que Venus se dio cuenta de que ya le había visto antes. Era el mismo que atendió a la chica con sobredosis hacía unas semanas.
—¿Doctor Rodríguez? —le preguntó mientras le colocaba la vía al niño.
—¿Sí? —respondió apartando la mirada de lo que estaba haciendo para dirigirla hacia ella.
—No, nada, disculpe, es que no estaba segura de si era usted.
—Sí, soy yo, señora Muñoz. —Vee abrió la boca para corregirle pero él se adelantó—. Perdón, señorita Muñoz.
—Se acuerda de mí.
—Al principio no estaba muy seguro, al verla sin maquillaje no sabía si era usted o no, pero después de escucharla hablar no tuve duda. —Ella alzó una ceja, como si el comentario no fuera de su agrado—. No, no quiero decir que sin maquillaje.... o que su voz... es sólo que... —El Doctor comenzó a titubear y ella no pudo aguantar la risa.
—Tranquilo Doctor Rodríguez, le entendí. Ya sé que mi aterciopelada voz es inconfundible y deliciosa con esta tonadita chilena que tengo.
La mano izquierda recorría torpemente el cuerpo de Afrodita mientras con la derecha sujetaba su cabeza, acercándola a él un poco más. Sus labios carnosos se unieron a los de ella y con sus dientes pellizcó suavemente el inferior. Introdujo su lengua y con suaves movimientos se perdieron en un baile perfectamente coreografiado.
Dejó su boca y continuó besando su mandíbula. Su lengua se deslizó por la curvatura de su cuello y un pequeño mordisco fue a parar sobre su hombro derecho, mientras sus manos nerviosas y ansiosas buscaban la cremallera del vestido que la chica llevaba aquella noche; la bajó suavemente una vez la encontró, generando, así, una tensión desesperante y cuando el vestido se deslizó y cayó a sus pies, un precioso conjunto lencero quedó a la vista. Él se separó para observarlo, o eso pensó ella, y volvió a acercarse rápidamente para de nuevo devorar su boca, haciéndose dueño de cada estremecimiento que su lengua generaba.
Seguían un ritmo suave, como si llevasen años esperando el momento de saborearse, cuando, en esta ocasión, ella buscó el dobladillo de la camiseta, acercando sus manos peligrosamente al borde de su pantalón, lo que hizo que aquel muchacho temblase. Subió la camiseta y únicamente se permitieron separarse los segundos necesarios para que ésta pasase por encima de su cabeza. Sus suaves manos recorrieron su espalda consiguiendo que él se erizara bajo el cálido contacto de su piel.
Los besos se profundizaron y se volvieron cada vez más salvajes con cada paso que daban en dirección a la cama. Las manos ansiosas de Afrodita se dirigieron a su pantalón y tras sacar su cinturón, desabrochó el botón y mientras dejaba un río de besos por su torso, lo deslizó con cuidado por sus piernas, consiguiendo la completa desesperación del joven que ya no podía más con tanta lentitud.
Sujetó del brazo, con un poco de brusquedad, a la Diosa e hizo que se pusiera en pie de nuevo para, rápidamente, agarrar sus caderas y levantarla del suelo, haciendo que ella se acomodara con sus piernas al rededor de su cintura.
Sin dejar de besarse, se sentó en la cama y con ella a horcajadas, se deshizo de su pantalón torpemente mientras le quitaba también el sujetador. Observó brevemente lo que tenía delante y tras relamer sus labios se deleitó con su sabor. Las alternó con ganas, eran grandes, suaves y sabían deliciosamente. Lovi, que jamás había sentido nada cuando un hombre devoraba sus pechos, no pudo sino retorcerse de placer ante el movimiento de su lengua y los pellizcos de sus dientes. —Te necesito —gimió sin pudor; a lo que él respondió con un rápido movimiento, en el cual la dejaba sobre la cama, y sin perder tiempo, se deshacía de un tirón de su ropa interior.
Se escuchó un golpe atroz y un grito al otro lado de la pared, así que Atenea entró corriendo a la habitación de su amiga a la cual encontró en el suelo, tirada, lloriqueando, porque se había caído de la cama.
—¿Qué ha pasado? —le preguntó mientras aguantaba la risa al verla sobándose la cabeza.
—¡Qué me apetecía saber a que sabía el suelo! —le espetó de malas maneras, lo que hizo reír aún más a la rubia—. ¡Vete a la mierda!
—Perdón, perdón, es que ha sido muy gracioso entrar y verte tirada en el suelo. ¿Estás sola?
—No, me acompaña el espíritu del cachondeo. Pues claro que estoy sola, ¿con quién iba a estar?
—No sé, pero escuché gemidos y pensé que habías quedado con Cruz.
—¿Con quién? Nah, paso, a ese mejor perderlo que encontrarlo.
—¿Y eso?
—No puedo sacarme de la cabeza lo aburrida que fue nuestra cita.
—¡Pero si casi te lo tiras!
—Tú lo has dicho, casi y así se va a quedar.
—Entonces ¿Estabas soñando?
—Tiene toda la pinta.
—¿Y con quién soñabas?
—No lo sé, no le podía ver la cara.
Salieron del cuarto y mientras Afrodita se colocaba algo de hielo en la cabeza, Atenea comenzó a preparar café. Entre las dos, como casi cada mañana, prepararon un rico desayuno y cuando estaban por sentarse para comer el timbre sonó.
Lovi se levantó de la isla y encontró a una ojerosa Venus y a un pequeño terremoto que más bien parecía ser el ojo del huracán. Demasiada calma.
—¿Qué pasó?
—Vengo del hospital —le comunicó, pero antes de que pudiera alarmarse siguió hablando—, no ha pasado nada grave, el Tebbi está enfermo, pero se pondrá bien.
—¿Quién es? —gritó Atenea desde la cocina.
—Vee.
—¿Y por qué no pasa?
—Porque me voy a casa, necesito dormir. —Atenea se acercó a la puerta al escuchar su voz y se agachó para cargar al pequeño que estaba adormilado.
—¿Está todo bien?
—No, Tebbi está malito —respondió Afrodita en esta ocasión.
—Hoy no creo que pueda ir a trabajar chicas...
—No te preocupes Vee, nosotras te cubrimos, cualquier cosa yo me meto en la barra con Fab.
—Gracias, sabía que me entenderían.
Joel se metió en el baño y aprovechando el pequeño descanso que tenía antes del ensayo final, llamó a sus amigas a las cuales, sin saber muy bien por qué, extrañaba demasiado.
—Hola Joelín —dijo Atenea al atender la llamada del teléfono de Afrodita.
—Hey bella ¿Cómo estás?
—Muy bien, con un poco de sueño, como siempre, pero ya es algo normal. ¿Tú cómo estás? ¿Cómo va la gira? ¿Dónde estás ahora?
—Aquí todo bien. Estamos en Chile, a unos minutos de cantar en el festival de Las Condes.
—Cierto. Perdón por mi memoria de pescao. ¿Y cómo lo estás pasando? Ojalá pudiera estar yo de viaje por el mundo. —Joel se rio ante aquel comentario. Ati y Lovi no se cansaban de repetir lo mucho que les gustaba viajar.
—Las ando extrañando wey. Yo no soy un tipo cariñoso, pero algo me hicieron ustedes que las extraño todo el tiempo.
—Mierda. ¡Lovi, Joel se dio cuenta de que le hechizamos! —gritó a pesar de que sabía que su amiga no iba a escucharla.
—Que chistosa. —Ahora era Atenea quien reía.
—¿Bueno y estás nervioso?
—Siempre me pongo nervioso antes de subir al escenario. —Confesó.
—Una vez escuché una frase que decía que los nervios encima de un escenario se convierten en adrenalina y la adrenalina es la clave para que todo salga perfecto. —Le dijo Afrodita, que justo había salido del baño.
Joel no se dio cuenta en aquel momento, pues, aunque le resultaba familiar aquella frase, no se le ocurrió pensar que su amiga la había sacado de una entrevista donde Christopher respondió exactamente lo mismo unos años atrás.
—Ahora repite conmigo: Soy el puto amo y todo va a salir de puta madre.
—No voy a repetir eso —respondió él entre risas.
—Oh, sí, claro que sí.
—No, claro que no.
—¡Qué lo repitas!
—Que no, que ya sé que soy el puto amo y que todo va a salir de puta madre. —Dijo imitando el acento español de su amiga.
—Así me gusta, ahora sí, ¡Mucha mierda, Jojo!
—Mucha mierda Joelín —le dijo Atenea, que seguía ahí escuchando la conversación.
—Muchas gracias chicas, ahora sí me voy a ensayar.
—¿Podemos escucharos? —preguntó la rubia, dejando sorprendido al mexicano.
—¿Desde cuándo te gusta nuestra música?
—Bueno, no me encanta, pero alguna canción que otra puedo escuchar. —Bromeó. En realidad, desde que vivía con Afrodita había aprendido a apreciar las canciones de CNCO, no le quedaba otra, las escuchaba todo el día.
—Le pregunto a los chicos, pero no creo que haya problema.
Para cuando Joel entró en la sala donde el equipo y el grupo se encontraban, las Diosas se habían acomodado en el sofá listas para el espectáculo musical privado.
—Chicos estoy hablando con mis amigas —dudó un poco antes de decidir quienes diría que eran, pero al ver que en su teléfono aparecía el nombre de Afrodita, supo cual debía ser la opción—, del gimnasio y me han preguntando si pueden escuchar el ensayo.
—Claro loco, no hay problema —respondió Erick con una sonrisa de oreja a oreja. —Hola chicas —se acercó al aparato y comenzó a hablar con ellas como si nada.
—Espera compadre ¿Erick conoce a tus amigas?
—Sí, bueno, un día nos encontramos todos en la playa.
—¿Qué es eso papi, cómo que a nosotros no nos dijiste nada?
—Ustedes siempre están ocupados y nunca vienen a la playa, no me culpen a mí. ¿Entonces cuelgo o les damos un concierto privado?
—Let's do it bro. —Respondió Richard mientras sonreía.
Un concierto privado...yo ya estaría bien desmayada jajajaj
Me he sentido estafada en este capítulo y no voy a decir el por que, porque después me dirán cochina JAJAJAJAJ
Y yo creo que Selene sigue desmayada jajajaja
Ya dije que AMO este libro?
Lastima que Vee, andaba con sueño, porque sino se moría