Capítulo 14 Convulsiones
- denovelasvalacosa
- 21 feb 2021
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Venus salió de su departamento a toda la velocidad, sabía que ir patinando sería más rápido pero no tenía tiempo para pararse y acomodarse los patines, así que corrió hacia la entrada del Lilith dónde se encontró una ambulancia y a un grupo de chicas llorando sentadas en el suelo.
Afrodita, que le exigió, casi de mala manera, a Cruz que la acercase en coche, acababa de llegar y se había quedado helada ante el panorama.
—¿Alguien va a acompañarla? —preguntó un paramédico mientras introducía una camilla en el auto.
Nadie respondía. Vee miró hacia todos lados, tratando de averiguar que había pasado antes de que alguien más abriera la boca, pero lo único que encontró fue a Batista nervioso, a Afrodita de rodillas en el suelo tratando de calmar a una chica a la que le estaba dando un ataque de pánico y a Atenea con la mirada perdida, como si por más que su cuerpo, más pálido de lo normal, estuviera ahí, su mente anduviera en algún otro lugar.
—Iré yo —aseveró finalmente mientras subía sin esperar la aprobación de nadie.
Una vez las chicas se hubieron calmado, Lovi pudo levantarse del suelo y volver dentro donde todos estaban esperando y recogiendo. Miró su reloj, las tres de la mañana, habían cerrado el local antes de las tres de la mañana. No sabía que había ocurrido, pero desde luego no le faltaban ganas de matar a alguien.
—Necesito una explicación ¡YA! —impuso de manera poco amable y casi a los gritos.
—Eh... estábamos... eh...
—Al grano Blacke no tengo toda la vida.
—Sí, eh... bueno, ellas habían reservado la sala VIP y fui yo a bailar con ellas y... —El joven se veía nervioso, buscaba en su cabeza las palabras adecuadas, su castellano no era demasiado bueno y eso no ayudaba en aquel momento.
—Y una de ellas comenzó a convulsionar —continuó Batista.
—¿Así, de la nada?
—Yo... yo no vi nada raro, ella me pidió que quitase la cortina, quería verse en el espejo mientras bailaba y cuando me levanté para hacerle caso...
—Fue horrible, verlo fue horrible —salió de la boca de Atenea, quien todavía temblaba.
—¿Es epiléptica?
—No creo que haya sido eso —comentó Izan, el cual se ganó una mirada de reproche por parte de su compañero.
Batista comenzó a pasarse la mano por la nuca, nervioso, algo de lo que sólo se percató Atenea, quien le restó importancia pensando en que debía estar agobiado, al igual que ella, por lo que le pudiera ocurrir a la chica y por ende, las repercusiones que tendría en el local.
—¿Por qué dices eso?
—Tengo experiencia viendo este tipo de cosas, por desgracia, fue sobredosis.
—¿Me estás diciendo que esa mujer puede morir por sobredosis y los culpables seremos nosotros?
—Pero nosotros no hemos hecho nada —habló el joven con una voz más aguda de lo esperado.
—Estaba en nuestro local, seremos los responsables. Me cago en la puta chicos, esto no puede pasarnos a un mes de la apertura ¿Estamos locos? No podemos dejar que las clientas se droguen.
—Tampoco podemos controlar a todo el mundo —inquirió Daniel.
—Bueno, debemos intentarlo.
Vee llegó al hospital y siguió la camilla hasta las puertas que rezaban Authorized personal only, donde supo que debía esperar.
En la ambulancia los paramédicos le hacían miles de preguntas para las que ella no tenía respuesta, ni siquiera había estado presente y no sabía que había sucedido, así que una vez se quedó sola, salió hacia la calle y llamó al primer número que le aparecía en el listín.
—Lilith...
—Chanchi soy yo, necesito que me digas que ha sucedido.
—Parece ser que sobredosis.
—Mierda, ¿Me estás jodiendo? —colgó el teléfono cuando vio al paramédico que había estado con ella en la ambulancia, pero él no supo responder sus preguntas, así que al cabo de un rato, cuando la desesperación se estaba apoderando de ella, se acercó a la recepción y preguntó por la paciente que había entrado por sobredosis.
—¿Me puede decir el nombre de la paciente?
—Eh... —maldijo en su cabeza—, deme un segundo por favor.
Se alejó del mostrador y sacó nuevamente el teléfono.
—Lilith...
—¿Cómo se llama la chica?
—No... no lo sé —respondió Atenea al otro lado de la línea—. ¿Alguien sabe cómo se llamaba la chica?
—María Belén Ponce —respondió Batista, que al menos se había preocupado de mirarlo.
Venus finalizó la llamada sin decir más y volvió con la señora de mirada cansada, que estaba claramente harta de estar ahí.
—María Belén Ponce —le informó.
—¿Es usted familiar? —su tono era monótono, sin gracia, sin vida.
—No, soy la dueña del club donde se encontraba cuando todo pasó.
—Disculpe, pero sólo podemos dar información a los familiares.
—¿Se está muriendo? ¿Es eso? Mierda, eso sólo lo dicen cuando el cuadro es crítico.
En ese momento las puertas de la sala de espera se abrieron y un doctor con bata azul salió preguntando por los familiares de la señorita Ponce, así que, sin esperar un segundo, ella corrió hacia él y le preguntó por la susodicha.
—¿Es usted familiar?
—Soy... —pensó en mentir por un segundo, pero al ver la mirada intensa de aquel hombre no pudo sino decir la verdad—. Soy la dueña del club donde se encontraba.
—Disculpe señora...
—Señorita Muñoz, o Venus, Venus Muñoz. —Le interrumpió.
—Disculpe señorita Muñoz pero sólo podemos informar a los familiares.
—Por favor, dígame sólo si está bien o mal o que ha pasado, yo... hoy no estaba trabajando, no tengo idea de que sucedió. —Él la miró fijamente a los ojos y ella puso la mejor cara de niña buena que había puesto en su vida, enterneciendo así el alma de aquel doctor.
—Está bien. La paciente ha sufrido una grave intoxicación por anfetaminas. Una sobredosis. Le hemos lavado el estómago y ahora mismo está estable, pero por la cantidad ingerida se diría que se ha dado un buen festín. Al parecer su corazón no aguantó tanta felicidad y de ahí las convulsiones, pero por suerte llegamos a tiempo y ustedes reaccionaron rápido ante el suceso.
—¿Entonces está bien?
—Estable. Si no surge ningún tipo de complicación podrá irse a casa en unas horas. —Vee suspiró aliviada.
—Gracias Doctor... —buscó su placa pero no la encontró.
—Rodríguez —le respondió mientras extendía la mano.
—Muchas gracias Doctor Rodríguez.
Atenea, que ya había vuelto a su ser, entró en el vestuario en busca de un par de segundos de tranquilidad. Ella había sido la primera en llegar a la sala cuando Blacke salió corriendo. Escuchaba los gritos de las amigas desde la puerta y veía los movimientos espasmódicos de aquella mujer en el suelo. Quiso correr a socorrerla, ella sabía que debía hacer, pero no pudo moverse, sólo mirar como la vida de aquella chica se le iba por la boca. Reaccionó en el momento en el que Batista le dio un empujón para poder entrar en la sala y así girar rápidamente a la muchacha, pues podía atragantarse con su propio vómito o con la espuma que le salía por la boca. Corrió hacia la barra, para pedirle el teléfono a Fabi y llamó a urgencias, acto seguido a Afrodita, quien se encargó de avisar a Venus.
—¿Estás bien? —le preguntó su amiga al entrar tras ella.
—No, no estoy bien. Si esa chica muere...
—No se va a morir, no digas eso, no se va a morir —repitió más para autoconvencerse que para convencerla a ella.
El teléfono de Lovi sonó y con las manos temblorosas respondió.
—¿Qué ha pasado?
—Un mal viaje, amor, pero ya está estable.
—¿Seguro? Mira que estas cosas pueden tener consecuencias jodidas.
—Lo sé, pero el Doctor Rodríguez dijo que está estable y que si no cambian las cosas se irá hoy a casa. —Afrodita suspira aliviada mientras acaricia el brazo de su amiga para indicarle que está fuera de peligro.
—¿Vienes?
—¿Me necesitan?
—Yo sí, el club no tanto.
—Pues hagamos algo, el hospital está un tanto lejos, voy a quedarme un ratito más acá, hasta que lleguen las amigas, por si cambiara algo y llamo a un taxi para que me lleve a casa. ¿Nos vemos en tu departamento?
—Okay, nos vemos ahí entonces, mantenme informada.
—Sí, tranquila y llévate a Fabi, hoy viene a dormir conmigo.
—Vale, ahora le digo.
Afrodita y Atenea salieron hacia la sala para hablar con todos, que en ese momento se encontraban limpiando y ordenando el lugar. Les contaron las buenas noticias y decidieron dejar lo que quedaba para el día siguiente.
—Vendremos una horita antes para limpiar ¿Vale? Ahora iros a casa a descansar, ha sido una noche complicada para todos.
Para cuando llegaron a casa, Venus estaba bajando del taxi y rápidamente saludo a sus amigas y se colgó cual koala de Fabi que venía con ellas.
Se separaron en el descansillo y quedaron en verse a la hora de comer, cuando estuvieran más descansadas para hablar de lo ocurrido en el club.
Vee y Fabi entraron en su departamento, era temprano todavía, así que aprovecharon para tomarse una copa mientras charlaban sobre las citas fallidas que tuvieron.
—Chanchi, estás weon, yo no sé a que esperas si le tienes ganas. —Le reclamó su amiga, a lo que él simplemente respondió con un movimiento de hombros y una mueca de derrota.
La mañana siguiente, cuando Afrodita despertó, entró en el cuarto de su amiga, procurando no hacer ningún ruido y así no despertarla, pero fue en vano, pues Ati se dio la vuelta con una mueca de fastidio, se movió hacia un lado de la cama y levantando la sábana invitó Lovi para que entrara y durmiera con ella un par de horitas más.
Despertaron abrazadas y descansadas, salieron de la cama y fueron a por su rico desayuno a la cocina. Mientras Ati preparaba un reconfortante café brasileño, Afrodita preparaba tostadas con huevo y aguacate aplastado.
—¿Qué planes tienes para hoy? —preguntó la rubia.
—Pensaba ir a patinar con Freya un rato y luego quizá me pase por el gimnasio, necesito nadar un poco y desestresarme.
—Yo había pensado pasar por el gimnasio también ¿te espero y vamos juntas?
—Perfecto, pero no me presiones, sólo voy a nadar. —Atenea revoleó los ojos, estaba cansada de que la trataran como un ogro cuando ella en realidad simplemente se preocupaba por la salud de sus amigas.
—Tu haz lo que quieras... ¿Vamos a comer donde Vee?
—No pensaba cocinar así que por mí, encantada.
—Genial. Oye ¿Qué tal tu cita? Al final con tanto lío no me has contado nada.
—Bueno, podría haber ido mejor y terminado mejor aún, pero quizá Cruz no sea para mí, es muy serio, demasiado maduro...
—¿Maduro?
—Sí, ya sabes, a mi me gusta mucho hacer el tonto...
—Lo sé. Somos igual en eso.
—Bueno, pues él es más serio en ese sentido. Además que no se molestó en preguntarme que me gusta comer para ir a cenar, me llevó a comer sushi. —Atenea se llevó la mano a la frente, enfatizando con drama fingido su negación ante el gesto del muchacho.
—¿Comiste pescado crudo? —preguntó aguantando la risa.
—¿Me ves cola de sirena? No, yo no como de eso... Me pedí unos noodles.
Mientras las españolas comentaban la fatídica cita que había tenido la Diosa del amor, Fabi se veía obligado a despertar a causa de la estampida ocurrida en el salón cuando el pequeño terremoto salió corriendo del cuarto.
—Hola chanchito menor. —Le dijo mientras este se lanzaba a sus brazos para darle un gran y fuerte abrazo.
—Tío Fabi, teno hame. —Él se rio por ser esa la primera frase que saliera de su boca. Le recordaba demasiado a su madre, directo y sin filtro.
—Ok. ¿Quieres algo rico de comer o lo que prepara tu madre? —Una zapatilla voló desde la otra punta del departamento en ese instante y dio de lleno en el trasero del que hablaba—. ¡Ay, bestia! —se quejó mientras se sobaba la zona afectada.
—Vuelve a meterte con mi comida... —le amenazó Venus con la otra zapatilla en la mano.
Afrodita salió a patinar con Freya antes de la comida, sabía que después lo único que querría sería dormir de nuevo una larga siesta.
El teléfono vibró mientras lanzaba la pelota y un mensaje en el grupo le hizo sonreír. Joel las invitaba a un restaurante peruano que quedaba junto a su edificio, pero antes de que ella pudiera responder, Venus se adelantó.
[Mi bello Joelin, justo acabo de preparar la comida y tengo invitado en casa, pero si quieren pueden venir a comer con nosotros.]
[Me encantaría pero no quiero molestar. ¿Comemos mañana mejor?]
[Yo me apunto Jojo, cuenta conmigo mañana]
Para cuando Lovi regresó a casa, Atenea ya la esperaba lista para ir al gimnasio, aunque tras ver la hora y escuchar su propio estómago declaró que era mejor comer e ir más tarde a hacer deporte, tras la sagrada hora del sueño.
Cruzaron el descansillo y tocaron la puerta. Una voz muy tierna preguntó al otro lado y ellas con una sonrisa esperaron a que el pequeño demonio de Tasmania les abriera.
—Venimos a comer —dijo Afrodita con Tebbi en brazos-, ¿Nos puedes cocinar este cochinillo?
—Creo que no tengo espacio en el horno para tremendo cerdito, pero preparamos fideos.
—Que suculento plato digno de un restaurante groumet —bromeó Atenea.
—Si no te gusta sabes donde esta la puerta —inquirió su amiga fingiendo estar ofendida.
—No los he probado aún como para emitir mi votación. Primero dame un plato y luego hablamos.
Se sentaron todos en la isla y cuando Tebbi terminó y se fue a jugar a su cuarto todo se quedó en completo silencio, algo que a Venus y a Afrodita les incomodaba.
—Chicos, tuvieron una cita y ya... ¿Pueden dejar de ser tan intensos y acostarse de una vez? podemos cortar la tensión con este cuchillo —se desesperó Vee con el suyo en la mano.
Atenea la miró sorprendida y bastante molesta. Afrodita, que se encontraba junto a la chilena, le apretó la rodilla para que se callase, sabía que a su amiga no le iba a gustar ese comentario aunque se lo hubiera quitado de la boca.
—Cambien esas caras, de verdad, somos adultos y sabemos perfectamente lo que está pasando aquí. Tu te lo quieres tirar y él quiere joderte viva, pero son un par de imbéciles gallinas que no lo asumen... los dos esperando a que el otro dé el paso... Pues ya lo di yo. Afrodita, coge a Tebbi, vamos a terminar de comer a tu casa.
Lovi no sabía si levantarse, temía por su vida. Ella conocía muy bien a Atenea y sabía que esa situación era la menos idílica para su amiga. Podía ver en su cara la ira contenida. La diosa de la guerra iba a explotar y hacer honor a su nombre. La miró con temor y ella le devolvió una mirada fija y seria mientras apretaba los labios, pero tras recibir una sonrisa nerviosa por parte de Lovi, se destensó y le hizo un gesto con la cabeza para que hiciera lo que Vee le decía. Aunque no le gustasen las formas, sabía que Venus tenía razón, era adulta y debía hablar las cosas como tal.
Sí, definitivamente Vee tiene razón
Felizmente no le pasó nada malo a la chica
Ati debería ¿verdad? jajaja veremos a ver que pasa xD
Bravo Vee!!! Ati hazle caso y de una vez terminen con está tensión!