Capitulo 2 Hogar dulce hogar
- denovelasvalacosa
- 28 nov 2020
- 7 Min. de lectura
Cuando Venus pasó, junto a sus amigas, por la puerta del que sería su nuevo hogar, no pudo creerlo. El Sol comenzaba a salir, llenando de una luz anaranjada el salón de la casa.
Ella no solía llorar, pero había soñado tanto tiempo con aquello que no podía creer que estuviera pasando.
Entró temblorosa y dejando las maletas donde pudo, sin mucho cuidado, le preguntó a su hijo que le parecía la casa, pero él había quedado profundamente dormido en los brazos de Batista, quien le dejó descansar en el dormitorio principal.
Las chicas se fueron poco después ya que tenían muchas cosas aún por preparar antes de Navidad. Lo primero sería visitar el local que Bati había conseguido a muy buen precio gracias a sus contactos.
-Ellas vienen prácticamente con lo puesto. Apostando todos sus ahorros a un negocio que no sabrán como saldrá. Una locura, pero sé que lo van a lograr, esas mujeres tienen pinta de conseguir todo lo que se proponen. Sólo necesito que me ayudes con los alquileres, algo que no les deje en quiebra el primer mes- le pidió a un viejo conocido, hablando también por las viviendas.
-Puedo conseguirles algo asequible en Hallandale, pero tampoco puedo hacer maravillas.
-Necesitamos que sea en el área de Brickell...- contestó el cubano con miedo a tirar mucho de la cuerda.
-Batista, sabes perfectamente que esa no es la zona más económica de Miami...
-Lo sé, por eso te estoy pidiendo este favor. Necesitan vivir en ese distrito y sé que tu tienes contactos por la zona. Por favor.
-Bueno, veré que puedo hacer, pero no te prometo nada.
Cuando una semana más tarde Bryan llamó para confirmar que tendrían casa a partir de Noviembre, ellas dieron saltos de alegría. No tenían idea de donde se alojarían, pero les daba igual, habrían vivido en un apartamento de un dormitorio las tres juntas, con Tebbi, con tal de conseguir su meta. Lo que nunca imaginaron fue que no sólo vivirían cómodas, sino que en apartamentos tan modernos en un edificio en pleno centro de Miami.
Cuando Vee se quedó sola, se dio cuenta de que Bryan le había dejado una nota en la nevera. 'Haremos todo a lo grande. XO. B.' Una sonrisa coqueta asomó en su rostro y pronto revolvió la cabeza para sacarse esa idea de ella. “Está felizmente casado, eres un alma libre, pero tienes límites”, se dijo para autoconvencerse.
HORAS ANTES:
Afrodita y Atenea entraron por la puerta del que sería su domicilio a las ocho de la tarde por primera vez.
-¡Ya estamos aquí bonita!- gritó Afrodita aún si poder creerlo. No recibió respuesta. Dejó la maleta y se giró para encontrarse con su amiga llorando y con la sonrisa más grande que le había visto jamás en la cara. -¡Pero no llores tonta!-. Se lanzó corriendo a los brazos de Atenea y juntas sollozaron hasta que Batista carraspeó.
-Bueno princesas, ¿dónde quieren que les deje las cosas?
Las chicas se distanciaron y sonriendo se lanzaron a los brazos de su amigo, quien dejó caer los bolsos que llevaba en la mano y les devolvió el abrazo.
-Venga señoritas, a la cama, deben estar agotadas y Venus llega dentro de unas horas-.
Ellas se despidieron de él con otro fuerte abrazo y tras cerrar la puerta Atenea cogió la mochila de mano, la abrió, sacó el pijama y dijo:
-Me voy a la cama, no me despiertes hasta las cuatro.
Con el cambio horario, para las chicas era la una de la mañana cuando aterrizaron y estaban agotadas.
Afrodita, que había podido dormir apenas unas horas durante el vuelo, se quedó en la cocina, pues tenía un hambre que le podía al sueño y al llegar a la nevera pudo leer una pequeña nota que rezaba: 'Lo haremos a lo grande, princesas. XO B.' Sonrió imaginando cosas indebidas y odió saber que era un imposible.
Imploró en todos los idiomas que su amigo les hubiera dejado aunque fuera una pizza congelada, pero cual fue su sorpresa al ver dentro dos pequeñas cajas de comida china, cada una con un pequeño cartelito que indicaba para cual era cada una. “Diosa del amor” en el suyo, “Diosa de la sabiduría” en el otro. Ternera en salsa de ostras con arroz. Lo devoró mientras recordaba su primer día en Miami, cuando voló para informarle sobre su proyecto empresarial y él la llevó a un restaurante asiático.
Poco después de comer cayó rendida en la que sería su cama y se despertó de golpe con los gritos de Atenea.
-¡Nos hemos dormido! ¡Despierta, Batista está esperando abajo en el coche!
Afrodita pegó un salto. Por suerte se había quedado dormida con la ropa. Se levantó corriendo, entró en el baño y se aseó un poco antes de salir hacia el aeropuerto.
La segunda vez que las chicas cruzaron la puerta de su casa eran las seis de la mañana, acababan de dejar a Venus y su hijo en el apartamento de enfrente y entonces y sólo entonces fue cuando disfrutaron de su nuevo hogar y sus vistas.
Un gran ventanal coronaba el salón y daba paso a una terraza. Su cocina americana se dividía del comedor por una isla y los dormitorios quedaban al lado izquirdo, tras atravesar todo el departamento. Junto a ellos el aseo para invitados.
Todo estaba decorado en tonos blancos y grises. Les encantaba, era tal y como lo soñaban.
-Es hora de desayunar. El ojazos te dejó un cubo de comida china para llevar en la nevera- le comentó Afrodita a su amiga.
-¿Comida china para desayunar?- contestó ella con cara de asco.
-Bueno, la dejó para cenar, pero te fuiste a la cama nada más entrar por la puerta...
-¿Podemos ir a una cafetería?
-¿Tú crees qué habrá algo abierto a las seis de la mañana chiquilla?
-Bueno, puedo aguantar un poco, he visto una cafetería aquí al lado que abre a las siete.
Afrodita rodó los ojos. A veces la cabeza cuadriculada de Atenea le ponía de los nervios. Si hubiera sido por ella, se habría comido lo que había en esa caja sin importar la hora.
Aprovecharon ese ratito para abrir las ventanas, deshacer las maletas y seguir flotando de alegría por lo que veían en su futuro. Hasta ese momento todo estaba funcionando según el plan.
Una vocecita llamándola despertó a Venus de su ensoñación. Una vez más se había quedado mirando a la nada mientras repasaba paso por paso todo lo que iba a suceder de ahí en adelante. Por más que se repitiera a si misma:
-Esto es real, no estas soñando. Ya estás en Miami cachai...- No conseguía creerlo.
-¡MAMÁ!- Venus se levantó corriendo del sillón y fue a ver a su hijo.
-¿Qué pasa mi amor?, no llores estoy aquí- se acercó a él para cogerlo en brazos. -¿Quieres ver nuestra nueva casa?-. El niño asintió mientras se frotaba los ojos tratando de despertarse.
Salieron del dormitorio principal y lo primero que vieron fue el salón presidiendo la casa, la isla, la cocina americana y junto a su dormitorio uno un poco más pequeño, el de Tebbi.
Todo era demasiado claro, algo que le dio que pensar a Venus, pues no le parecía lo más inteligente con un niño en casa.
-¿Vamos a vivil aquí? ¿Dónde tan Tenea y Adita? Quielo ve a Bayan mamá, ¿va a veni a juga con su hijo?- Venus no pudo más que sonreír. Amaba a su pequeño.
-Que preguntón te levantaste Tebbi. Atenea y Afrodita están en su casa y nosotros vamos a ir en un rato. Bryan y Junior están en su casa también, pero a ellos no los vamos a ver hasta el fin de semana. ¿Si?.
-Tengo hambe...- Venus volvió a sonreír.
-Vamos a vestirnos y le preguntamos a las chicas si quieren ir a desayunar.
Tebbi reptó hasta el suelo desde los brazos de su madre y corrió a la habitación para abrir el armario. Miró como todo un hombrecito la ropa.
-¿Quieres elegir tu lo que te vas a poner?- preguntó risueña.
Su hijo abrió el cajón del fondo y sacó un pantalón. Lo miró como si realmente lo estuviera analizando y dijo. -Este-. Se lo dio a su madre y continuó con el cajón superior. Las camisetas estaban todas dobladas. Venus había pasado la mañana organizando las cosas mientras su hijo dormía.
-No me desordenes todo o te hago doblarlo a ti-. Le dijo seria.
El niño miró todo antes de coger ninguna camiseta tratando de adivinar cual quería usar.
-Mamá, ¿donde ta la que me gusta?-. Preguntó mirando con suspicacia.
-Está encima de tu cama, la había dejado preparada para cambiarte al despertar, pero como eres un terco que quiere elegir su ropa...
-Yeeey!-. Fue lo único que dijo antes de correr hacia su cama.
Venus sacó unos calzoncillos y unos calcetines limpios antes de caminar hacia donde estaba su hijo.
-Muy bien muñeco, ahora te visto, pero recuerda que tienes que hacerlo tu solo desde mañana ¿si?. Ah y más tarde nos vamos a duchar-. Su hijo puso mala cara. -No me hagas berrinches, no sé a quién saliste tan cochino-.
Una vez se hubieron alistado, Venus cruzó el pasillo y tocó la puerta de enfrente. Afrodita abrió con cara de ogro.
-¿Qué te pasa?- le preguntó temerosa.
-¡Me muero de hambre! Quería comerme la cena de Atenea, pero no me deja. Dice que si Bryan lo compró para ella, es para ella, pero no se la quiere comer, porque la comida asiatica no es un desayuno apropiado. Acabamos de llegar y ya la quiero matar. ¿Me puedo ir a vivir contigo?- Contestó su amiga con cara de cansada, enfadada y hambrienta. Además de rodar los ojos con indignación.
-Bueno, veníamos a preguntarles si quieren ir a desayunar.
-¿Qué hora es?
-Son las ocho de la mañana.
-¡MIERDA! ¡Atenea joder, hace una hora que podría haberme alimentado y no me dices nada!
-¡¿Qué le ha pasado a tu reloj, no tiene pilas o qué?!- contestó ella saliendo de su habitación. -¿Pero vas a dejar a la mujer en la puerta? Pasa Venus, deja que me ponga los zapatos y nos vamos. Hemos visto una cafetería aquí a la vuelta.
Afrodita salió corriendo hacia su cuarto para ponerse las zapatillas, dejando a Venus y a Tebbi en la puerta un poco estupefactos.
-Mamá, Adita ha dicho Mieda y Jode... eso no se dice...-. Todas las chicas rieron al escuchar a Tebbi. En ese momento ambas salían de sus respectivos dormitorios.
-Tienes razón, vamos a lavarle la boca con lejía, como dice ella-. Venus rió con sorna y Afrodita con una sonrisa en los labios puso los ojos en blanco.
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